Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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sábado, 13 de julio de 2013




"De dónde venimos? Quienes somos? A dónde vamos?" Paul Gauguin 1897.















A Paul Gauguin

 I.- De dónde venimos?

Venimos de la sombra del mar interminable,
de un tiempo inamovible que no existe,
de la eterna inconsciencia de la nada
hasta donde la vida empieza todavía sin nombre.

Venimos desde una patria que se llamaba infancia,
cuando en los ojos, que se abrían apenas,
la luz sembraba la brizna fugitiva del asombro
e iluminaba las islas de los mares remotos
donde siempre habitaron el sosiego y el éxtasis.

Y aunque los días pugnan incansables
por hacernos su presa todavía es el  tiempo
para nacer de nuevo como  niños sin rostro,
muy lejos de la absurda estulticia
de las sordas ciudades, en medio del océano,
donde el coral esconde un mar de transparencia
turquesa y absoluta, donde la luz
pronuncia un “Ia orana” y el aroma fragante
que exhala la floresta se llama “Noa Noa”.
Aha oe feii? (Estás celosa?) Óleo osobre lienzo  1892.

Allí, en el silencio de las noches del trópico
podremos  escuchar la dulce, murmuradora música,
el latido más hondo del pecho en armonía
con los hombres y el mar, la montaña y el bosque,
libres  al fin para poder cantar, crear, amar, morir.

II.- Quienes somos?

 Y Las islas revelan su piel feraz y oscura
esmeralda y agreste, como un inmenso canto
de horizonte  enigmático, como una fruta exótica
y prohibida que ofrece sin embargo,
simultáneo el sabor  amargo y dulce de la verdad.

Mahana no atua ha llegado, el día de los dioses;
ha traído el ensueño nave nave moe
del exquisito fruto que prohibieron
otros dioses mezquinos,  temerosos
del canto jubiloso  de la naturaleza
donde la piel se ofrece dorada y florecida
y en la fronda umbría  en la que nacen
oscuros manantiales,  las mujeres murmuran  su deseo, 
desnudas y excitantes en el palacio inmenso
que levanta la selva plena y originaria.  
Vairaumati tei oa. Su nombre es Vairaumati. Oleo sobre lienzo
Muy lejos aquel cristo enflaquecido
ante el que oraban con sus tocas blancas
al salir del sermón las mujeres bretonas,
y su mudez  perenne y amarilla.

Vairaumati aspira el humo de un cigarro
mientras extiende lenta a sus pies el pareo
azul oscuro y blanco. Su desnudez de bronce
espera al dios  Taaroa mientras se muestra espléndida.
Vaitauni va hacia el río, su cuerpo de oro
excita los  sentidos para el amor;
sus pechos son la fruta más hermosa y más tierna
y yo soy Taaroa, el dios que está esperando
para abrirle las puertas del mismo paraíso.
Mi vahiné  es sutil, es sabia porque es inocente.
Al fondo de sus ojos un enigma se esconde,
indescifrable y hondo como el tiempo.

Sus ojos me convocan con la palabra clara
del cálido deseo y sus muslos se abren
como un líquido magma al fondo del océano.
En el hondo silencio tropical y distante
escucharé la música de su oscuro latido
de sus dormidos ojos, del murmullo lejano
del manantial sagrado que transitan las almas
para ir hasta la playa donde rompen las olas
sus espumas más puras, ya libre, ya salvaje,
desnudo y solitario ante el mar y la muerte.


Me sonríe y me llama a su cuerpo
y la Tiaré florece humedecida por el dulce rocío
y se abre como una ola mansa
que descubre la arena en la marea baja,
como la suave flor de Fanatea;
y el tiempo se diluye en la hora del gozo
en la ternura cálida de un juego de caricias
que crece sin palabras y penetra despacio
en el silencio denso de su  noche más íntima.

Te arii vahine. La más bella. Óleo sobre lienzo 1896

Su risa me ha llevado hacia otros mares
más allá de los siglos por encima del tiempo,
en la leyenda bárbara en que habita,
porque su piel desnuda esplende en las  riberas
de los ríos ocultos; porque solo sus labios
son ahora mis dioses.  

Desnuda sobre el lecho, en mitad de la noche
cree que la vigila el alma de algún muerto.
Manao Tupapao. Pero los muertos duermen
y mi cuerpo entrañado en el suyo es el único fruto,
el gozo verdadero, la exclusiva belleza
que acaso permanece, fugaz, como una exigua llama
Manao Tupapao. El espíritu de los muertos vigila. oleo sobre lienzo. 1892
encendida un instante, como la flor de Ahuari
entre la fronda inmensa.

Y traza sin descanso sobre el lienzo
el sereno perfil  de su piel ocre y verde
mi pincel;  la proporción  gozosa de su cuerpo,
su torso y sus caderas de oro oscuro , sus labios anchos,
sus ojos marfil negro, el contorno violeta de la noche
que bordea su lecho, el rosa amanecer sobre la arena
y el azul insondable hondo y cobalto de las olas,
las flores cadmio y zinc de su pareo,
el bermellón intenso de la fruta del mango
el fucsia malva azul anaranjado del reflejo
cambiante en las riberas.  La pintura el  poema;    
los colores espléndidos del alma,  
prestos e  inacabables que brillan en los lienzos!


