Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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sábado, 22 de diciembre de 2012

Orangután.  
                                                                   ( A Diane Fossey, Jane Goodall y Biruté Galdikas)

Soy la bestia que habita, primitiva , en la jungla
intrincada y verdosa del tiempo transcurrido;
yo soy la ajada senectud anatómica
del animal en todo parecido a lo humano
en cuya mente tosca se alberga la tristeza,
el ser antropomorfo que no llega a ser hombre,
encanecido el pelo y el músculo caído,
el abdomen hinchado porque ninguna espuma
brota ya del erguido sueño tumultuoso  de juventud.

Solo soy la memoria del remoto pasado
que se extingue en la niebla de las islas australes
donde latió un destello de viva llamarada
rojiza y repentina minúscula en la fronda
del hoy ya  gris marchito de mi pelo.
Dame la mano, ven , requiero tu cuidado,
la atención protectora de tu discernimiento
inteligente . Ven conmigo a este habitat
de entristecidos simios, a mi bosque de noches
torrenciales y oscuras de soledad monzónica.
Retorna a tu pasado, desdeña un solo instante
el grado evolutivo de tu especie.
Te llevaré a mi tiempo de selvática infancia,
a un hogar escondido de lluvia y clorofila
en la naturaleza feliz y originaria del comienzo del orbe.

Porque es verde esmeralda el corazón del mundo,
porque tu piel humana, el tacto tierno y cálido
de tu pecho desnudo es la dicha futura
de un amor del espíritu superior y lejano
que aún no he comprendido. En su regazo blanco
con gozo indescriptible volveré a despertarme,
vencidas las fronteras que escinden las especies
cuando haya transcurrido la edad del universo.


A.P.  Dic 12




miércoles, 12 de diciembre de 2012

Alfredo Piquer

Madrid, 2012
ISBN: 978-84-938009-8-7
102 páginas, 14 x 21 cm.
Rústica con solapas
Colección Netwriters Poesía, 2

Comprar:   pedidos.legados@gmail.com
(Precio: 10 euros (IVA incluido)



Presentación:

Miércoles 19 de Diciembre .   19.30 h.
Asociación de Escritores y Artistas Españoles
c/  Leganitos 10   Madrid

Presentan:  Enrique Gracia Trinidad y Emilio Porta
Con la asistencia del autor

“Y tu estás sobre el agua con todo tu misterio, luminosa y reciente.
Milagro y medicina de mi cuerpo vencido”
(Diego Jesús Jimenez. Crepúsculo en las aguas del Jucar. De “Bajorrelieve”)













Regresas en la memoria blanca de las olas,
en su espuma de besos y en el gozo
salobre del océano; vuelves de un sueño
y brotas de la niebla violeta del crepúsculo,
del esplendor temprano de la cárdena noche
que augura inmensamente el silencio sagrado
de su canto estelar. Oh remisión, promesa,
soledad de la arena que levemente riza
el viento del desierto desolado,
lejanía diluida de pronto; tallado habita
en el sillar del tiempo el sagrado pronóstico,
la secreta inscripción que anuncia tu retorno.
Se que estarás aquí porque ahora somos
paulatino paraíso de mutua pertenencia,
progresiva simbiosis de sombra desvelada;
tu eres el moteado animal velocísimo
que palpita vigilante en la ausencia
como las almas desnudas de los muertos
que abandonan el mar donde subyacen
y vuelven a la tierra cuando gira el planeta,
como violetas y azules amapolas
susurrando su canto de invierno en las alturas,
gozoso hallazgo a pesar del tiempo desfasado,
mano blanca que siento cálida y encendida;
tu eres el animal bellísimo que adopta
mi orfandad y protege mi exilio.
Vienes sobre las olas y en el aire del mar
con el ardiente viento que levanta su arena,
con la cárdena noche que inmensamente augura
la única gloria oscura e infinita
del amor, su salvación absoluta y efímera.





domingo, 2 de diciembre de 2012

...Vendrán las amapolas como vienen
las almas de los besos, abandonando el mar
a brotar en la tierra de nuevo en primavera
susurrando su canto y su oleaje
de pradera y de viento
y sentiré ese otro tiempo efímero
y rojo de la pasión que brota renovada
para cantar la gloria de un paisaje
encendido de besos en silencio.

sábado, 24 de noviembre de 2012




Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventura
y seguí su dictado fúlgido y fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
que ofrecía más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre las largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno .

(De "Memoria de Naufragios")

domingo, 28 de octubre de 2012

Un poema de mis 21 años.

Puedo contemplar

la evolución de los mundos oscuros
desde esta altura,
y ver lo eterno de las huellas
lo lejano de los rastros arcaicos;
Puedo contemplar
el brotar de las eras
y la agonía diluvial
de los ciclos y los soles caóticos,
y las estelas verdes de las lejanas luces
y el imperceptible girar de las galaxias.
Puedo surcar de mis estelas blancas
los eternos, constelados abismos
y buscar los rastros
de las bandadas migratorias
de pájaros olvidados.

...Y horadar los espacios curvos
recorrer los mundos metálicos
y descender al séptimo infierno,
a lo más profundo
de la pirámide cósmica,
a lo mas profundo...
...desde el séptimo piso
del zigurat de Babilonia.

Puedo contar los siglos
y atravesar veloz,
alado, en mis lumínicos navíos
sus intersticios,
buscar los núcleos
y enterrar las ruinas
y soplar con los vientos
en las remotas islas,
hollar los antiguos arrecifes
y transgredir los mares
y otear en las playas
lo crepuscular del ocre de la arena
del azul de prusia
de la nebulosa de Centauro,
lo malva de los troncos fósiles,
lo rubio azul de los soles perdidos,
lo redondo caliente blando
de los rincones ocultos.

Y sentir este transparente silencio
y hundirme en el color brillante
de la cara oculta de la mente.

Puedo contemplar
la evolución de los mundos oscuros
y el florecer de algodones galácticos
en las graveras estelares
y ver lo eterno de las huellas
lo lejano de los rastros arcaicos
lo apagado de la tarde azul
que se mece lentamente ...

