Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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martes, 20 de septiembre de 2011











Penélope.- (II)

Penélope me mira con sus ojos corinto
y hay un dolor oscuro en su telar
y una densa tristeza entre la sangre
con que tiñe sus labios de palabras ocultas,
y una luz que se filtra por el angosto paso
que cierran tormentosas las piedras de su escarpa.
Y aun se oye la vibración difusa de su lira
estrellada bajo la roca Leucade.
Pero aun vive, yo he visto el brillo de la hoja
afilada que esconde en su denso oleaje
la luz que ha cercenado tantas y tantas noches
mi amor de pretendiente; Una luz como un sueño
perdido dentro de un laberinto.
Penélope agita los largos rizos negros
y acecha sin descanso volando en torno al mástil
de mi nave y ronda ante su proa y se posa en su jarcia
y vigila mi boga y canta con su canto irresistible,
alado, dispuesta a devorarme hasta los huesos.
En sus manos un gesto solemne y afilado
ha dividido el mar de un solo tajo.
Penélope sostiene con sus manos serpientes
que muerden su ponzoña nocturna de amargura.
Yo me ato a su sangre, la que tiñe sus labios
de tristeza, y su telar oscuro donde teje y desteje,
con hilos desolados como el que lleva al centro
del mismo laberinto, la tormenta que estrella
mi nave entre sus rocas, al sueño estremecido
donde destella el filo de la hoja que cercena
mi amor de pretendiente. El vuelo de los hilos
rojizos de su telar oscuro, la extraña luz
oculta y afilada de sus ojos Corinto.


A. Piquer

martes, 13 de septiembre de 2011

Te espero.


En el punto exacto
donde está ausente el amor,
descansa mi corazón rendido,
herido de tanto duelo,
te espero.

No tengas prisa por venir
aún no ha llegado el tiempo.
La esperanza está tendida,
el desafío trazado,
las coordenadas en órden,
la silueta del faro,
la ilusión a resguardo.

Y mientras todo duerme dentro de ti,
la vida seguirá tejiendo,
con sus hilos infinitos,
la infinita red que cubre
tu espacio y mi tiempo,
tu tiempo y mi espacio.

En el punto exacto
donde habita el olvido,
se despereza la vida
y huyen las soledades,
te espero.

No tengas prisa por venir,
aún no ha llegado el tiempo.
Tengo que atar los temores,
trazar los sueños,
borrar las huellas,
buscar un rincón sereno
ausente de luchas lejanas.

Y mientras todo duerme dentro de ti,
la gravedad del universo
habrá conspirado para unir
tu espacio y mi tiempo,
tu tiempo y mi espacio.                                         

María Torres.

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lunes, 12 de septiembre de 2011























Blanquedad.

Muestras el color claro de tu parco vestido
cuando todo es pretexto que convoca
mi ascensión hacia ti como una trampa;
recurres al misterio dorado en que envuelves tu piel
de luz en el silencio y el eco de la niebla.

Y vuelve hacia el pasado la línea de tu cuello
que fuga al infinito y tu pelo se vierte
de pronto hasta un abismo de sueño y de penumbra
y el tiempo sobrevuela este árido desierto
cuarteado y reseco donde atisbas
yo no se qué horizontes.

Diría que me miras desde la exacta altura
en que encumbras tu sexo sobre el mundo,
tras el brillo escarlata  que descubre
el alarde crepuscular de tu deseo
porque solo contemplas tu imagen reflejada
en un cristal convexo que prolonga en la noche
tu vacia promesa.

Un ser alado exhibe la audacia de su vuelo
cada vez que tu paso golpea acompasado
el suelo que charola vertiginoso y ebrio
tu talón implacable. Y otros ángeles cubren
con sus alas vencidas el estigma que deja
en tu epidermis, violáceo, el silencio.

Pero no sabes nada, tan ajena a la sombra
sientes que todavía los días son aliados
que jamás harán presa sobre tu piel de pétalo;
ya no eres sino espejismo en la distancia inmensa
de un espacio desierto.

Solo tu canto queda como un eco perdido
excitando otros viajes australes, imposibles,
avivando la herida de un hado ineluctable,
la fatal trayectoria que lleva a las rompientes
de un seguro naufragio.

Mas tu pecho, tus pechos planetarios , magnéticos,
tus pechos orbitales, convexos y solemnes;
tus pechos navegantes, fluidos, oceánicos;
tus pechos acreedores de oleaje infinito
esquivos como dunas, ya solo minerales.

Oh tus rizados labios!, erguidos, submarinos,
tus labios predadores de fondos abisales,
superpuestos y ocultos como una aurora oscura,
tus labios torrenciales de lluvia entre la fronda
arcaicos como fósiles.

Oh tú, tú incansablemente!
Inacabablemente tú que desciendes pausada
tu desnudez abstracta por la escala del mundo
para llegar indemne hasta el lugar de olvido
donde postro ya fría y habitada de líquenes
perenne mi derrota

Solo una lluvia tenue empapa la memoria,
y su dorado líquido desciende cada noche
hacia los intrincados intersticios del sueño
y su helada caricia adormece la herida
interna que no cierra.

Porque ya no hay respuesta para este sueño estéril
gélido y geométrico, axial, cristalizado;
solo una playa inmensa blanquecina y tendida
sin viento ni mareas, solo un sol que no gira
cenital y perpetuo .

A qué buscar lo oscuro de tu lejano origen
el ascendiente torpe que derivó la infancia
hacia otras latitudes si pasados los años
no encontramos la senda.

Quebrada la esperanza luminosa del arte
cuando el humo continuo de las exiguas velas
ennegrecía los iconos antiguos y la clave del mar,
la destellante palabra de la espuma
pugnaba su llanto acumulado contra el rugido
metálico del tiempo.

Ni las aves que súbitas se espantan en la noche
ni un rumor oceánico en mis ojos
nos llevaron de nuevo a aquella arista blanca
donde fulge la luz en los muros de cal
y las azules cúpulas, en donde las campanas
convocan a las olas.

Qué infierno cada noche!
qué amenaza de llanto cada ausencia, 
qué airada podredumbre de los días
sumidos en la sombra!
Oscurecidos ángeles huían impotentes
bajo nimbos inmensos como veloces pájaros
de trayecto imparable.
Qué baldíos los ángeles que fuimos,
qué proscritos!

Sobre estas vastedades, que brillan cristalinas
en el labrado borde de los inmensos cálices
de la mar silenciada donde tu hiel se vierte,
nada me orienta ya, me guía, me introduce
en el furtivo espacio de destello salino
donde tus manos líquidas amanecen desiertas,
donde tu altar secreto extinguió su rescoldo
donde mis manos tristes derraman al vacío
la solitaria lágrima blanca del desengaño.

Así el amor, amor, el que dijiste tuyo;
tal el amor, el que te dije mio;
convertido en la nada, blanquedad
de la muerte, mucho antes de la muerte.

A. Piquer