III.- A dónde vamos?
Los dioses son azules, oscuros y pétreos
Tikis inamovibles en sus enclaves  mágicos;
entre la fronda escrutan las aguas y la tierra
bajo la noche enlutada e inmóvil
y la niebla se cierne sobre el verde profundo
que ha cubierto la milenaria calma
del volcán. En su quietud pervive
todo este mundo extraño y primitivo.
Hina la diosa del amor con senos de mujer
e Hina, terrible,  la diosa de la muerte
eran la misma diosa.
La juventud deviene sin intervalo apenas
en una oscura anciana de agrisados cabellos
que ha cubierto su rostro entre las manos.

Un angel de alas blancas se me acerca,
tal vez aquel que disputaba con Jacob;
y precede a un anciano que aparece
con un reloj de arena entre las manos;
puede ser que este hombre envejecido
que simboliza el tiempo me lleve al infinito.

Pero cuando anochece un extraño silencio
ha invadido la isla, ni siquiera los gritos
de los pájaros turba su quietud absoluta
y las hojas que caen ya secas son el roce
Imperceptible del espíritu.
"Never More"  (Pau'ura acostada) Oleo sobre lienzo. 1897

En Atuona, Hiva Oa, en Las Marquesas
todo se ha oscurecido;  terminaron las danzas
y las dulces canciones se apagaron 
solo el viento  incansable zigzaguea  en las ramas
y la tormenta se adueña del océano.
Parece que las islas se hubiesen sumergido
en el espacio penetrado por la noche.

Entre los rojos árboles del mango y la papaya
se alza una cruz y un abismo en silencio
donde se lee un nombre.
En la playa hay jinetes que pasean despacio
pero un caballo blanco que bebe en la ribera
espera ser montado. Ua mate Koké, ua pete enata.       
Hoy ha muerto Gauguin, y ya estamos perdidos.

“Vosotras, leves brisas del Sur y del Sureste
que os juntais en el juego y las caricias
daos prisa  para correr unidas  a la vecina isla;
encontraréis allí a aquel que se ha marchado
sentado ya a la sombra de su árbol favorito.
Decidle que , sin duda, me habéis visto llorar”.


A. Piquer.  Julio 2013




jueves, 11 de julio de 2013


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Súplica a los poetas.

Habladme, sí, vosotros, que tuvisteis
el privilegio de la voz más honda,
de la palabra bronca, sincera y contundente,
de la palabra rota que llegaba hasta el alma
porque brotaba también de vuestra herida.
Dadme un verso, ángeles de la sombra,
humanos fieramente, aunque sea de calibre escaso
su munición futura; un verso seco
pero de estopa o yesca que prenda en un poema,
un lucero lejano, un destello fugaz
en la calma del mar desde la vista
de un cementerio costero en el crepúsculo.
No os exijo gran cosa; no llegaría nunca
a escribir una oda, ni acaso en la ceniza;
o pretencioso, a habitar allí donde el olvido
o jactarme de un peritaje en lunas.
Quisiera un solo surco de la estela
del barco de algún marino en tierra,
el ángulo minúsculo de una sombra
cerca del paraíso, la brizna de algún beso
tibio aún y otoñal, caído a tierra.
Será la humilde voz que yo os deba a vosotros.
Porque intento escarbar,  en esta tierra negra
que hiede ya en el fondo de la fosa
vacía que ahora soy, inútilmente;
en busca de la voz que alentaba hace tiempo
mi palabra salobre como un légamo
de lecho portuario; porque busco
un ápice siquiera del sonido del mundo.
Dadme la voz, cualquier breve palabra
que ya os sobre.  El verso más pequeño.
Porque mi pluma ya no sabe escribirlos,
y solo llena  el papel de manchas ilegibles
de tinta emborronada con sus lágrimas.

 
A. Piquer  9-10 Julio 13

jueves, 16 de mayo de 2013

Ariadna. (Dos poemas, quizá tres)


Hay una isla antigua en el vinoso ponto
que yergue cien ciudades, y en Cnossos
un inmenso palacio trazado de pasillos
y estancias intrincadas donde atávicos reyes
gobiernan sobre un reino milenario y marítimo.

Su reina Pasifae practica extraños ritos.
En sus manos exhibe venenosas dos víboras
que sisean en sus senos desnudos.
Ha pintado sus labios con un tono de sangre
futura mientras danza una danza de ira y de silencio.
Su frialdad insomne y su terca soberbia
impregnan de amargura el sueño de los suyos.
Sobre el cantil suplica a Poseidón el rey Minos  
el fin de este suplicio amargo , y le pide un presente
grandioso que ofrecerle en magno sacrificio.


Bajo Akrotiri tiembla otra vez la tierra,
los delfines se alejan en el azul profundo
y en Kamares los pulpos esconden
su viscoso temor entre las rocas;
Y brama el mar con un mugido extraño
y ancestral de animal que despierta.
Las olas han traído hasta la orilla
un toro blanco como la espuma
bellísimo, enervado y potente.
Un hacha doble yergue sobre la nívea testuz,
un astro enfebrecido, creciente y afilado
son sus dos astas de luna.
Enorme y seminal manifiesta magnífico
su género sobre la arena tostada de la playa.