...Y trepar a los cúmulos
y alcanzar a los cirros
en su desvahida fuga universal,
en el silencio frío
de las altísimas regiones siderales.

Todo lo puedo hacer
desde esta altura de arcilla,
peregrino del cosmos,
asceta de bronce,
los pies descalzos en la arena húmeda..

... Desde el séptimo piso
del zigurat de Babilonia.

1972






sábado, 27 de octubre de 2012

























(A T. Mann, G. Mahler y L. Visconti)

Soy él, como un fantasma, fallido
el corazón entre la arena. Tiempo
de la desolación, agobio del espacio vacío
como un sueño de prolongado espanto
dando paso taimado a las ausencias,
al silencio transido de lo oscuro.
¡La peste! La peste proyectando en el espacio
de un Adriático interno y oriental
su frialdad veraz, sobrecogida,
impregnando las piedras desoladas.
La peste como el tiempo; como la veta negra
de una ciudad de mármol acunada en estacas,
sobre un lecho de barro; marea de silencio
de la plaza inundada, de la invernal basílica;
arrullo de laguna invadiendo el espacio
inexorablemente sumergido;
como el frío de un estación perenne
irreversible y última; la peste como el llanto
donde el tiempo se ensaña en el fulgor
efímero del arte, en el lado espantado
de las piedras, en el espacio absurdo
que sucede a las lápidas.

Soy él, y soy yo mismo, invadido de lodos
y de légamos, muy lejos de la helada basílica,
de la ciudad de mármol; sobre el lecho real
en el que estoy tendido, donde constato
la misma soledad, el mismo llanto,
la misma frialdad espantada en las piedras,
el mismo tiempo absurdo e inundado,
la misma cercanía de las lápidas.



Tu nombre

Tu nombre en cada lágrima,
tu nombre la amargura vacía y repentina
sobrevenida y ácida que me anega
y me muerde , desde dentro, del llanto
que vierto como un círculo callado ,
inconfesable.

Los días soslayados que humedecen
las páginas que hemos dejado en blanco,
como círculos de agua, como anillos de plata
desfasados y ocultos.

Tu nombre en cada gota que borra las palabras
diluido de golpe, robado, detenido.
Tu nombre el llanto súbito que enjugo
y que reprimo y brota aún más sincero
más adulto y amargo.

Perdido como un sueño, como una helada
ráfaga que barre de improviso
todo lo que he creído, la apariencia difusa
de todo lo que has dicho, el recuerdo impreciso
de todo lo que hicimos.

Tu nombre en cada lágrima más agria y derrotada
donde huyo burlado, destruido y perplejo.
Tu nombre silenciado porque no lo pronuncio
ni estás para nombrarte. Los días desabridos
que siguen a tu ausencia, el corazón inerte,
vencido, aniquilado.

Mi voz que capitula porque el primer poema
desolado y acérrimo que me inspira tu nombre
será también el último.

jueves, 6 de septiembre de 2012

CRISTINA ROJO. DESCANSE EN PAZ

Quizá nada que ver tuvieran
los muertos con los vivos
ni con los astros , las flores o las olas
y si embargo adquieren el día de su marcha
un halo especialísimo, como un fulgor de luna
de noche despejada y grandiosa
como un aroma puro de lavandas violetas
como un rumor profundo de playa y de marea;
porque en todas las lágrimas se me agolpa el sonido
del batir de sus alas y la atmósfera
intensa de un campo en primavera
y su honda presencia que brota en la memoria
y me llama despacio a contemplar la escarpa
brusca y acantilada donde la tierra acaba,
…donde empieza el océano.

(A.P.)



CONCIENCIA

Solo queda la pálida voz,
esa voz
que se desmorona en tristezas,
en el tic-tac de relojes moribundos
mecidos en cunas de niñez y arena.

Esa voz interna que nunca duerme,
que anida en leprosos bolsillos
fecundos de soledad,
y en esas ciegas noches
donde la luz perece,
se oye el bramido azul de su misterio.

Sus cantos de sirena
no hacen tumba en las peñas,
inútil es atarse a mástiles de cera,
ni el mismo Ulises pudo
conjurarla en el cielo.

Y es así como esa voz nos sobrecoge
el día de nuestra boda con la tierra.


Cristina López Rojo
Julio 2012



miércoles, 29 de agosto de 2012


De Zhivka Baltadzhieva


ULISES


A la playa de Ítaca
me trajeron dormido,
un cuerpo inerte sólo.

Primero
no me reconocieron
y después nadie me preguntó
nada.

He matado a los pretendientes.
Y más

no tengo que navegar.

No tengo que inventarme.
No tengo que inventar nada.
No tengo que ser
otro.

No tengo que ser.

Ni siquiera yo
sueño con Odisseo.

Mi fuga
a lo real

se ha cumplido.



sábado, 11 de agosto de 2012




El mar donde la muerte.(II)
“ En el principio solo fueron el silencio y el mar” (Tales de Mileto)
“… y será el mar tal vez donde la muerte”. (Jose A. Gomez Coronado)
“Porque todo va al mar…” (Francisco Brines)


Mas allá de la noche leve y enmudecida
en el límite opuesto del océano
me convocaba el mar.
Yo acudía a su cita irresistible
como un vértigo sordo y solitario
hacia un mundo de islas y dioses ancestrales.
Yo huía, retornaba hacia el último azul,
hacia su vastedad de luz cristalizada
y su blanco destello de infinito.
Era la voz atávica de un horizonte
dejado atrás, como el último puerto
abandonado para siempre en la infancia,
persistente llamándome desde el umbral
recóndito donde esconden los pájaros
del tiempo su vuelo de silencio.

