Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventuray seguí su dictado fúlgido y fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
que ofrecía más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre las largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno .
(De "Memoria de Naufragios")