Y un nuevo éxtasis de impensable lujuria
invade el sexo ajado de aquella reina oscura,
una fiebre voraz y depravada imagina
su cópula salvaje con la tremenda bestia.
Y le pide al artífice que le fabrique, cómplice,
un bovino disfraz de hembra encelada
que llame al blanco macho a penetrarla;
y el alargado bálano de la mítica bestia
siembra el vientre lascivo de un espantoso vástago.
Porque el dios del océano castiga
así la lúbrica locura de aquella triste reina
que ha manchado , sacrílega, su divino regalo.

En Cnossos hay un sótano laberíntico y lóbrego
donde dicen que habita un espantoso monstruo
que tiene cuerpo de hombre y cabeza de toro.
Pagan los enemigos de la lejana polis
el ominoso precio de una deuda de guerra
con jovenes humanos de uno y otro sexo
para que el monstruo astado
que engendró la lujuria de la viciosa reina
los devore en su antro tortuoso;

Pero entre los cautivos hay uno temerario                                                                                              
que se parece a un dios; viene porque ha jurado,
como si fuese un naufrago que emerge de lo oscuro,
la muerte de la bestia que alienta entre la sombra,
trae consigo la fuerza que acabe la ignominia
de este continuo crimen.

Ariadna de rojo, bellísima, lo sabe
y el fuego del amor se ha encendido en su pecho
y le regala el hilo de su amor y su vida
para que no se pierda en el antro complejo
de sus días errados donde acecha
el funesto animal de la tristeza.

Solo con el recuerdo de los amigos muertos
puede vencer el pánico al pisar aquel antro
de pasillos oscuros que doblan y se pierden
y doblan, que hiede pavoroso,
sembrado de podridas osamentas;
y el húmedo silencio de las piedras viejísimas
se rompe finalmente por un ronco bramido;
tiene un hilo en la mano y una túnica púrpura
 que confunde al animal terrible,
y en la alta cruz le hunde, matador, un  estoque,
hasta su corazón.

Ariadna de rojo, la más pura,
la bellísima hija de los reyes de Creta
de piel crepuscular y ojos de algas
sueña un amor lejano de océano y el beso
de un héroe extranjero que la lleva
hacia la faz oscura de las olas.

Sobre el mar una nave traza la larga estela
hasta otra playa nueva donde duerme
Ariadna un intrincado sueño y sueña, y sueña…
Y abre los ojos y ha encontrado su lecho desolado
y vacío y ha encontrado la playa desolada
y vacía donde ninguna nave fondea ya.

El barco de su héroe ha partido.
Le llama todavía hacia esa estela
que deja su traición sobre el océano,
le suplica que torne el timón de su barco
y que vuelva hasta el lecho abandonado.
Ya no tiene otro ovillo que le ate
y le traiga otra vez hasta ella;
su turbia lejanía ha anegado de olas
de sollozo su corazón humillado y vacío.

Un llanto inacabable oculta los recuerdos
que dormían tendidos en la arena
y se trenzan efímeros al hilo que prolonga
el alargado agravio de una borrada estela
sobre el vaivén sombrío de las olas.
Hay huellas olvidadas y caminos azules
del tiempo laberíntico que impasible recorre
la frontera entre su piel y el mar;
cercenados caminos en su frente y su pecho,
que anhelan el espacio encendido
de otros labios en los valles feraces de su cuerpo.

Ariadna de rojo, su falda de volantes
tiene el color de un asta que la ha herido
despiadada en el pecho
y un velo funeral es la noche cerrada
en la isla de Naxos en el lejano Egeo;
más allá de todo devastado  horizonte
huye el amor hacia otras orillas
y deja su paisaje cubierto ya del liquen
inerme y azulado del silencio.

Dicen que el mismo héroe que mató al minotauro
desesperado, mil veces la llamó antes de partir; 
dicen que un dios espléndido
la rescató piadoso desposándola;
Hay quien cree que ha muerto
por la envidia y los celos de una diosa.
Nada es cierto, el llanto desgarrado de Ariadna
se escucha aún en lo sombrío del océano.

Ariadna de negro, la más triste
hija de los reyes de Creta
de piel palidecida y ojos de lágrimas
llora un amor lejano en el océano…
y el regreso de aquel que ahora se adentra
entre la faz oscura de las olas.

En el silencio nocturno de la playa
donde susurra el mar sobre las conchas
lunares que fulgen en la arena,
siete estrellas de muerte sobrecogen
su palidez desnuda en la orilla desierta.
Ariadna se mata de tristeza infinita
mientras las olas acarician sus plantas
como si fuese un toro de piel blanca
surgido mansamente de la espuma;
sus lágrimas dejan sobre la arena un hilo
como la huella impresa
de la carena de una nave alargada
con una vela negra sobre el mástil,
un inicuo navío que no regresará
jamás del laberinto oscuro de las olas.


A. P.   Mayo 13

martes, 7 de mayo de 2013



Me traes aquel pedazo del corazón
que te llevaste un día
porque en mi sed de náufrago
rendí sobre la arena de la playa
mi agotamiento de pugna despiadada
contra la furia oscura del océano.
Yo no te di otra cosa que el deseo
del viento que empujase las velas
de mi nave. Tu convocas el canto
que alienta, derrotado ya el mar,
escondido en el fondo de la blanca
espiral de alguna caracola.