Y en el mar se escuchaba un eco inacabable,
un aleteo tenue de sirenas, un canto
reiterado y secreto entre las olas
y las horas pausadas prometían lejano
un fragor constante de arrecife.
Enfebrecido el mar, por la furia de un dios
triste y airado, levantaba nocturno
su ira oscura, desolada y salobre. 
Yo transgredía viejas cartas de marear
y primitivos mapas hace tiempo heredados
de pilotos fenicios, y navegaba indemne
entre Escila y Caribdis y añadía más horas
al giro del planeta y la tarde de bronce
se llenaba de naves victoriosas
de nuevo en Salamina; porque aquella batalla
volvía a ser ahora y decidía el destino del mundo.
Yo bogaba otra vez en la ligera nave del divino Odiseo
porque mi espíritu de navegante eterno
regresaba a la patria olvidada de juventud
con la nostalgia honda izada entre la jarcia
sobre el azul profundo de las olas.

Y mi periplo errático no avistaba la tierra
y una luz implacable de sal y de diamante
envolvía mis días de la fúlgida costra
que destruye despacio la memoria.


II.-

Apareció de pronto; su mirada
encontraba la mía; una humedad nocturna
de paraje lejano, de espuma oscurecida
y cósmica, brillaba en sus pupilas.
Despertaba despacio, amanecía
con un incendio metálico y azul
prendido entre los labios y la tibia caricia
de su arena acogía mi cíclica derrota .
Y me ofrecía su  piel de alba y caracola
donde la playa blanca era infinita,
donde los días no hubiesen terminado,
eternos el amor y el olvido!

Y estaba allí, al fin hallada, isla
revelada y tangible, elegida de príncipes,
fúlgida como el oro de Tracia y de Micenas,
nacarada ofreciendo la arena de su orilla,
inequívocamente heleno el rizo
sobre el engobe rubio de la crátera,
violeta sobre la piel del mar,
dorada en la extensión inmensa del crepúsculo,
embriagadora y bella como un regalo
de los dioses preñado de saqueo.
Estaba allí, perfilada de azul,
encallada la firme carena de mi nave
en la humedad rosada de su playa.


III.-

Y se perdió después en el olvido,
y se que ya no existe, que su fulgor de mar
y de pasado era el resto dormido 
de una ciudad vencida y silenciosa.
El tiempo fue el vendaval terrible
que arrasó nuestros nombres
como un rumor oculto en el eco lejano
de la lluvia, sepultados los días,
en una tumba de agua donde yacen
las ánforas que guardan la memoria
de todos mis naufragios.

Yo retorné a mi senda perenne y sumergida,
a mi absurda  nostalgia de galerna
y sus ojos vertían,  transparente, otro sueño
perdido, y en sus labios ahogaba un incendio
inmolado y desnudo de mar inhabitable
y sus lágrimas regresaban conmigo
hacia las olas, porque todo es regreso,
porque al fin todo vuelve al punto de partida
como el largo silencio escondido de los pájaros.

Más allá del difuso contorno del océano
solo otro mar espera donde la sed
se apaga y el tiempo y la memoria
se ciernen para siempre de sombra
porque todo va al mar, a otro mar sin orillas
que existe insoslayable al fin de todo mar.

Agosto 12

jueves, 2 de agosto de 2012

Lecho.-

Te he amado sobre el mar, mi único lecho
porque el mar fue la cuna, donde oí
el canto más temprano  del mundo
y el brillo de la arena en la marea baja
fue la firme promesa que el tiempo me hizo
tantas veces de infinitud y amor en el crepúsculo.

Te he amado sobre el mar y el oleaje
se bordó de la espuma blanca de tus “te quiero”
y te he seguido amando aunque los cúmulos
cubrieron de tristeza y de lluvia nuestra playa.

Te he amado sobre el mar porque su azul
profundo, su intensidad de sal y su latido
alzan el altar único donde la piel
se inmola y los ojos se abren para el amor
junto a otra piel transida de la plata
irisada de los seres marinos.

Te he amado bajo el mar, en el verde translúcido
y frío de sus aguas, como el ser no nacido
al que espera un exilio deslumbrado de lágrimas.

Y te amo bajo el mar, aunque apenas respiro
y giro a todas partes en esta inmensidad
sombría de sus ondas para seguir buscándote
solo donde la vida es libertad y sueño.

Pero el mar es el tálamo donde el amor naufraga,
donde tal vez su furia y la soledad de su alma
anegan los altares de esa efímera gloria
en el umbral exacto  del silencio.
Minotauros atroces rondan su laberinto
y se queda desierto, esquivo y desolado,
sumergido en un sueño de inconsciencia infinita
o en un llanto trágico de galerna.

Porque ya sabe entonces que no es mar
sino solo vacío, que su memoria es  líquido
y ronco lamento de la resaca y en el aire
y la luz ensombrecida de la playa, solo queda
el fulgor exiguo y apagado del nacar en la arena.

Y ahora te amo lejos del mar, con el dolor
de un regreso imposible hasta su orilla,
con la palabra rota del oleaje
que recuerda tu nombre, con la herida salobre
e incrustada de pólipos que ya no se me cierra.

Lejos del mar porque se que algún día
su seno, que fue cuna y fue tálamo y altar
inmarchitable,  será el último lecho donde oiga
el canto silencioso  de tu olvido.

martes, 24 de julio de 2012






















Besos.-


Tu piel es mineral como la noche cósmica;
tus besos, oleaje de orillas estelares
de infinitud azul y transparente.
Y regresa a mis labios el anhelo del viaje
sobre la nave  ligera de los días
que arribe hasta la playa de tu voz
y tu risa porque ellas son los pájaros
que de nuevo se posan, plateados y blancos,
en la arena amansada donde habito,
bajo el ábside sacro de inmensos arbotantes
que han tallado las olas; la catedral de roca
donde solo se eleva la plegaria del viento,
la oración del océano. Y hay un destello súbito
de nacar luminoso en las constelaciones
que transitan los pájaros, cuando el agua retorna
a la luz protectora de la espuma que rompe,
un brillo inmarcesible de diamantes minúsculos
en el fragor marino y en la marea dulce
de tus labios que vienen y se van
y que vuelven mientras todos los besos
se nos pueblan de estrellas de tu voz y tu risa
y de otro viaje azul de olas y de pájaros.

