Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨

domingo, 1 de abril de 2012

Clitemnestra.-  John Collier


Clitemnestra.-
Tu cuerpo es un lugar de privilegio de donde nunca conseguí marcharme
porque jamás lo poseí hasta el fondo, estoy llegando a él toda la vida.
(Francisco García Marquina. El equipaje del náufrago)
Clitemnestra nunca tuvo un amante,
jamás un hombre despertó la tenue primavera
de su piel, las flores de su pecho;
Egisto no existió. Quizá solo en su mente,
en el torpe argumento con que justificó
su ciego asesinato.

Ella nunca fue infiel;
un desierto de piedras y resecos olivos
le oscurecía el vientre y la ira del invierno
helaba su sonrisa y acallaba las olas
que pugnaban por batir en sus senos.
Un maremoto turbio arrasó los palacios
que habitó cuando niña cerca de los delfines
y un manto de ceniza ancestral y asfixiante
sepultó el incipiente latido de su sexo.

Mas cuando joven su cuerpo fue un jardín,
un lugar escondido de gozo y privilegio
que agonizó en el tiempo.
Clitemnestra estuvo siempre sola;
la oscuridad del mar cubrió los largos pliegues
de su peplo sombrío y las estrellas vieron
la estéril aspereza que marchitó su huerto,
lo exiguo del rescoldo en su ara recóndita .

Agamenón no supo como amarla;
él , que penetraba puertas guardadas por leones,
que ocupaba ciudades sagradas y lejanas
y superó defensas imposibles
nunca pudo asaltar su cerrada muralla
y aceptó la derrota en el combate del amor
porque jamás la poseyó hasta el fondo.

Dicen que Clitemnestra amó a otro hombre
pero nunca entregó la llave enamorada
de su belleza herida; y el vértigo del mar,
el fulgor de la espuma, la pasión de la isla
que surge en lontananza cuando muere la tarde,
se estrellaba incansable contra su escarpadura.

Y su crimen fue el crimen de la cólera
la acritud lapidaria de su silente oráculo.
Y ese fue el doble hacha con que mató al esposo,
la frialdad perenne de su pecho,
la aridez desabrida de su monte de diosa
y el bronce entristecido de sus ingles.

Y transcurrido el tiempo
las piedras de dos tumbas se acumulan
sobre los restos tristes de un sueño devastado
y los nombres son solo aire vacío
bajo las falsas bóvedas y una leyenda antigua
describe una tragedia que nunca vio la sangre
derramada en un dia sino el llanto callado
de un hombre asesinado en noches incontables.

Oct 2010

miércoles, 28 de marzo de 2012

John William Waterhouse. Penélope.

De Carmen Rubio


Has vuelto con la lluvia
para hurgar en mis sueños;
la voz entretejida entre las voces
vegetales del agua.

Tu cuerpo semidios o transparencia
desentraña esta herida
que quieren repartirse los voraces
que intrigan en el patio.

Vienes como de mar
con regalos de algas y luz para mis ojos
con collares de espumas
y olor a lejanía.

No quiero recibirte así, tan extranjero,
tan rapaz, tan nocturno…
Tu mar es mi enemigo. Cada noche
arrastra en su marea
el pañuelo de otra hasta mi orilla.

Ya no tiene sentido
tejer y destejer lo que sera sudario,
ocultarme a los ojos de los hombres
que codician mi lecho.
Debería sacar de los baules
las pulseras, la enagua de la primera vez,
las cintas del cabello, los afeites.
Debiera maldecirte, pero sigo
perfumando la cama por si llegas.


(Carmen Rubio López. Del poemario “El tiempo Detenido” Premio ‘Juan Alcaide’
Valdepeñas. Ciudad Real Ed. Toro de Barro)

viernes, 23 de marzo de 2012



Oda dorsal con asonante.-


Se que es larga la sombra de tus párpados
desde tus ojos infinitos y oscuros,
la trayectoria negra de tus ojos abiertos
claramente llamándome, de tus ojos bellísimos,
claramente llamándome.

Se que estallan de rojo vital como un incendio
para los besos tus entreabiertos labios;
y tu pecho me ofrece un paisaje de pájaros y valles
debajo de tu blusa donde palpita sensible
y fascinante.

Pero en tu lado oculto hay un paisaje cálido
que equilibra las órbitas de todos tus planetas;
porque tu eres la luna. Deja que te describan
con leve escalofrío la orografía de tu cara oscura,
mis besos incansables.

Allí donde tu cuerpo es reverso grandioso,
donde se alzan la gloria y la locura
del músculo y la piel con inmensa belleza;
en la postrer marea que levanta dulcísimo
el final de tu espalda, como suave oleaje.

