Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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martes, 30 de julio de 2013


Un hombre y una mujer.

 
Aprendíamos despacio un nuevo idioma
para hablar  con la vida, entendernos con ella,
comprender su mensaje y su promesa.
Aprendíamos que tenía momentos
de intensidad profunda  donde  era poesía  
y  belleza su palabra.  Lo contaban
Truffaut, Rohmer, Godard, Lelouch:
Aquella foto en sepia del hombre a contraluz
paseando a su perro en el crepúsculo
o aquel  audaz travelling circular rodeando
la belleza del amor sobre la playa desierta
donde solo se oía el rumor de las olas
y el estridente grito de los pájaros.
 
Comenzamos la vida al borde de un arroyo
nuevo y tumultuoso y  también fuimos
un hombre y una mujer  y nuestras voces
cantaron quedamente  bada  bada  ba, bada bada ba,   
y creímos en ella como una posibilidad,  como una esperanza;
un hombre y una mujer forjando una vez más
la trama del azar, el corazón alegre,
con la música   dulce y vital de una rítmica samba,
haciendo la elección de un romance
que una y otra vez inevitablemente terminaba.
 
Los años  han pasado como en una carrera
de antiguos automóviles, como piezas históricas,
(ya terminaron las 24 Horas de Le Mans
Y el Rally de Montecarlo)
retirados en la noche lluviosa de tan largo trayecto,
los encuadres, los planos, las secuencias
intensas de los días pasados, transcurridos
como en una película  sin que apenas
recordásemos los detalles del script o el atrezzo
para poder  rodarla con cierta coherencia.
 
Y ahora,  tras todos nuestros suicidios,
transcurridos los años hubiéramos querido
que nuestras voces hubiesen dominado este tumulto,
que nos hubiesen amado como a héroes.
Y al final, sin embargo,   nos tomarían  por idiotas
que se han quedado aquí, haciendo círculos en el agua.
 
Mais, aujourd’hui  c’est  toi  y con nuestro pasado
como guía quisiera reencontrarte sobre la arena
de la playa desierta,  en la última estación
al final del trayecto de este tren detenido
para abrazarte amor, ya para siempre;
volver a ser un hombre y una mujer,  bada bada ba,
aunque no hubiese cámara que hiciera
con travelling audaz y circular, de nuestro abrazo
tan solo una película, porque en la larga sombra
que ahora proyectamos, en  el nombre  de nuestro amor
antiguo, hay ya  cierto sabor de un algo eterno.
 
A.Piquer  30 Julio 2013



domingo, 28 de julio de 2013


"Olympia"  Edouard Manet  1863
 
 Olympia
 
¡Amante, amante era el destino de la luz!
 (Vicente Aleixandre. Sombra del Paraíso)

He sabido tu nombre de hembra de carne y hueso
detrás de ese otro nombre de piedra blanca
que convoca a los dioses,  de urbe grandiosa y sacra
tornada en llamarada de luz pintada  al óleo.

Ayer  te contemplaba  en el almuerzo
sobre la hierba cálida y volvías tus ojos
con calma indiferente . Parece que estuvieras
siempre desnuda como una flor nacida
en la blanca primavera del mundo
solamente esperando la  sucesión de tus amantes
y la mano que cubre tu sexo último
reservase su gozo más glorioso
al  futuro susurro mineral de la noche.

Con ojos asombrados te descubre,
su contrapunto de oscura tez,  felina ocultamente
y te ha traído a ti, menguante luna despejada y traslúcida,
envueltas  en   papel   como en un oleaje
las flores en el agua que llegasen
hasta la arena blanca de tu piel como una playa.
 
Y he sabido tu nombre mademoiselle  Victorine,
la gargantilla negra  rodeando tu cuello,
la línea que separa la discreción serena
en la voz y los labios y la pasión desmedida
de tu piel, la convulsión del instinto y de la sangre,
del sexo desatado como un río, helado manantial
en el fragor silencioso de lo oscuro,
blanquísima tu piel sobre el blanco del lienzo,
sagrada meretriz, inmarcesible hembra,
isla casi infantil habituada al golpe de las olas,
símbolo taoísta, naciente sol, alma tan solo!
Solamente  la larga  travesía de una nave pretérita
naufragada de óxidos llegaría hasta ti sobre el océano
del tiempo ineluctable donde flotan los icebergs.
 
No me importa. Quien pudiera haber dicho:
“con ella hice el amor, la Olympia de Manet,
en su boudoir francés verdoso y pardo,
sobre el frío lejano de un continente blanco,
sobre su lecho blanco de remetidas sábanas,
sobre el mantón bordado de dorados flecos;
que recogí su orquídea y la puse otra vez
en su pelo castaño ya mitigado su jadeo y su éxtasis.
Que fue allí  tropical crepúsculo encendido
como una sombra de alas violeta,
como la soledad de una herida en el cielo,
como el dolor de su luz agonizante.