23.7.12

lunes, 23 de julio de 2012






























 PLAYA ESTELAR.-

viernes, 20 de julio de 2012

Tributo



Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventura
y seguí su dictado fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
ofrecida más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre sus largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno.

miércoles, 18 de julio de 2012



Vuelo.


Inamovible el vuelo ante mis ojos
de asombro plateado de gaviotas,
el mar se ensombrecía ante la larga playa
y escuchaba el latido visceral de la piedra
con la insistencia blanca de la espuma
descifrando los límites del mundo.
Y el soplo de la tarde desbocada de pájaros
avanzaba el enigma de la noche
sobrecogida y láctea.
Sobre el techo del mundo contemplaba
los pájaros que extendían las alas, inmóviles
sobre el viento y sobre el mar metálico.
Un destino de olas y naufragios,  de brisa
y soledad inmensa, se abría ante mi vida,
y una obsesión extraña de orillas estelares
se aferraba a mis manos y quería
que extendiera los brazos en el aire
y me embriagase del acerado grito
salvaje y gris del mar y de los pájaros
y siguiera su quiebro veloz y repentino
para volar con ellos a los altos cantiles
donde acaso detienen su permanente huida
y pliegan y reposan sus alas de ceniza,
ocultos a todas las miradas, en el límite
exacto donde termina el mar,
donde empieza la muerte.

domingo, 24 de junio de 2012


Piel

Pero aun me conmueve tu piel de piedra negra,
tus ojos vaciados de la vítrea pasta
blanca que hace tiempo quería parecerse
a una mirada. Y el tiempo no ha podido
con el arte que fue testigo fiel de tu misterio.
Aún estás aquí, oscurecida y fría,
ajena a mi existencia, inanimada,
y así estarás quizá durante siglos
hierática y eterna, inamovible en tu desdén
soberbio, porque tu piel de piedra
negra no podrá nunca abrirse
como cálida carne viva y enamorada
aunque el tiempo no quiebre tu belleza.

domingo, 3 de junio de 2012

Sosiégate   (De Justo Jorge Padrón)


Aterido sombrajo de tristeza,
¿Por qué lloras? No exijas lealtad ni nostalgia
a cuantos te quisieron. No mires a tus muertos,
ni al ramaje vacío del instante,
ni las palabras necias que jamás te comprenden.

Escúchate en el viento de la aurora,
en el sol que desciende deslumbrante
hasta tu corazón para seguir viviendo.
Aunque estés solo, aguanta en pie, que el pánico
y el fracaso jamás te inmovilicen.

Afronta a tus espectros, son los pálidos huéspedes
de tus ojos cansados. Una vez más, sosiégate,
deja pasar las horas intranquilas
y piensa que eres hombre afortunado
pues todavía alumbras la luz de tus quimeras.

J.J.P.

lunes, 28 de mayo de 2012

Princesa
La princesa que vive sobre un charco escarlata
lleva la piel tatuada con palabras secretas
de una tierra sin nombre.
Hay en su cuello, rota, una tela de araña
que no detuvo afecto ni besos ni caricias
y en sus valles ocultos  sueños palidecidos
se expanden como niebla de soledad.
Oscura su conciencia se pudre sobre el vano
nauseabundo del rencor y la ira
y  su pecho, simétrica, esconde todavía
la tentación de un fruto ajado y  venenoso.
Hubo siempre en sus bosques abrazos nunca dados
y un rictus en sus labios de desdén y en sus ojos
la piedra que me inunda perenne
de llanto inacabable desde el día lejano
en que encontré sus pasos;
una lluvia de lágrimas que ahonda las heridas
y me anega implacable en su charco viscoso
y escarlata.

Salomé. (Ian Massys 1509 - 1575)
28 mar 09

miércoles, 23 de mayo de 2012



                                                                      
Sobre este altar se celebró el sagrado rito
que establecía el lazo y la memoria única
de los dioses. Sobre este altar efímero
de pasión y de luz, como un relámpago,
tuvo lugar la redención, el gozo y el asombro;
aquí se consumó la fiebre de la especie:
se consumó el amor.
Sobre el ara inefable se escribieron
las palabras prohibidas que ignoran y someten
al miedo y la ceniza, la piedra única
que hiende y que penetra
la superficie del mar cuando es la muerte.
Sobre este altar aconteció el milagro
del amor y el misterio, aquel fulgor sumido
en la galerna , cercado finalmente por las aguas,
anegado por la ola gigante de la ira
que hundió su continente,
que elevó la marea y el oleaje oscuro
de los días sobre su voz última y sumergida,
y arrancó de raíz su lazo y su memoria
para ahogarlos en un abismo de desprecio
bajo el mar del silencio y del olvido.

Marzo 2010

jueves, 17 de mayo de 2012



















Selkit. Cofre canópico de Tutankamon (Hacia 1350 a J.C. )




Una mujer.-

                                                                “Entonan cánticos celestiales con los labios mancillados de tierra”
(Louis Welden Hawkins)
I.-

Un arcángel, un santo, un ser alado
inmarcesible y puro, postrado ante la hembra
que engendra un dios, sin detrimento del silencio,
de la dorada luz que envuelve su misterio.
Un arcángel , un santo que le anuncia, increíble,
el suceso: hágase en ella la palabra más alta.
Pero es ella una mujer, la que genera
un hijo extraordinario, la trenza lateral
sobre el cráneo afeitado, sentado  en su rodilla.

Ella es la fuerza oscura e invencible
El vértigo que siembra mi tristeza y mi gozo,
la esfinge ante quien yerro la respuesta.
Manifiesta su rostro de aquelarre y lanza
su funesta palabra.  Quien es ella,
la escuálida, de vestido espantoso
que parece no habitar este mundo?
El alba son sus ojos y los miro
sin poder evitarlo. Su frialdad eterna
corre desnuda en torno del banquete
de esponsales delante de mis perros.
Yo la alcanzo a caballo y arranco de su pecho
el corazón helado. La persigo de nuevo
y vuelvo a asesinarla y me suicido,
imparable y amarga la hemorragia
de días anegados de sangre de la ira.


