Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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domingo, 28 de octubre de 2012

Un poema de mis 21 años.

Puedo contemplar

la evolución de los mundos oscuros
desde esta altura,
y ver lo eterno de las huellas
lo lejano de los rastros arcaicos;
Puedo contemplar
el brotar de las eras
y la agonía diluvial
de los ciclos y los soles caóticos,
y las estelas verdes de las lejanas luces
y el imperceptible girar de las galaxias.
Puedo surcar de mis estelas blancas
los eternos, constelados abismos
y buscar los rastros
de las bandadas migratorias
de pájaros olvidados.

...Y horadar los espacios curvos
recorrer los mundos metálicos
y descender al séptimo infierno,
a lo más profundo
de la pirámide cósmica,
a lo mas profundo...
...desde el séptimo piso
del zigurat de Babilonia.

Puedo contar los siglos
y atravesar veloz,
alado, en mis lumínicos navíos
sus intersticios,
buscar los núcleos
y enterrar las ruinas
y soplar con los vientos
en las remotas islas,
hollar los antiguos arrecifes
y transgredir los mares
y otear en las playas
lo crepuscular del ocre de la arena
del azul de prusia
de la nebulosa de Centauro,
lo malva de los troncos fósiles,
lo rubio azul de los soles perdidos,
lo redondo caliente blando
de los rincones ocultos.

Y sentir este transparente silencio
y hundirme en el color brillante
de la cara oculta de la mente.

Puedo contemplar
la evolución de los mundos oscuros
y el florecer de algodones galácticos
en las graveras estelares
y ver lo eterno de las huellas
lo lejano de los rastros arcaicos
lo apagado de la tarde azul
que se mece lentamente ...

...Y trepar a los cúmulos
y alcanzar a los cirros
en su desvahida fuga universal,
en el silencio frío
de las altísimas regiones siderales.

Todo lo puedo hacer
desde esta altura de arcilla,
peregrino del cosmos,
asceta de bronce,
los pies descalzos en la arena húmeda..

... Desde el séptimo piso
del zigurat de Babilonia.

1972






sábado, 27 de octubre de 2012

























(A T. Mann, G. Mahler y L. Visconti)

Soy él, como un fantasma, fallido
el corazón entre la arena. Tiempo
de la desolación, agobio del espacio vacío
como un sueño de prolongado espanto
dando paso taimado a las ausencias,
al silencio transido de lo oscuro.
¡La peste! La peste proyectando en el espacio
de un Adriático interno y oriental
su frialdad veraz, sobrecogida,
impregnando las piedras desoladas.
La peste como el tiempo; como la veta negra
de una ciudad de mármol acunada en estacas,
sobre un lecho de barro; marea de silencio
de la plaza inundada, de la invernal basílica;
arrullo de laguna invadiendo el espacio
inexorablemente sumergido;
como el frío de un estación perenne
irreversible y última; la peste como el llanto
donde el tiempo se ensaña en el fulgor
efímero del arte, en el lado espantado
de las piedras, en el espacio absurdo
que sucede a las lápidas.

Soy él, y soy yo mismo, invadido de lodos
y de légamos, muy lejos de la helada basílica,
de la ciudad de mármol; sobre el lecho real
en el que estoy tendido, donde constato
la misma soledad, el mismo llanto,
la misma frialdad espantada en las piedras,
el mismo tiempo absurdo e inundado,
la misma cercanía de las lápidas.



Tu nombre

Tu nombre en cada lágrima,
tu nombre la amargura vacía y repentina
sobrevenida y ácida que me anega
y me muerde , desde dentro, del llanto
que vierto como un círculo callado ,
inconfesable.

Los días soslayados que humedecen
las páginas que hemos dejado en blanco,
como círculos de agua, como anillos de plata
desfasados y ocultos.

Tu nombre en cada gota que borra las palabras
diluido de golpe, robado, detenido.
Tu nombre el llanto súbito que enjugo
y que reprimo y brota aún más sincero
más adulto y amargo.

Perdido como un sueño, como una helada
ráfaga que barre de improviso
todo lo que he creído, la apariencia difusa
de todo lo que has dicho, el recuerdo impreciso
de todo lo que hicimos.

Tu nombre en cada lágrima más agria y derrotada
donde huyo burlado, destruido y perplejo.
Tu nombre silenciado porque no lo pronuncio
ni estás para nombrarte. Los días desabridos
que siguen a tu ausencia, el corazón inerte,
vencido, aniquilado.

Mi voz que capitula porque el primer poema
desolado y acérrimo que me inspira tu nombre
será también el último.