Pero cierra los ojos, no mires hacia atrás,
recorreré la línea que desciende precisa
al enclave secreto donde late tu entrega,
hacia un mundo abisal de oscuridades
húmedas donde seamos amantes.

viernes, 16 de marzo de 2012

John William Waterhouse. The Lady of Shallot





La dama del Centro de Salud.- ( A Alfred Tennyson, con respeto)

Calles de Embajadores, Lavapiés,Tribulete,
empinadas de sol y de adoquines
camino abigarrado donde se abren
acaso las miradas de otras tierras lejanas
llegadas para buscar un poco de esperanza.
Hay lirios y narcisos que bordean mis pasos
cuando emprendo el camino que conduce
al Centro de Salud.

Hasta la torre doliente donde se halla oculta,
donde vive su vida de silencio desolada y lejana.
Inútilmente paso una vez y otra vez
al pie de sus ventanas donde nunca se asoma;
muchas gentes del barrio cuya piel es distinta
a las que ha ayudado dirían que la han visto,
susurrarían: “sí, es ella, es la enfermera dulce
del Centro de Salud.

Allí esta todo el día, tejiendo con trabajo
ímprobo el bienestar necesario para tantos,
pero también el mágico sudario para un muerto
hipotético que la acecha fuera de esas paredes,
la persistente maldición de un pálido
caballero que pasa una vez y otra vez junto a sus muros
y solo la pantalla imprescindible de ordenador
la lleva, nacarada, hacia lo externo del mundo
y los caminos tortuosos y tristes que suben
y se alejan del Centro de Salud.

A veces los viejos compañeros, las amigas, los médicos
la acompañan en las únicas horas donde tal vez
la vida le sonría un ápice y en su pantalla blanca
de ordenador no existe un mínimo aliciente
y otra voz renovada que le diga: “Es la enfermera dulce
del Centro de Salud.

Y con todo, no ceja en las horas oscuras de la noche
de buscar y buscar ante su espejo
poblado de silencios el resplandor que rompa
su hartazgo funeral de oscuridades.
Pero cerca cabalga el caballero pálido
que la busca hace ya mucho tiempo,
tal vez pensando que la bondad que adorna
su armadura sea el medio para asaltar el muro
del Centro de Salud.

Yo soy el caballero que pasa inútilmente
una vez y otra vez bajo la torre oscura
donde habita escondida. Quiza siempre temiese
que se rompiera el hilo que teje y que desteje
en la pantalla blanca que le habla del mundo
y hoy la vida de pronto se ha quebrado  una vez más
cumplida la maldición del caballero pálido
como un fatal y amargo meteoro que ha rajado el espejo
de la enfermera dulce del Centro de Salud.

El viento de la ira de nuevo ha sacudido
al final de la tarde los caminos que vuelven solitarios
y ella se aparta de la visión del caballero pálido
que no encontró jamás su rostro en la ventana
y se tiende en los brazos de la niebla
y el río desolado de la furia la arrastra
con ímpetu mientras la noche apaga
una tras otra todas las estrellas
y la vida se aleja rauda y entristecida
del Centro de Salud

Quizá fue más sincera y luminosa
la palabra callada de la pantalla blanca
de su espejo de nacar que la visión del triste
caballero que nunca la encontró en la ventana.
Ambos estaban muertos porque su larga historia
se alejaba flotando por el amargo río de los días,
desde aquellos del Centro de Salud.

Cualquiera hubiese dicho, quizá con extrañeza:
“qué desgraciado muro, qué maldición oscura
separó al caballero pálido de su dama?
Porque siempre fue bello el rostro de la dulce enfermera
del Centro de Salud.

16 Marzo 2012

domingo, 26 de febrero de 2012


Maria Luisa Mora Alameda
(De "Este largo viaje hacia la lluvia")


Dame la mano, amor, que no podemos
descansar todavía.
Tendrás que recorrer conmigo el tiempo;
mira cuánta distancia hasta la nieve,
cuántos copos de tierra
para olvidar los ojos del pasado
y encontrar el mañana
con un beso en la boca.
Ya sé que estás herido;
que te fatiga
atravesar la noche
y tienes miedo
de que, al final,
nos aguarde tan sólo la tristeza.
Ya sé que te rendiste
muchas veces al sol que deshidrata
todos los corazones;
pero yo te he salvado
trayendo un fresco arroyo hasta tus venas.
Si no puedes con todo
te llevaré en los brazos.
Has visto que soy fuerte
y que puedo arrasar todo el abismo.
Mataré los jaguares si se atreven
a acercarse a nosotros.
Antes de que emprendiéramos el viaje
cogí todas las armas
que tú me regalaste
y me mentalicé para la lucha.
Puedo con el desdén de las anémonas,
con la desilusión
de todos los reptiles,
con la envidia mortal del aguacero.
Apóyate en mi hombro.
A mí nada me agota,
ni siquiera la lluvia.

lunes, 20 de febrero de 2012



Blade Runner


Hoy ha vuelto de pronto aquella imagen mítica
de tu perfil bellísimo, de aquellos lentos planos
en la pantalla del cine. La música de Vangelis
y el rostro silencioso del cazador de androides.