II.-

Una mujer, reencontrado paisaje
bajo el repinte oscuro y los viejos barnices
del tiempo transcurrido.
Una mujer, la risa que convoca a la vida,
la palabra y el beso, la voz que en el espejo
del arroyo devuelve el eco de su amor
y define la tierra. Una mujer ligera
blanca de luna, arena dulce y amansado oleaje,
de mar negro y galena alejados y oscuros,
una hembra oceánica entristecida y honda
como princesa rota de una isla anegada,
una mujer airada que esconde bajo el halda
el afilado alfanje que ha segado mi cuello,
una mujer serena que retorna
al cabo del extraño laberinto del tiempo
a reclamar la paz en el crepúsculo.
Ella, la que sigue llamando
con la voz ineluctable de su sexo.
Ella, el poema perfecto, la belleza absoluta
que grita la pujanza imparable de la especie,
del animal futuro cuya piel se despoja
mientras brotan sus alas.

Llega para el amor, su orografía ebria
fluída y cálida como un mar que bordea
los lindes de la muerte. La sangre de los labios
con que despierta el pulso de la tierra;
las flores estelares que brotan en su pecho
mitigando la sed del corazón vacío,
sus pliegues submarinos augurando otros ámbitos
secretos donde crece una luna que alumbra
el primer llanto del hombre. Existe antes de Adán,
es ella quien modela la arcilla de otro sexo,
la seduce y la yergue  desde el amanecer del mundo.


III.-

Todas ellas son la misma mujer
que vuelve una vez y otra vez como la noche
a recordar amargo el rumor de la lluvia.
Solo ella convoca nuevamente
mi devastada juventud cuando levanta
dulcemente mi cuerpo calcinado que soslaya
su doliente ceniza con asombro.
Solamente su pecho repite la llamada
que descifra el sentido del mundo.
Y solamente un ángel, un ser privilegiado,
inmarcesible y puro se arrodilla ante ella
para anunciar un dios que alienta ya en su entraña.
Lo sabe porque es ella quien enfurece el mar
y alza su oleaje de galerna y lo secciona
para que lo atraviese el pueblo que ha elegido
y lo amansa de nuevo ya vertida su espuma
y amansadas sus olas en la orilla.

Una mujer, que esboza una sonrisa de sfumatto,
que sostiene perenne con un leve desdén el universo
mientras el tiempo nos lleva velocísimo
hacia el sueño más largo y claudican despacio
el cuerpo y el rescoldo del fuego que aun incendia
la quimera  de su imposible amor,
como un canto celeste manchado entre sus labios .















La Anunciación. Fragmento (Simone Martini 1333. Galleria degli Uffizi. Florencia) 

Esfinge.-


Entreabres los labios como un estallido
de sangre para el beso
y tu piel es el eterno viaje, la excitante promesa
que desciende hacia el paisaje de tu pecho
bajo los leves lienzos de tu blusa.
Tu pecho la llamada hacia el sudor
en el umbral secreto donde lates.

La sombra de tus párpados
y el negro amanecer oblicuo en tus pestañas
me llaman por el camino fascinante
de tus ojos bellísimos, tus ojos infinitos
como piedras que miran
desde tu cola verdiazul desplegada de pronto.

Sobre las piedras arruinadas de estos días
brota el veneno rojo con que tiñes tus labios;
sobre las ruinas te levantas alada
mientras huyen los pájaros y se ocultan los ángeles
y las flores de oro exhalan los aromas
de su tóxica atmósfera y cantan ensalzando
tus pasos moteados de guepardo.

Tu eres la esfinge, tu, la que me pregunta
cual sea el animal que extrañamente anda
con cuatro y dos y tres extremidades,
que a menudo tropieza en los mismos obstáculos
y yerra eternamente…
Tu eres quien me amenaza, perversa, con la muerte,
quien exige implacable la blanquecida lágrima
viril de mi tristeza

Tu eres la soledad, la estéril lejanía,
la hembra del agravio y del olvido;
mi destino es errar eternamente la repuesta,
derramar una vez y otra vez
este desasosiego, este instinto salvaje
ante el enigma de tu belleza letal
e inextinguible.


















Alas.-

Aun otras alas que ocultas replegadas
se han abierto de pronto bajo el canto
dulce de la llovizna que me llama y me empapa.
Esas alas me llaman a un escondido ascenso
en la hondura exquisita donde indaga profunda
el ave que despiertas y atraes hacia otro nido.
Las alas que se abren al pie de de la atalaya
que en ti ha desvelado el origen del mundo.
Allí llevo mi voz, mi aliento y la caricia
de la húmeda palabra que guardo tras el beso.
Breves alas de carne  que me elevan al aire
más alto, más glorioso, tus alas desplegadas
que revelan tu nombre más sensible,
más tierno y más oculto; que ciñen con firmeza
mi última voz, la trayectoria ciega que trazo
entre las nubes que escampan en tus ingles
y descubren el cielo anochecido donde esplende
de júbilo el amor, de gozo nuestro vuelo.


viernes, 4 de mayo de 2012

La imagen nueva, sí. Sí, la imagen original, personal, el verso, el poema potente, plástico, surreal si se quiere, en la medida en que hallazgo, disfrute, sugerencia contínua del lenguaje, incluso enigmática, asociación nueva e impensada de conceptos e ideas...
Pero no porque sí, no como mero juego incoherente y arbitrario, falso e ininteligible, porque el rey va desnudo y el poema no puede ser estafa, mero ejercicio de escritura elitista y hueca, sino verdadera y honradamente mensaje, sinceramiento, desgarro, intento de ahondar en la conciencia profunda y común de lo humano.

domingo, 1 de abril de 2012

Clitemnestra.-  John Collier


Clitemnestra.-
Tu cuerpo es un lugar de privilegio de donde nunca conseguí marcharme
porque jamás lo poseí hasta el fondo, estoy llegando a él toda la vida.
(Francisco García Marquina. El equipaje del náufrago)
Clitemnestra nunca tuvo un amante,
jamás un hombre despertó la tenue primavera
de su piel, las flores de su pecho;
Egisto no existió. Quizá solo en su mente,
en el torpe argumento con que justificó
su ciego asesinato.