Vuelvo a darte las olas y su luz
y su horizonte azul e interminable,
el lugar donde yace el pecio de mi amor
plateado y dormido porque el único mundo
que conozco son ahora tus labios
y su beso de espuma.
Oh el beso blanco y gozoso de las olas!

(A.P. De "Memoria de Naufragios"  Legados-Netwriters 2012)

martes, 5 de marzo de 2013


Sibila.


Sentada sobre el trípode, sobre la alta tesis
en que acumula el bronce su memoria,
en la roja penumbra de silenciosa furia
de la noche, un velo entristecido de púrpura
ha cubierto tu semblante de sombra.
Cierras los ojos, sueñas un sueño extraño
y tus rasgos se afilan como quien ve el futuro
ya secos los sollozos del pasado.

Alrededor de ti, como dormida, cierne
su anillo enorme la serpiente del tiempo.
Son las grietas amargas de los días
las que emanan su enajenante hedor
de pequeña cotidiana tristeza,
su humareda, su pestilente efluvio
asfixiante de tedio y de rutina.

Porque asciendo de nuevo el abrupto camino
al pie de las Fedriadas y todavía sueño,
quizá ingenuo, la altura de un Parnaso
como si hubiera en él , una vez alcanzado,
alguna gloria. Pero te se real, presente,
ebrio tu entendimiento de un vapor dulce,
porque el amor es siempre el que nos nubla
la visión del tiempo venidero.

Y estás aquí, erguida en la penumbra
ardiente que rodea el ombligo del mundo
donde se cruza el vuelo finalmente
de dos aves nacidas en el tiempo lejano
de los dioses. Y en un árbol oscuro
se enrosca el alargado reptil que nos advierte
de la ácida consciencia de las cosas
y el fruto inmarcesible de la ciencia.

Déjame que me acerque , y que antes
purifique mi culpa en la Castalia,
déjame que deshaga la enrevesada trama
de las horas para llegar desnudo ante tu oráculo,
ante tu soledad serena de sibila callada
en las tardes amargas del otoño,
para escuchar la exégesis que dicte
a mi alma sacerdotal tu escondida palabra.

Cuando el temblor imperceptible de la piel
anuncie todavía la presencia
de un dios envejecido que canta ante la muerte,
y el pájaro de sombra que se posa
sobre el fulgor efímero del arte
y la promesa inútil de un porvenir perdido
no lleguen nunca más hasta tu templo.

Se apagará la lenta furia de la noche
y el velo entristecido que cubre tu mirada
caerá a tus pies y se abrirán tus ojos,
consciente ya, despierta en el presente,
estrechado este lazo que me ata a tu oráculo,
vencidos la amargura y el silencio,
cumplido ya el designio que ha fundido
desde siempre mi tiempo con tu tiempo.



miércoles, 23 de enero de 2013

Blade Runner


Una lechuza vuela en la penumbra roja
del extraño crepúsculo. Se hizo real aquella profecía
en que un futuro técnico marcaba la frontera
imprecisa entre lo verdadero y lo ficticio,
aquel siniestro augurio de la inmensa humareda
en un mundo destruido y radiactivo.
Y otro mundo azulado y oscuro ha surgido
del trueno desolado, extraño e intangible.
Y tal vez solo seamos réplicas de lo humano
conscientes del tiempo precario de la vida,
La irreparable pérdida de su término,
el sobrecogimiento, y también el asombro
ante su breve experiencia irrepetible.
Y hemos regresado presos ya de la angustia
ante la atroz certeza la muerte.

Tu eres Rachel, la hembra replicante,
la belleza suprema que llama al inconsciente
en el silencio de la luz naufragada
de estos días azules mientras sueña con ovejas
eléctricas. Puede ser que en tus sueños
hayas visto cosas que no creeríamos:
arder naves en llamas más allá de Orión
y rayos C brillando entre las sombras
de las puertas de Danhauser.

Yo soy Deckard, quien te sigue los pasos
para borrar tu ficticia memoria y formatear
de nuevo tus recuerdos.
Porque quizá no sabes que el amor nos redime
de nuestra esencia efímera, que en estos breves días
de cristales quebrados hay reflejos de luz
entre lo oscuro,   que es sonoro el silencio
y la violencia se ha tornado ternura.

Porque así habremos visto cosas que otros
no creerían: la pulsión suprema del la piel
con la piel, el sentido sacral de la belleza
de todo lo creado y el gozo de estar vivos.

Pero tal vez se pierdan todos esos momentos
y al fin tras el amor, la vida y el asombro
de lo eterno de todo el universo,
inmersos en el sueño inconsciente de la muerte,
solamente seremos viajeros del olvido
como lágrimas vertidas en la lluvia.

miércoles, 2 de enero de 2013

Es cierto, hoy no termina nada ni comienza nada tampoco. Hoy simplemente continúa todo.

sábado, 22 de diciembre de 2012

Orangután.  
                                                                   ( A Diane Fossey, Jane Goodall y Biruté Galdikas)

Soy la bestia que habita, primitiva , en la jungla
intrincada y verdosa del tiempo transcurrido;
yo soy la ajada senectud anatómica
del animal en todo parecido a lo humano
en cuya mente tosca se alberga la tristeza,
el ser antropomorfo que no llega a ser hombre,
encanecido el pelo y el músculo caído,
el abdomen hinchado porque ninguna espuma
brota ya del erguido sueño tumultuoso  de juventud.

