Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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miércoles, 18 de julio de 2012



Vuelo.


Inamovible el vuelo ante mis ojos
de asombro plateado de gaviotas,
el mar se ensombrecía ante la larga playa
y escuchaba el latido visceral de la piedra
con la insistencia blanca de la espuma
descifrando los límites del mundo.
Y el soplo de la tarde desbocada de pájaros
avanzaba el enigma de la noche
sobrecogida y láctea.
Sobre el techo del mundo contemplaba
los pájaros que extendían las alas, inmóviles
sobre el viento y sobre el mar metálico.
Un destino de olas y naufragios,  de brisa
y soledad inmensa, se abría ante mi vida,
y una obsesión extraña de orillas estelares
se aferraba a mis manos y quería
que extendiera los brazos en el aire
y me embriagase del acerado grito
salvaje y gris del mar y de los pájaros
y siguiera su quiebro veloz y repentino
para volar con ellos a los altos cantiles
donde acaso detienen su permanente huida
y pliegan y reposan sus alas de ceniza,
ocultos a todas las miradas, en el límite
exacto donde termina el mar,
donde empieza la muerte.

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