Ella nunca fue infiel;
un desierto de piedras y resecos olivos
le oscurecía el vientre y la ira del invierno
helaba su sonrisa y acallaba las olas
que pugnaban por batir en sus senos.
Un maremoto turbio arrasó los palacios
que habitó cuando niña cerca de los delfines
y un manto de ceniza ancestral y asfixiante
sepultó el incipiente latido de su sexo.

Mas cuando joven su cuerpo fue un jardín,
un lugar escondido de gozo y privilegio
que agonizó en el tiempo.
Clitemnestra estuvo siempre sola;
la oscuridad del mar cubrió los largos pliegues
de su peplo sombrío y las estrellas vieron
la estéril aspereza que marchitó su huerto,
lo exiguo del rescoldo en su ara recóndita .

Agamenón no supo como amarla;
él , que penetraba puertas guardadas por leones,
que ocupaba ciudades sagradas y lejanas
y superó defensas imposibles
nunca pudo asaltar su cerrada muralla
y aceptó la derrota en el combate del amor
porque jamás la poseyó hasta el fondo.

Dicen que Clitemnestra amó a otro hombre
pero nunca entregó la llave enamorada
de su belleza herida; y el vértigo del mar,
el fulgor de la espuma, la pasión de la isla
que surge en lontananza cuando muere la tarde,
se estrellaba incansable contra su escarpadura.

Y su crimen fue el crimen de la cólera
la acritud lapidaria de su silente oráculo.
Y ese fue el doble hacha con que mató al esposo,
la frialdad perenne de su pecho,
la aridez desabrida de su monte de diosa
y el bronce entristecido de sus ingles.

Y transcurrido el tiempo
las piedras de dos tumbas se acumulan
sobre los restos tristes de un sueño devastado
y los nombres son solo aire vacío
bajo las falsas bóvedas y una leyenda antigua
describe una tragedia que nunca vio la sangre
derramada en un dia sino el llanto callado
de un hombre asesinado en noches incontables.

Oct 2010

miércoles, 28 de marzo de 2012

John William Waterhouse. Penélope.

De Carmen Rubio


Has vuelto con la lluvia
para hurgar en mis sueños;
la voz entretejida entre las voces
vegetales del agua.

Tu cuerpo semidios o transparencia
desentraña esta herida
que quieren repartirse los voraces
que intrigan en el patio.

Vienes como de mar
con regalos de algas y luz para mis ojos
con collares de espumas
y olor a lejanía.

No quiero recibirte así, tan extranjero,
tan rapaz, tan nocturno…
Tu mar es mi enemigo. Cada noche
arrastra en su marea
el pañuelo de otra hasta mi orilla.

Ya no tiene sentido
tejer y destejer lo que sera sudario,
ocultarme a los ojos de los hombres
que codician mi lecho.
Debería sacar de los baules
las pulseras, la enagua de la primera vez,
las cintas del cabello, los afeites.
Debiera maldecirte, pero sigo
perfumando la cama por si llegas.


(Carmen Rubio López. Del poemario “El tiempo Detenido” Premio ‘Juan Alcaide’
Valdepeñas. Ciudad Real Ed. Toro de Barro)

viernes, 23 de marzo de 2012



Oda dorsal con asonante.-


Se que es larga la sombra de tus párpados
desde tus ojos infinitos y oscuros,
la trayectoria negra de tus ojos abiertos
claramente llamándome, de tus ojos bellísimos,
claramente llamándome.

Se que estallan de rojo vital como un incendio
para los besos tus entreabiertos labios;
y tu pecho me ofrece un paisaje de pájaros y valles
debajo de tu blusa donde palpita sensible
y fascinante.

Pero en tu lado oculto hay un paisaje cálido
que equilibra las órbitas de todos tus planetas;
porque tu eres la luna. Deja que te describan
con leve escalofrío la orografía de tu cara oscura,
mis besos incansables.

Allí donde tu cuerpo es reverso grandioso,
donde se alzan la gloria y la locura
del músculo y la piel con inmensa belleza;
en la postrer marea que levanta dulcísimo
el final de tu espalda, como suave oleaje.

Pero cierra los ojos, no mires hacia atrás,
recorreré la línea que desciende precisa
al enclave secreto donde late tu entrega,
hacia un mundo abisal de oscuridades
húmedas donde seamos amantes.

viernes, 16 de marzo de 2012

John William Waterhouse. The Lady of Shallot





La dama del Centro de Salud.- ( A Alfred Tennyson, con respeto)

Calles de Embajadores, Lavapiés,Tribulete,
empinadas de sol y de adoquines
camino abigarrado donde se abren
acaso las miradas de otras tierras lejanas
llegadas para buscar un poco de esperanza.
Hay lirios y narcisos que bordean mis pasos
cuando emprendo el camino que conduce
al Centro de Salud.

Hasta la torre doliente donde se halla oculta,
donde vive su vida de silencio desolada y lejana.
Inútilmente paso una vez y otra vez
al pie de sus ventanas donde nunca se asoma;
muchas gentes del barrio cuya piel es distinta
a las que ha ayudado dirían que la han visto,
susurrarían: “sí, es ella, es la enfermera dulce
del Centro de Salud.

Allí esta todo el día, tejiendo con trabajo
ímprobo el bienestar necesario para tantos,
pero también el mágico sudario para un muerto
hipotético que la acecha fuera de esas paredes,
la persistente maldición de un pálido
caballero que pasa una vez y otra vez junto a sus muros
y solo la pantalla imprescindible de ordenador
la lleva, nacarada, hacia lo externo del mundo
y los caminos tortuosos y tristes que suben
y se alejan del Centro de Salud.