Solo soy la memoria del remoto pasado
que se extingue en la niebla de las islas australes
donde latió un destello de viva llamarada
rojiza y repentina minúscula en la fronda
del hoy ya  gris marchito de mi pelo.
Dame la mano, ven , requiero tu cuidado,
la atención protectora de tu discernimiento
inteligente . Ven conmigo a este habitat
de entristecidos simios, a mi bosque de noches
torrenciales y oscuras de soledad monzónica.
Retorna a tu pasado, desdeña un solo instante
el grado evolutivo de tu especie.
Te llevaré a mi tiempo de selvática infancia,
a un hogar escondido de lluvia y clorofila
en la naturaleza feliz y originaria del comienzo del orbe.

Porque es verde esmeralda el corazón del mundo,
porque tu piel humana, el tacto tierno y cálido
de tu pecho desnudo es la dicha futura
de un amor del espíritu superior y lejano
que aún no he comprendido. En su regazo blanco
con gozo indescriptible volveré a despertarme,
vencidas las fronteras que escinden las especies
cuando haya transcurrido la edad del universo.


A.P.  Dic 12




miércoles, 12 de diciembre de 2012

Alfredo Piquer

Madrid, 2012
ISBN: 978-84-938009-8-7
102 páginas, 14 x 21 cm.
Rústica con solapas
Colección Netwriters Poesía, 2

Comprar:   pedidos.legados@gmail.com
(Precio: 10 euros (IVA incluido)



Presentación:

Miércoles 19 de Diciembre .   19.30 h.
Asociación de Escritores y Artistas Españoles
c/  Leganitos 10   Madrid

Presentan:  Enrique Gracia Trinidad y Emilio Porta
Con la asistencia del autor

“Y tu estás sobre el agua con todo tu misterio, luminosa y reciente.
Milagro y medicina de mi cuerpo vencido”
(Diego Jesús Jimenez. Crepúsculo en las aguas del Jucar. De “Bajorrelieve”)













Regresas en la memoria blanca de las olas,
en su espuma de besos y en el gozo
salobre del océano; vuelves de un sueño
y brotas de la niebla violeta del crepúsculo,
del esplendor temprano de la cárdena noche
que augura inmensamente el silencio sagrado
de su canto estelar. Oh remisión, promesa,
soledad de la arena que levemente riza
el viento del desierto desolado,
lejanía diluida de pronto; tallado habita
en el sillar del tiempo el sagrado pronóstico,
la secreta inscripción que anuncia tu retorno.
Se que estarás aquí porque ahora somos
paulatino paraíso de mutua pertenencia,
progresiva simbiosis de sombra desvelada;
tu eres el moteado animal velocísimo
que palpita vigilante en la ausencia
como las almas desnudas de los muertos
que abandonan el mar donde subyacen
y vuelven a la tierra cuando gira el planeta,
como violetas y azules amapolas
susurrando su canto de invierno en las alturas,
gozoso hallazgo a pesar del tiempo desfasado,
mano blanca que siento cálida y encendida;
tu eres el animal bellísimo que adopta
mi orfandad y protege mi exilio.
Vienes sobre las olas y en el aire del mar
con el ardiente viento que levanta su arena,
con la cárdena noche que inmensamente augura
la única gloria oscura e infinita
del amor, su salvación absoluta y efímera.





domingo, 2 de diciembre de 2012

...Vendrán las amapolas como vienen
las almas de los besos, abandonando el mar
a brotar en la tierra de nuevo en primavera
susurrando su canto y su oleaje
de pradera y de viento
y sentiré ese otro tiempo efímero
y rojo de la pasión que brota renovada
para cantar la gloria de un paisaje
encendido de besos en silencio.

sábado, 24 de noviembre de 2012




Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventura
y seguí su dictado fúlgido y fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
que ofrecía más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre las largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno .

(De "Memoria de Naufragios")

domingo, 28 de octubre de 2012

Un poema de mis 21 años.

Puedo contemplar

la evolución de los mundos oscuros
desde esta altura,
y ver lo eterno de las huellas
lo lejano de los rastros arcaicos;
Puedo contemplar
el brotar de las eras
y la agonía diluvial
de los ciclos y los soles caóticos,
y las estelas verdes de las lejanas luces
y el imperceptible girar de las galaxias.
Puedo surcar de mis estelas blancas
los eternos, constelados abismos
y buscar los rastros
de las bandadas migratorias
de pájaros olvidados.

...Y horadar los espacios curvos
recorrer los mundos metálicos
y descender al séptimo infierno,
a lo más profundo
de la pirámide cósmica,
a lo mas profundo...
...desde el séptimo piso
del zigurat de Babilonia.

