Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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miércoles, 26 de febrero de 2014

Sosiégate   (De Justo Jorge Padrón) Aterido sombrajo de tristeza,
¿Por qué lloras? No exijas lealtad ni nostalgia
a cuantos te quisieron. No mires a tus muertos,
ni al ramaje vacío del instante,
ni las palabras necias que jamás te comprenden.

Escúchate en el viento de la aurora,
en el sol que desciende deslumbrante
hasta tu corazón para seguir viviendo.
Aunque estés solo, aguanta en pie, que el pánico
y el fracaso jamás te inmovilicen.

Afronta a tus espectros, son los pálidos huéspedes
de tus ojos cansados. Una vez más, sosiégate,
deja pasar las horas intranquilas
y piensa que eres hombre afortunado
pues todavía alumbras la luz de tus quimeras.

J.J.P







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El hilo que me has dado y que me guía
para escapar indemne de la bestia
que acecha dentro del laberinto.
Tu palabra lejana que se trenza a tu risa
y hiere mortalmente al minotauro
de soledad tenaz que me habitaba.
Tu hilo de sol, de sonido de olas que lleva
hasta la playa donde fulge la espuma,
ya fuera de estos lóbregos  muros;
el agua y su latido azul  que golpea
obstinada la oscuridad y el miedo;
tu voz en la distancia, tu hilo de luz,
el mar, el mar de pronto.

 
A.P.

martes, 25 de febrero de 2014


 



































Ninfas y Fauno por Adolphe Bouguereau (1825-1905)









L’aprés –midi d’un faune
                                                                        (A Adolphe Bouguereau, Claude Debussy y Vaslav Nijinsky)
Quizá fuese un castigo de los dioses
tener patas de cabra como piernas,
orejas puntiagudas como una bestia ovina
y ser continua presa de excitada
lascivia incontenible. O tal vez sea un premio
transitar por los bosques viviendo solamente
para el gozo supremo, la dulzura sagrada
de su unión con las ninfas que reclaman
con avidez oscura, su caricia recóndita
una vez y otra vez,  entregándose al éxtasis
de sus cuerpos desnudos.

Qué azar el de este fauno que resiste,
acaso débilmente, la insistente demanda
de las ninfas en el lienzo sublime
del pintor simbolista.
Quizá el requerimiento
pasional, sin embargo, le produzca cansancio,
tornado ya el amor en práctica manida,
agotada su fuerza, ciego ya a la llamada
de los cuerpos bellísimos.


Tal vez no le compensen la mítica lascivia
y el placer conocido la tragedia deforme
de sus patas de cabra, de sus cuernos de bruto;
quizá solo pretenda disfrutar de la calma
de Arcadia y de su umbría y tras la siesta plácida

escuchar la  cadencia del aulós  y el lamento
del aire a través de las cañas huecas de la siringa 
que suena con la voz de aquella que ha perdido.

Finalmente acallados los gritos de las ménades,
lejos ya el delirante festejo  enajenado
de los ritos de Dionisos, tal vez el fauno llora
en el claro de luna y el silencio del bosque;
ebrio de soledad y hastiado del furor

celoso de las ninfas


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