El tiempo es el amante que rechazas
y al que niegas tu sexo. Ya no puede  tocarlo
porque en su clara  hondura de gozo insuperable
late el misterio del arte y de la historia
que cantan para siempre la única pasión,
la fiebre de la especie, el sagrado placer  
de la  perfecta  unión entre los cuerpos.
¡Hembra blanca y desnuda  ofrecida por siempre
como única razón ante la muerte!

 

A.Piquer  28  Julio 3013

 

sábado, 13 de julio de 2013




"De dónde venimos? Quienes somos? A dónde vamos?" Paul Gauguin 1897.















A Paul Gauguin

 I.- De dónde venimos?

Venimos de la sombra del mar interminable,
de un tiempo inamovible que no existe,
de la eterna inconsciencia de la nada
hasta donde la vida empieza todavía sin nombre.

Venimos desde una patria que se llamaba infancia,
cuando en los ojos, que se abrían apenas,
la luz sembraba la brizna fugitiva del asombro
e iluminaba las islas de los mares remotos
donde siempre habitaron el sosiego y el éxtasis.

Y aunque los días pugnan incansables
por hacernos su presa todavía es el  tiempo
para nacer de nuevo como  niños sin rostro,
muy lejos de la absurda estulticia
de las sordas ciudades, en medio del océano,
donde el coral esconde un mar de transparencia
turquesa y absoluta, donde la luz
pronuncia un “Ia orana” y el aroma fragante
que exhala la floresta se llama “Noa Noa”.
Aha oe feii? (Estás celosa?) Óleo osobre lienzo  1892.

Allí, en el silencio de las noches del trópico
podremos  escuchar la dulce, murmuradora música,
el latido más hondo del pecho en armonía
con los hombres y el mar, la montaña y el bosque,
libres  al fin para poder cantar, crear, amar, morir.

II.- Quienes somos?

 Y Las islas revelan su piel feraz y oscura
esmeralda y agreste, como un inmenso canto
de horizonte  enigmático, como una fruta exótica
y prohibida que ofrece sin embargo,
simultáneo el sabor  amargo y dulce de la verdad.

Mahana no atua ha llegado, el día de los dioses;
ha traído el ensueño nave nave moe
del exquisito fruto que prohibieron
otros dioses mezquinos,  temerosos
del canto jubiloso  de la naturaleza
donde la piel se ofrece dorada y florecida
y en la fronda umbría  en la que nacen
oscuros manantiales,  las mujeres murmuran  su deseo, 
desnudas y excitantes en el palacio inmenso
que levanta la selva plena y originaria.  
Vairaumati tei oa. Su nombre es Vairaumati. Oleo sobre lienzo
Muy lejos aquel cristo enflaquecido
ante el que oraban con sus tocas blancas
al salir del sermón las mujeres bretonas,
y su mudez  perenne y amarilla.

Vairaumati aspira el humo de un cigarro
mientras extiende lenta a sus pies el pareo
azul oscuro y blanco. Su desnudez de bronce
espera al dios  Taaroa mientras se muestra espléndida.
Vaitauni va hacia el río, su cuerpo de oro
excita los  sentidos para el amor;
sus pechos son la fruta más hermosa y más tierna
y yo soy Taaroa, el dios que está esperando
para abrirle las puertas del mismo paraíso.
Mi vahiné  es sutil, es sabia porque es inocente.
Al fondo de sus ojos un enigma se esconde,
indescifrable y hondo como el tiempo.

Sus ojos me convocan con la palabra clara
del cálido deseo y sus muslos se abren
como un líquido magma al fondo del océano.
En el hondo silencio tropical y distante
escucharé la música de su oscuro latido
de sus dormidos ojos, del murmullo lejano
del manantial sagrado que transitan las almas
para ir hasta la playa donde rompen las olas
sus espumas más puras, ya libre, ya salvaje,
desnudo y solitario ante el mar y la muerte.


Me sonríe y me llama a su cuerpo
y la Tiaré florece humedecida por el dulce rocío
y se abre como una ola mansa
que descubre la arena en la marea baja,
como la suave flor de Fanatea;
y el tiempo se diluye en la hora del gozo
en la ternura cálida de un juego de caricias
que crece sin palabras y penetra despacio
en el silencio denso de su  noche más íntima.

Te arii vahine. La más bella. Óleo sobre lienzo 1896

Su risa me ha llevado hacia otros mares
más allá de los siglos por encima del tiempo,
en la leyenda bárbara en que habita,
porque su piel desnuda esplende en las  riberas
de los ríos ocultos; porque solo sus labios
son ahora mis dioses.  