Puedo contar los siglos
y atravesar veloz,
alado, en mis lumínicos navíos
sus intersticios,
buscar los núcleos
y enterrar las ruinas
y soplar con los vientos
en las remotas islas,
hollar los antiguos arrecifes
y transgredir los mares
y otear en las playas
lo crepuscular del ocre de la arena
del azul de prusia
de la nebulosa de Centauro,
lo malva de los troncos fósiles,
lo rubio azul de los soles perdidos,
lo redondo caliente blando
de los rincones ocultos.

Y sentir este transparente silencio
y hundirme en el color brillante
de la cara oculta de la mente.

Puedo contemplar
la evolución de los mundos oscuros
y el florecer de algodones galácticos
en las graveras estelares
y ver lo eterno de las huellas
lo lejano de los rastros arcaicos
lo apagado de la tarde azul
que se mece lentamente ...

...Y trepar a los cúmulos
y alcanzar a los cirros
en su desvahida fuga universal,
en el silencio frío
de las altísimas regiones siderales.

Todo lo puedo hacer
desde esta altura de arcilla,
peregrino del cosmos,
asceta de bronce,
los pies descalzos en la arena húmeda..

... Desde el séptimo piso
del zigurat de Babilonia.

1972






sábado, 27 de octubre de 2012

























(A T. Mann, G. Mahler y L. Visconti)

Soy él, como un fantasma, fallido
el corazón entre la arena. Tiempo
de la desolación, agobio del espacio vacío
como un sueño de prolongado espanto
dando paso taimado a las ausencias,
al silencio transido de lo oscuro.
¡La peste! La peste proyectando en el espacio
de un Adriático interno y oriental
su frialdad veraz, sobrecogida,
impregnando las piedras desoladas.
La peste como el tiempo; como la veta negra
de una ciudad de mármol acunada en estacas,
sobre un lecho de barro; marea de silencio
de la plaza inundada, de la invernal basílica;
arrullo de laguna invadiendo el espacio
inexorablemente sumergido;
como el frío de un estación perenne
irreversible y última; la peste como el llanto
donde el tiempo se ensaña en el fulgor
efímero del arte, en el lado espantado
de las piedras, en el espacio absurdo
que sucede a las lápidas.

Soy él, y soy yo mismo, invadido de lodos
y de légamos, muy lejos de la helada basílica,
de la ciudad de mármol; sobre el lecho real
en el que estoy tendido, donde constato
la misma soledad, el mismo llanto,
la misma frialdad espantada en las piedras,
el mismo tiempo absurdo e inundado,
la misma cercanía de las lápidas.



Tu nombre

Tu nombre en cada lágrima,
tu nombre la amargura vacía y repentina
sobrevenida y ácida que me anega
y me muerde , desde dentro, del llanto
que vierto como un círculo callado ,
inconfesable.

Los días soslayados que humedecen
las páginas que hemos dejado en blanco,
como círculos de agua, como anillos de plata
desfasados y ocultos.

Tu nombre en cada gota que borra las palabras
diluido de golpe, robado, detenido.
Tu nombre el llanto súbito que enjugo
y que reprimo y brota aún más sincero
más adulto y amargo.

Perdido como un sueño, como una helada
ráfaga que barre de improviso
todo lo que he creído, la apariencia difusa
de todo lo que has dicho, el recuerdo impreciso
de todo lo que hicimos.

Tu nombre en cada lágrima más agria y derrotada
donde huyo burlado, destruido y perplejo.
Tu nombre silenciado porque no lo pronuncio
ni estás para nombrarte. Los días desabridos
que siguen a tu ausencia, el corazón inerte,
vencido, aniquilado.

Mi voz que capitula porque el primer poema
desolado y acérrimo que me inspira tu nombre
será también el último.

jueves, 6 de septiembre de 2012

CRISTINA ROJO. DESCANSE EN PAZ

Quizá nada que ver tuvieran
los muertos con los vivos
ni con los astros , las flores o las olas
y si embargo adquieren el día de su marcha
un halo especialísimo, como un fulgor de luna
de noche despejada y grandiosa
como un aroma puro de lavandas violetas
como un rumor profundo de playa y de marea;
porque en todas las lágrimas se me agolpa el sonido
del batir de sus alas y la atmósfera
intensa de un campo en primavera
y su honda presencia que brota en la memoria
y me llama despacio a contemplar la escarpa
brusca y acantilada donde la tierra acaba,
…donde empieza el océano.

(A.P.)



CONCIENCIA

Solo queda la pálida voz,
esa voz
que se desmorona en tristezas,
en el tic-tac de relojes moribundos
mecidos en cunas de niñez y arena.

Esa voz interna que nunca duerme,
que anida en leprosos bolsillos
fecundos de soledad,
y en esas ciegas noches
donde la luz perece,
se oye el bramido azul de su misterio.

Sus cantos de sirena
no hacen tumba en las peñas,
inútil es atarse a mástiles de cera,
ni el mismo Ulises pudo
conjurarla en el cielo.

Y es así como esa voz nos sobrecoge
el día de nuestra boda con la tierra.


Cristina López Rojo
Julio 2012



miércoles, 29 de agosto de 2012


De Zhivka Baltadzhieva


ULISES


A la playa de Ítaca
me trajeron dormido,
un cuerpo inerte sólo.