A veces los viejos compañeros, las amigas, los médicos
la acompañan en las únicas horas donde tal vez
la vida le sonría un ápice y en su pantalla blanca
de ordenador no existe un mínimo aliciente
y otra voz renovada que le diga: “Es la enfermera dulce
del Centro de Salud.

Y con todo, no ceja en las horas oscuras de la noche
de buscar y buscar ante su espejo
poblado de silencios el resplandor que rompa
su hartazgo funeral de oscuridades.
Pero cerca cabalga el caballero pálido
que la busca hace ya mucho tiempo,
tal vez pensando que la bondad que adorna
su armadura sea el medio para asaltar el muro
del Centro de Salud.

Yo soy el caballero que pasa inútilmente
una vez y otra vez bajo la torre oscura
donde habita escondida. Quiza siempre temiese
que se rompiera el hilo que teje y que desteje
en la pantalla blanca que le habla del mundo
y hoy la vida de pronto se ha quebrado  una vez más
cumplida la maldición del caballero pálido
como un fatal y amargo meteoro que ha rajado el espejo
de la enfermera dulce del Centro de Salud.

El viento de la ira de nuevo ha sacudido
al final de la tarde los caminos que vuelven solitarios
y ella se aparta de la visión del caballero pálido
que no encontró jamás su rostro en la ventana
y se tiende en los brazos de la niebla
y el río desolado de la furia la arrastra
con ímpetu mientras la noche apaga
una tras otra todas las estrellas
y la vida se aleja rauda y entristecida
del Centro de Salud

Quizá fue más sincera y luminosa
la palabra callada de la pantalla blanca
de su espejo de nacar que la visión del triste
caballero que nunca la encontró en la ventana.
Ambos estaban muertos porque su larga historia
se alejaba flotando por el amargo río de los días,
desde aquellos del Centro de Salud.

Cualquiera hubiese dicho, quizá con extrañeza:
“qué desgraciado muro, qué maldición oscura
separó al caballero pálido de su dama?
Porque siempre fue bello el rostro de la dulce enfermera
del Centro de Salud.

16 Marzo 2012

domingo, 26 de febrero de 2012


Maria Luisa Mora Alameda
(De "Este largo viaje hacia la lluvia")


Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.
Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.
Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.
Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.
Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.
Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.
Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.

lunes, 20 de febrero de 2012



Blade Runner


Hoy ha vuelto de pronto aquella imagen mítica
de tu perfil bellísimo, de aquellos lentos planos
en la pantalla del cine. La música de Vangelis
y el rostro silencioso del cazador de androides.

Una lechuza vuela en la penumbra roja
del extraño crepúsculo. Aquella profecía
en que el futuro técnico, marcaba la frontera
imprecisa entre lo auténtico y lo falso,
aquel siniestro augurio de la inmensa humareda
en un mundo cubierto de polvo radiactivo
terrible y destruido, se hizo real.

Y otro mundo azulado y oscuro ha surgido
del trueno desolado, extraño e intangible.
Y tal vez solo seamos réplicas de lo humano
conscientes del tiempo precario de la vida,
del asombro ante  su breve experiencia irrepetible.
Y hemos regresado presos ya de la angustia
ante la atroz certeza la muerte.

Tu eres Rachel, la hembra replicante,
la belleza suprema que llama al inconsciente
y duerme en el silencio de la luz naufragada
de estos días extraños mientras sueña con ovejas
eléctricas. Puede ser que en tus sueños
hayas visto cosas que no creeríamos:
arder naves en llamas más allá de Orión
y rayos C brillando entre las sombras
de las puertas de Danhauser.

Yo soy Deckard, quien te sigue los pasos
para borrar tu ficticia memoria de los datos
pasados y formatear de nuevo tus recuerdos
mientras busca el amor en tus circuitos.
Porque quizá no sabes que el amor nos redime
de nuestra esencia efímera, que en estos breves días
de cristales quebrados hay reflejos de luz
entre lo oscuro, que es sonoro el silencio
y la violencia se ha tornado ternura.

Porque así habremos visto cosas que otros
no creerían: la pulsión suprema del la piel
con la piel, el sentido sacral de la belleza
de todo lo creado y el gozo de estar vivos.

Pero tal vez se pierdan todos esos momentos
y al fin tras el amor, la vida y el asombro
de lo eterno de todo el universo,
inmersos en el sueño inconsciente de la muerte
solamente seremos viajeros del olvido
como lágrimas vertidas en la lluvia.

Febreo 2012

sábado, 11 de febrero de 2012



Franz Von Stuck. El beso de la esfinge. 1895



Esfinge


Entreabres los labios como un estallido
de sangre para el beso
y tu piel es el eterno viaje, la excitante promesa
que desciende hacia el paisaje de tu pecho
bajo los leves lienzos de tu blusa.
Tu pecho la llamada hacia el sudor
en el umbral secreto donde lates.

La sombra de tus párpados
y el negro amanecer oblicuo en tus pestañas
me llaman por el camino fascinante
de tus ojos bellísimos, tus ojos infinitos
como piedras que  miran
desde tu cola verdiazul desplegada de pronto.

Sobre las piedras arruinadas de estos días
brota el veneno rojo con que tiñes tus labios;
sobre las ruinas te levantas alada
mientras huyen los pájaros y se ocultan los ángeles
y las flores de oro exhalan los aromas
de su tóxica atmósfera y cantan ensalzando
tus pasos moteados de guepardo.

Tu eres la esfinge, tu, la que me pregunta
cual sea el animal que extrañamente anda
con cuatro y dos y tres extremidades,
que a menudo tropieza en los mismos obstáculos
y yerra eternamente…
Tu eres quien me amenaza, perversa, con la muerte,
quien exige implacable la blanquecida lágrima
viril de mi tristeza

Tu eres la soledad, la estéril lejanía,
la hembra del agravio y del olvido;
mi destino es errar eternamente la repuesta,
derramar una vez y otra vez
este desasosiego, este instinto salvaje
ante el enigma de tu belleza mortal
e inextinguible.

