martes, 24 de julio de 2012
Besos.-
Tu piel es mineral como la noche cósmica;
tus besos, oleaje de orillas estelares
de infinitud azul y transparente.
Y regresa a mis labios el anhelo del viaje
sobre la nave ligera de los días
que arribe hasta la playa de tu voz
y tu risa porque ellas son los pájaros
que de nuevo se posan, plateados y blancos,
en la arena amansada donde habito,
bajo el ábside sacro de inmensos arbotantes
que han tallado las olas; la catedral de roca
donde solo se eleva la plegaria del viento,
la oración del océano. Y hay un destello súbito
de nacar luminoso en las constelaciones
que transitan los pájaros, cuando el agua retorna
a la luz protectora de la espuma que rompe,
un brillo inmarcesible de diamantes minúsculos
en el fragor marino y en la marea dulce
de tus labios que vienen y se van
y que vuelven mientras todos los besos
se nos pueblan de estrellas de tu voz y tu risa
y de otro viaje azul de olas y de pájaros.
23.7.12
lunes, 23 de julio de 2012
viernes, 20 de julio de 2012
Tributo
Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventura
y seguí su dictado fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
ofrecida más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre sus largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno.
Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventura
y seguí su dictado fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
ofrecida más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre sus largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno.
miércoles, 18 de julio de 2012
Vuelo.
Inamovible el vuelo ante mis ojos
de asombro plateado de gaviotas,
el mar se ensombrecía ante la larga playa
y escuchaba el latido visceral de la piedra
con la insistencia blanca de la espuma
descifrando los límites del mundo.
Y el soplo de la tarde desbocada de pájaros
avanzaba el enigma de la noche
sobrecogida y láctea.
Sobre el techo del mundo contemplaba
los pájaros que extendían las alas, inmóviles
sobre el viento y sobre el mar metálico.
Un destino de olas y naufragios, de brisa
y soledad inmensa, se abría ante mi vida,
y una obsesión extraña de orillas estelares
se aferraba a mis manos y quería
que extendiera los brazos en el aire
y me embriagase del acerado grito
salvaje y gris del mar y de los pájaros
y siguiera su quiebro veloz y repentino
para volar con ellos a los altos cantiles
donde acaso detienen su permanente huida
y pliegan y reposan sus alas de ceniza,
ocultos a todas las miradas, en el límite
exacto donde termina el mar,
donde empieza la muerte.
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