Desnuda sobre el lecho, en mitad de la noche
cree que la vigila el alma de algún muerto.
Manao Tupapao. Pero los muertos duermen
y mi cuerpo entrañado en el suyo es el único fruto,
el gozo verdadero, la exclusiva belleza
que acaso permanece, fugaz, como una exigua llama
Manao Tupapao. El espíritu de los muertos vigila. oleo sobre lienzo. 1892
encendida un instante, como la flor de Ahuari
entre la fronda inmensa.

Y traza sin descanso sobre el lienzo
el sereno perfil  de su piel ocre y verde
mi pincel;  la proporción  gozosa de su cuerpo,
su torso y sus caderas de oro oscuro , sus labios anchos,
sus ojos marfil negro, el contorno violeta de la noche
que bordea su lecho, el rosa amanecer sobre la arena
y el azul insondable hondo y cobalto de las olas,
las flores cadmio y zinc de su pareo,
el bermellón intenso de la fruta del mango
el fucsia malva azul anaranjado del reflejo
cambiante en las riberas.  La pintura el  poema;    
los colores espléndidos del alma,  
prestos e  inacabables que brillan en los lienzos!


III.- A dónde vamos?
Los dioses son azules, oscuros y pétreos
Tikis inamovibles en sus enclaves  mágicos;
entre la fronda escrutan las aguas y la tierra
bajo la noche enlutada e inmóvil
y la niebla se cierne sobre el verde profundo
que ha cubierto la milenaria calma
del volcán. En su quietud pervive
todo este mundo extraño y primitivo.
Hina la diosa del amor con senos de mujer
e Hina, terrible,  la diosa de la muerte
eran la misma diosa.
La juventud deviene sin intervalo apenas
en una oscura anciana de agrisados cabellos
que ha cubierto su rostro entre las manos.

Un angel de alas blancas se me acerca,
tal vez aquel que disputaba con Jacob;
y precede a un anciano que aparece
con un reloj de arena entre las manos;
puede ser que este hombre envejecido
que simboliza el tiempo me lleve al infinito.

Pero cuando anochece un extraño silencio
ha invadido la isla, ni siquiera los gritos
de los pájaros turba su quietud absoluta
y las hojas que caen ya secas son el roce
Imperceptible del espíritu.
"Never More"  (Pau'ura acostada) Oleo sobre lienzo. 1897

En Atuona, Hiva Oa, en Las Marquesas
todo se ha oscurecido;  terminaron las danzas
y las dulces canciones se apagaron 
solo el viento  incansable zigzaguea  en las ramas
y la tormenta se adueña del océano.
Parece que las islas se hubiesen sumergido
en el espacio penetrado por la noche.

Entre los rojos árboles del mango y la papaya
se alza una cruz y un abismo en silencio
donde se lee un nombre.
En la playa hay jinetes que pasean despacio
pero un caballo blanco que bebe en la ribera
espera ser montado. Ua mate Koké, ua pete enata.       
Hoy ha muerto Gauguin, y ya estamos perdidos.

“Vosotras, leves brisas del Sur y del Sureste
que os juntais en el juego y las caricias
daos prisa  para correr unidas  a la vecina isla;
encontraréis allí a aquel que se ha marchado
sentado ya a la sombra de su árbol favorito.
Decidle que , sin duda, me habéis visto llorar”.


A. Piquer.  Julio 2013




jueves, 11 de julio de 2013


 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Súplica a los poetas.

Habladme, sí, vosotros, que tuvisteis
el privilegio de la voz más honda,
de la palabra bronca, sincera y contundente,
de la palabra rota que llegaba hasta el alma
porque brotaba también de vuestra herida.
Dadme un verso, ángeles de la sombra,
humanos fieramente, aunque sea de calibre escaso
su munición futura; un verso seco
pero de estopa o yesca que prenda en un poema,
un lucero lejano, un destello fugaz
en la calma del mar desde la vista
de un cementerio costero en el crepúsculo.
No os exijo gran cosa; no llegaría nunca
a escribir una oda, ni acaso en la ceniza;
o pretencioso, a habitar allí donde el olvido
o jactarme de un peritaje en lunas.
Quisiera un solo surco de la estela
del barco de algún marino en tierra,
el ángulo minúsculo de una sombra
cerca del paraíso, la brizna de algún beso
tibio aún y otoñal, caído a tierra.
Será la humilde voz que yo os deba a vosotros.
Porque intento escarbar,  en esta tierra negra
que hiede ya en el fondo de la fosa
vacía que ahora soy, inútilmente;
en busca de la voz que alentaba hace tiempo
mi palabra salobre como un légamo
de lecho portuario; porque busco
un ápice siquiera del sonido del mundo.
Dadme la voz, cualquier breve palabra
que ya os sobre.  El verso más pequeño.
Porque mi pluma ya no sabe escribirlos,
y solo llena  el papel de manchas ilegibles
de tinta emborronada con sus lágrimas.

 
A. Piquer  9-10 Julio 13