Febrero 2012

lunes, 23 de enero de 2012

Detalle de Ophelia. John Everett Millais. 1851-52


Ofelia.-

(“…donde hallareis un sauce que crece a las orillas de este arroyo, repitiendo en sus ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas. Allí se encaminó ridículamente coronada de ranúnculos, ortigas margaritas y luengas flores púrpuras, que entre los sencillos labradores se conocen bajo una denominación grosera y las modestas doncellas llaman dedos de muerto. Llegada que fue se quitó la guirnalda y queriendo subir a suspenderla de los pendientes ramos, se troncha un vástago envidioso y caen al torrente fatal ella y todos sus adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durase por mucho espacio…las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían, la arrebataron a la infeliz, interrumpiendo su canto dulcísimo la muerte, llena de angustias.” Hamlet. , W. Shakespeare.)


¿Recuerdas a Ofelia en su lecho acuático,
en Tánatos perdida, vulnerable y pálida?
¿Recuerdas su imagen, nevada de flores,
inmersa en la humedad de su sarcófago?
¿Recuerdas su alma, de óleo guarnecida,
ante nuestros ojos inquietantemente enamorados?

Frente a su muerte enmarcada en oro,
etérea linde de lo efímero,
supe que amar era sólo amarte
sin percibir que contemplaba, estática,
la imagen de mi futuro incierto:
la quietud del aire sobre su rostro,
la ingravidez bajo el agua de su cuerpo,
una volátil amapola…
su boca entreabierta,
incitando a un quimérico beso,
el rigor de sus manos suplicantes,
resignadas a una voluntad ajena y cobarde,
su soledad y su mirada interrogante…
Abandonada en el rincón perfecto para la muerte,
teñido de la sombra tenue del bosque umbrío,
con la luz exacta que exhala el declive de la tarde
e implorando, emergente, la razón de su destino.

Laura Gómez Recas




Dónde crecía el sauce que reflejaba pálidas
sus hojas como lágrimas y que quebró de pronto
su rama bajo el peso fatal de tu tristeza?
Cuándo escuchaste el coro de las ondas
que acompañaron lúgubres
la funeral deriva de tu cántico acuático?
De dónde nació el frío y el desdén y el silencio?
En qué horas amargas se produjo el hastío
mientras sonaban débiles, sin que los percibiéramos,
sus turbios estertores bajo el ruido estridente de los días?
Bajo la piel quedaron, soterrados y ocultos,
secando sus raíces y cuarteando lentos su tersura.

En qué oculto momento desabrochaste el cierre
de las doradas cruces que lastraban tus lóbulos,
de los pesados dijes que impedían el giro de tu cuello
para mudarlos en livianos pétalos?
Qué ponzoña de olvido bebiste lentamente
que invadiese tus vísceras clausurando las sendas
de tu pasión y anegando tus ojos
de gris oscuridad de agua de río?

En el silencio de las noches de lágrimas
de soledad vencida por el sueño;
entre los intersticios de aquellos sobresaltos
de venganza y de rabia que quebraba el reposo
y sembró tu demencia
y en la mudez que cubre finalmente mi rostro
palidecido, al constatar el daño irreversible
que ha impregnado tus días
y flota lentamente como tu cuerpo inerte.

Como el pesado vuelo de tu hábito
empapado y hundido que te arrastra al abismo
y tus labios abiertos que aun musitan
fragmentos olvidados de canciones antiguas
y tu lívido rostro que arrastra la corriente
entreabiertos los párpados sobre el agua del rio
que quisiste adornada de las flores de Abril,
aquella primavera.


Alfredo Piquer  2006

domingo, 22 de enero de 2012


































Gustav Moreau "L'apparitión" 1874


Salomé.-

(A Gustave Moreau, Gustav Klimt, Stephan Mallarmé y Oscar Wilde)

Te bautiza mi amor que redime tu culpa
y te acuso de todo tu desamor perenne
que los escribas nunca transcribieron al libro
que dejaron sin nombre

Qué buscabas en mí salvo el silencio
Oh Salomé asesina! de párpados oscuros
como gris de tormenta.
El metal asimétrico de tu espalda orogénica
que cierra su cadena de eslabones de apófisis
y muestra su amenaza de cuchillas de escápula
cae ya sobre mi cuello y ejecuta
el súbito relámpago de su impía venganza
y tus dedos crispados asen ya mi cabeza
que pende de los largos enredados cabellos.

Salomé. Leon Herbo. 1889

Oh Salomé tatuada de sollozos!
Marcada para siempre de la indeleble tinta
de mis labios azules,
dibujado tu pubis de surcos que han labrado
sobre tu piel erráticas mis lágrimas.
Los entrabiertos pétalos de un gigantesco loto
que brota de tu vientre ensombrecido
han cubierto las flores de tu pecho.

En nombre de qué bárbaro pueblo
te adentraste en mis tiendas a expoliar mi estandarte
a derribar por tierra mi nobleza
y segar mi cabeza tantas veces?

Oh Salomé cautiva de un conjuro
de altivez y soberbia, adornada por siempre
de los rubíes de mis besos de sangre!
Florecido tu pubis del fruto desolado
de mi súplica antigua;
el brillo de granates y amatistas que exhalan mis heridas
se expande sobre el frío de tus ingles de plata
embriagadas de piedras.

Solo mis rasgos pálidos te acusan al final de tu crimen;
los párpados cerrados de mi faz cercenada
que se eleva despacio sobre ti y te deslumbra
de todos los agravios que ahora evocas
y detienen el rito inamovible de tu obsesiva danza

Oh Salomé asesina! de párpados oscuros
como gris de tormenta.
Oh Salomé ramera, hija de la gran puta!
Te bautiza mi sangre en nombre del hastío
del tedio y la tristeza mi desdén y mi huída
que empapará las páginas intactas
donde jamás los antiguos escribas
trazarán algún signo de nuestra vieja historia
en el libro cerrado que nunca tendrá nombre.

2006