Primero
no me reconocieron
y después nadie me preguntó
nada.

He matado a los pretendientes.
Y más

no tengo que navegar.

No tengo que inventarme.
No tengo que inventar nada.
No tengo que ser
otro.

No tengo que ser.

Ni siquiera yo
sueño con Odisseo.

Mi fuga
a lo real

se ha cumplido.



sábado, 11 de agosto de 2012




El mar donde la muerte.(II)
“ En el principio solo fueron el silencio y el mar” (Tales de Mileto)
“… y será el mar tal vez donde la muerte”. (Jose A. Gomez Coronado)
“Porque todo va al mar…” (Francisco Brines)


Mas allá de la noche leve y enmudecida
en el límite opuesto del océano
me convocaba el mar.
Yo acudía a su cita irresistible
como un vértigo sordo y solitario
hacia un mundo de islas y dioses ancestrales.
Yo huía, retornaba hacia el último azul,
hacia su vastedad de luz cristalizada
y su blanco destello de infinito.
Era la voz atávica de un horizonte
dejado atrás, como el último puerto
abandonado para siempre en la infancia,
persistente llamándome desde el umbral
recóndito donde esconden los pájaros
del tiempo su vuelo de silencio.

Y en el mar se escuchaba un eco inacabable,
un aleteo tenue de sirenas, un canto
reiterado y secreto entre las olas
y las horas pausadas prometían lejano
un fragor constante de arrecife.
Enfebrecido el mar, por la furia de un dios
triste y airado, levantaba nocturno
su ira oscura, desolada y salobre. 
Yo transgredía viejas cartas de marear
y primitivos mapas hace tiempo heredados
de pilotos fenicios, y navegaba indemne
entre Escila y Caribdis y añadía más horas
al giro del planeta y la tarde de bronce
se llenaba de naves victoriosas
de nuevo en Salamina; porque aquella batalla
volvía a ser ahora y decidía el destino del mundo.
Yo bogaba otra vez en la ligera nave del divino Odiseo
porque mi espíritu de navegante eterno
regresaba a la patria olvidada de juventud
con la nostalgia honda izada entre la jarcia
sobre el azul profundo de las olas.

Y mi periplo errático no avistaba la tierra
y una luz implacable de sal y de diamante
envolvía mis días de la fúlgida costra
que destruye despacio la memoria.


II.-

Apareció de pronto; su mirada
encontraba la mía; una humedad nocturna
de paraje lejano, de espuma oscurecida
y cósmica, brillaba en sus pupilas.
Despertaba despacio, amanecía
con un incendio metálico y azul
prendido entre los labios y la tibia caricia
de su arena acogía mi cíclica derrota .
Y me ofrecía su  piel de alba y caracola
donde la playa blanca era infinita,
donde los días no hubiesen terminado,
eternos el amor y el olvido!

Y estaba allí, al fin hallada, isla
revelada y tangible, elegida de príncipes,
fúlgida como el oro de Tracia y de Micenas,
nacarada ofreciendo la arena de su orilla,
inequívocamente heleno el rizo
sobre el engobe rubio de la crátera,
violeta sobre la piel del mar,
dorada en la extensión inmensa del crepúsculo,
embriagadora y bella como un regalo
de los dioses preñado de saqueo.
Estaba allí, perfilada de azul,
encallada la firme carena de mi nave
en la humedad rosada de su playa.


III.-

Y se perdió después en el olvido,
y se que ya no existe, que su fulgor de mar
y de pasado era el resto dormido 
de una ciudad vencida y silenciosa.
El tiempo fue el vendaval terrible
que arrasó nuestros nombres
como un rumor oculto en el eco lejano
de la lluvia, sepultados los días,
en una tumba de agua donde yacen
las ánforas que guardan la memoria
de todos mis naufragios.

Yo retorné a mi senda perenne y sumergida,
a mi absurda  nostalgia de galerna
y sus ojos vertían,  transparente, otro sueño
perdido, y en sus labios ahogaba un incendio
inmolado y desnudo de mar inhabitable
y sus lágrimas regresaban conmigo
hacia las olas, porque todo es regreso,
porque al fin todo vuelve al punto de partida
como el largo silencio escondido de los pájaros.

Más allá del difuso contorno del océano
solo otro mar espera donde la sed
se apaga y el tiempo y la memoria
se ciernen para siempre de sombra
porque todo va al mar, a otro mar sin orillas
que existe insoslayable al fin de todo mar.

Agosto 12

jueves, 2 de agosto de 2012

Lecho.-

Te he amado sobre el mar, mi único lecho
porque el mar fue la cuna, donde oí
el canto más temprano  del mundo
y el brillo de la arena en la marea baja
fue la firme promesa que el tiempo me hizo
tantas veces de infinitud y amor en el crepúsculo.

Te he amado sobre el mar y el oleaje
se bordó de la espuma blanca de tus “te quiero”
y te he seguido amando aunque los cúmulos
cubrieron de tristeza y de lluvia nuestra playa.

Te he amado sobre el mar porque su azul
profundo, su intensidad de sal y su latido
alzan el altar único donde la piel
se inmola y los ojos se abren para el amor
junto a otra piel transida de la plata
irisada de los seres marinos.

