Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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domingo, 26 de julio de 2015

 
Y cada vez que vuelvo,  ellos siguen allí
en el silencio gris y  en el aire salobre
y penetrante del mar,  ebrios de soledad,
su merodeo sobre el légamo portuario,
sobre los muelles, acechando un destello
bruñido  bajo la superficie, su altísimo trayecto
sacral  hacia otro sueño inalcanzable;
su plateada imagen, centro del arco inmenso
funeral y metálico del tiempo.
Su quietud suspendida en el espacio,
desplegada la envergadura blanca de sus alas,
pájaros infinitos, transfigurados, fríos,
aves marinas, eternos libres pájaros.

Sobre la arena dejan el rastro de sus huellas
y acaso me sorprende lo agudo de su grito,
guardianes de los altos cantiles donde acaba
la vida abruptamente, en el contorno exacto  
donde comienza la eternidad del mar;
eternos ángeles de desabrido llanto, vigilantes
de todos los cementerios marinos.

Cuando claudican todos los otros pájaros
del mundo,  gritan soberbios, hímnicos
y audaces al espacio, a la noche y  la muerte,
como si fueran los testigos perennes
de la libertad,  como en un mundo extraño
más bello  y más profundo, ajeno a la nostalgia,
sin memoria, sin palabras, más allá de lo opaco
y lejano de la tierra, Indemnes a sus oscuros nombres,
volando eternamente en la línea imprecisa
donde se unen el mar y el universo.

sábado, 4 de abril de 2015




















CEMENTERIO  MARINO (A Paul Valery)

“Y tú, alma grande, esperas un sueño
que no tenga el color de la mentira
que exhibe ante los ojos de la carne el oro de las ondas?”
(El Cementerio Marino. Paul Valery)
I.-

Extraños dioses crueles con nombre oscurecido
usuparon tu  calma, sumidos en la tierra
leve de tu atalaya, acaso encaramados
al blanco acantilado óseo de tu acrópolis.
La muerte te rondaba con prisa impertinente 
en su intento frustrado, errada en su deshora.
Volvía  a cimbrearse tu cuerpo en el silencio
más solitario y alto, cuajado como un junco
del alma de la arena  y su mar gris.
Tu cuerpo como un junco  que el crepúsculo mece;
en su altura de viento solo hay vuelo de pájaros
y en tu nombre de estirpe ancestral y marina,
se oye como un rumor de arenas,
un minucioso ruido de dunas y de vientos
investigando cardos y plantas desoladas
en pos de los aromas de la sal y del yodo;
un universo de algas habitado de seres
translúcidos, ajenos a su propio minúsculo tumulto.
Allí, sobre la tenue ladera que cada tarde besan
con tristeza las olas y en la noche cerrada
donde gravita el mármol un abrupto trayecto
de cruces derrotadas se abre, 
una entreabierta lápida  deja pasar un ápice
de luz y en la arena  fría y última de su fondo
nacen en el silencio tenues flores violetas.

II.-

Todos esos caminos ya prohibidos acaso,
ese añil horizonte, esa playa desierta
donde murmura el mar dulce de tu palabra,
esa atalaya altiva, ese  tiempo distinto
desde donde me miras, esta eterna ladera
de piedras alisadas, donde cimbrea el viento
tu delgadez de junco, donde el silencio límpido
de la altura te nombra, y expande la luz  fría
de altas, lejanísimas sendas estelares,
quizá de una galerna que te asalta
lentamente los ojos, todos esos caminos..
Esas leves colinas, plateadas,  ponientes
a las que hubiese vuelto apenas sin pensarlo,
a su reverso de soledad  sombría y anunciada
a su imposible tránsito, a su segura pérdida 
y a su herida profunda de tiempo  transcurrido
y a su hemorragia  crepuscular y azul.
Todos esos caminos , borrados, destruidos,
donde una blanca especie subterránea
bebió insistente la arcilla de los días ,
todo el tiempo perdido al que ya no se vuelve
como si fuesen las oscuras palabras
trazadas sobre la arena húmeda en la marea baja.


III.-                                                                                   

Tu nombre oscurecido, degradado y corrupto,
la podredumbre  que ha comenzado lenta
a invadir su murmullo desde el día primero
en que anegaste nuestro tiempo de olvido,
de un fulgor de penumbra cercenado en tu pelo,
apagado en tu piel transparente, en tus ojos heridos,
en tus oscuros humedecidos párpados,
donde antes tu pecho derrotado de sombras
jugaba con el fuego y en tus labios la sangre
se rendía a mis besos; de aquellos días cómplices
de convulsión extraña en que tu gloria efímera 
de emperatriz antigua  inhumada en un oculto túmulo
horadado de vermes se redujo a un hatajo
de huesos hacinados.

Y hoy que todo ha vuelto ya bajo la tierra
donde se pudren  lentos  los recuerdos,
y el alma de la vida late ahora en las flores
ya no me hiere  su oro envejecido; 
evoco solamente sus mañanas espléndidas
y el brillo de la hierba  ante la inmensa calma
azul  centelleante  y su extensión de carne 
dorada y líquida, sus  olas en la orilla
como un vuelo de deslumbradas páginas
y esta ansiedad  que late  en la memoria
bajo la sórdida traición de tus viejas palabras;
el mar, tan solo el mar, el mar ante las tumbas,
ante este cementerio silencioso
que recorrió sola  mi adolescencia,
que me mira impasible aun hoy, que eterno espera
como la eterna calma de los dioses
ante el tiempo y la muerte, el mar techo tranquilo
el mar en el silencio empezando por siempre.

a.p.  Marzo 2015































“¿Qué negras vírgenes sangrantes van por las violentas playas
bordeando la desaparición de las cosas?”
 “Indecible, oh promesa! Hacia ti la fiebre y el tormento!”
(Mares. Saint John Perse)

Hubiese perecido a su letal y roja mordedura,
me hubiese detenido, paralizado y rígido
solo por su mirada, inmóvil, fascinado
ante sus ojos transparentes y líquidos, entregado
a lo hipnótico  de su boca roja, llenándome
de la inmensa ternura de sus besos de sangre,
de la pasión hambrienta de su carne en mi carne,
preso de la belleza de su pecho  prohibido,
del hechizo y el vértigo de su cálido abismo,
su tibieza  de fosa donde enterrar los ojos y los besos;
desposeído de alma, víctima voluntaria
de este ángel de sombra, rendido amante
entregado al supremo placer venenoso y salvaje
de su mortal amor, oculto entre la noche de sus alas,
digerido despacio por su ardor, su beso, sus caricia,
la succión incansable de su abismo en mi proa,
estallando su espuma una vez y otra vez,
mil veces derramado sucumbiendo
al rojo irresistible y sagrado de sus labios,
amapolas de carne, lasciva fresa y su sangrante herida,
rojo su insaciable latido, bermellón absoluto
del amor  en el umbral irreversible  de lo oscuro.

domingo, 18 de enero de 2015

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