Te he amado bajo el mar, en el verde translúcido
y frío de sus aguas, como el ser no nacido
al que espera un exilio deslumbrado de lágrimas.

Y te amo bajo el mar, aunque apenas respiro
y giro a todas partes en esta inmensidad
sombría de sus ondas para seguir buscándote
solo donde la vida es libertad y sueño.

Pero el mar es el tálamo donde el amor naufraga,
donde tal vez su furia y la soledad de su alma
anegan los altares de esa efímera gloria
en el umbral exacto  del silencio.
Minotauros atroces rondan su laberinto
y se queda desierto, esquivo y desolado,
sumergido en un sueño de inconsciencia infinita
o en un llanto trágico de galerna.

Porque ya sabe entonces que no es mar
sino solo vacío, que su memoria es  líquido
y ronco lamento de la resaca y en el aire
y la luz ensombrecida de la playa, solo queda
el fulgor exiguo y apagado del nacar en la arena.

Y ahora te amo lejos del mar, con el dolor
de un regreso imposible hasta su orilla,
con la palabra rota del oleaje
que recuerda tu nombre, con la herida salobre
e incrustada de pólipos que ya no se me cierra.

Lejos del mar porque se que algún día
su seno, que fue cuna y fue tálamo y altar
inmarchitable,  será el último lecho donde oiga
el canto silencioso  de tu olvido.

martes, 24 de julio de 2012






















Besos.-


Tu piel es mineral como la noche cósmica;
tus besos, oleaje de orillas estelares
de infinitud azul y transparente.
Y regresa a mis labios el anhelo del viaje
sobre la nave  ligera de los días
que arribe hasta la playa de tu voz
y tu risa porque ellas son los pájaros
que de nuevo se posan, plateados y blancos,
en la arena amansada donde habito,
bajo el ábside sacro de inmensos arbotantes
que han tallado las olas; la catedral de roca
donde solo se eleva la plegaria del viento,
la oración del océano. Y hay un destello súbito
de nacar luminoso en las constelaciones
que transitan los pájaros, cuando el agua retorna
a la luz protectora de la espuma que rompe,
un brillo inmarcesible de diamantes minúsculos
en el fragor marino y en la marea dulce
de tus labios que vienen y se van
y que vuelven mientras todos los besos
se nos pueblan de estrellas de tu voz y tu risa
y de otro viaje azul de olas y de pájaros.

23.7.12

lunes, 23 de julio de 2012






























 PLAYA ESTELAR.-

viernes, 20 de julio de 2012

Tributo



Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventura
y seguí su dictado fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
ofrecida más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre sus largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno.

miércoles, 18 de julio de 2012



Vuelo.


Inamovible el vuelo ante mis ojos
de asombro plateado de gaviotas,
el mar se ensombrecía ante la larga playa
y escuchaba el latido visceral de la piedra
con la insistencia blanca de la espuma
descifrando los límites del mundo.
Y el soplo de la tarde desbocada de pájaros
avanzaba el enigma de la noche
sobrecogida y láctea.
Sobre el techo del mundo contemplaba
los pájaros que extendían las alas, inmóviles
sobre el viento y sobre el mar metálico.
Un destino de olas y naufragios,  de brisa
y soledad inmensa, se abría ante mi vida,
y una obsesión extraña de orillas estelares
se aferraba a mis manos y quería
que extendiera los brazos en el aire
y me embriagase del acerado grito
salvaje y gris del mar y de los pájaros
y siguiera su quiebro veloz y repentino
para volar con ellos a los altos cantiles
donde acaso detienen su permanente huida
y pliegan y reposan sus alas de ceniza,
ocultos a todas las miradas, en el límite
exacto donde termina el mar,
donde empieza la muerte.

domingo, 24 de junio de 2012


Piel

Pero aun me conmueve tu piel de piedra negra,
tus ojos vaciados de la vítrea pasta
blanca que hace tiempo quería parecerse
a una mirada. Y el tiempo no ha podido
con el arte que fue testigo fiel de tu misterio.
Aún estás aquí, oscurecida y fría,
ajena a mi existencia, inanimada,
y así estarás quizá durante siglos
hierática y eterna, inamovible en tu desdén
soberbio, porque tu piel de piedra
negra no podrá nunca abrirse
como cálida carne viva y enamorada
aunque el tiempo no quiebre tu belleza.

domingo, 3 de junio de 2012

Sosiégate   (De Justo Jorge Padrón)


Aterido sombrajo de tristeza,
¿Por qué lloras? No exijas lealtad ni nostalgia
a cuantos te quisieron. No mires a tus muertos,
ni al ramaje vacío del instante,
ni las palabras necias que jamás te comprenden.

Escúchate en el viento de la aurora,
en el sol que desciende deslumbrante
hasta tu corazón para seguir viviendo.
Aunque estés solo, aguanta en pie, que el pánico
y el fracaso jamás te inmovilicen.

Afronta a tus espectros, son los pálidos huéspedes
de tus ojos cansados. Una vez más, sosiégate,
deja pasar las horas intranquilas
y piensa que eres hombre afortunado
pues todavía alumbras la luz de tus quimeras.

J.J.P.