Una lechuza vuela en la penumbra roja
del extraño crepúsculo. Aquella profecía
en que el futuro técnico, marcaba la frontera
imprecisa entre lo auténtico y lo falso,
aquel siniestro augurio de la inmensa humareda
en un mundo cubierto de polvo radiactivo
terrible y destruido, se hizo real.

Y otro mundo azulado y oscuro ha surgido
del trueno desolado, extraño e intangible.
Y tal vez solo seamos réplicas de lo humano
conscientes del tiempo precario de la vida,
del asombro ante  su breve experiencia irrepetible.
Y hemos regresado presos ya de la angustia
ante la atroz certeza la muerte.

Tu eres Rachel, la hembra replicante,
la belleza suprema que llama al inconsciente
y duerme en el silencio de la luz naufragada
de estos días extraños mientras sueña con ovejas
eléctricas. Puede ser que en tus sueños
hayas visto cosas que no creeríamos:
arder naves en llamas más allá de Orión
y rayos C brillando entre las sombras
de las puertas de Danhauser.

Yo soy Deckard, quien te sigue los pasos
para borrar tu ficticia memoria de los datos
pasados y formatear de nuevo tus recuerdos
mientras busca el amor en tus circuitos.
Porque quizá no sabes que el amor nos redime
de nuestra esencia efímera, que en estos breves días
de cristales quebrados hay reflejos de luz
entre lo oscuro, que es sonoro el silencio
y la violencia se ha tornado ternura.

Porque así habremos visto cosas que otros
no creerían: la pulsión suprema del la piel
con la piel, el sentido sacral de la belleza
de todo lo creado y el gozo de estar vivos.

Pero tal vez se pierdan todos esos momentos
y al fin tras el amor, la vida y el asombro
de lo eterno de todo el universo,
inmersos en el sueño inconsciente de la muerte
solamente seremos viajeros del olvido
como lágrimas vertidas en la lluvia.

Febreo 2012

sábado, 11 de febrero de 2012



Franz Von Stuck. El beso de la esfinge. 1895



Esfinge


Entreabres los labios como un estallido
de sangre para el beso
y tu piel es el eterno viaje, la excitante promesa
que desciende hacia el paisaje de tu pecho
bajo los leves lienzos de tu blusa.
Tu pecho la llamada hacia el sudor
en el umbral secreto donde lates.

La sombra de tus párpados
y el negro amanecer oblicuo en tus pestañas
me llaman por el camino fascinante
de tus ojos bellísimos, tus ojos infinitos
como piedras que  miran
desde tu cola verdiazul desplegada de pronto.

Sobre las piedras arruinadas de estos días
brota el veneno rojo con que tiñes tus labios;
sobre las ruinas te levantas alada
mientras huyen los pájaros y se ocultan los ángeles
y las flores de oro exhalan los aromas
de su tóxica atmósfera y cantan ensalzando
tus pasos moteados de guepardo.

Tu eres la esfinge, tu, la que me pregunta
cual sea el animal que extrañamente anda
con cuatro y dos y tres extremidades,
que a menudo tropieza en los mismos obstáculos
y yerra eternamente…
Tu eres quien me amenaza, perversa, con la muerte,
quien exige implacable la blanquecida lágrima
viril de mi tristeza

Tu eres la soledad, la estéril lejanía,
la hembra del agravio y del olvido;
mi destino es errar eternamente la repuesta,
derramar una vez y otra vez
este desasosiego, este instinto salvaje
ante el enigma de tu belleza mortal
e inextinguible.

Febrero 2012

lunes, 23 de enero de 2012

Detalle de Ophelia. John Everett Millais. 1851-52


Ofelia.-

(“…donde hallareis un sauce que crece a las orillas de este arroyo, repitiendo en sus ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas. Allí se encaminó ridículamente coronada de ranúnculos, ortigas margaritas y luengas flores púrpuras, que entre los sencillos labradores se conocen bajo una denominación grosera y las modestas doncellas llaman dedos de muerto. Llegada que fue se quitó la guirnalda y queriendo subir a suspenderla de los pendientes ramos, se troncha un vástago envidioso y caen al torrente fatal ella y todos sus adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durase por mucho espacio…las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían, la arrebataron a la infeliz, interrumpiendo su canto dulcísimo la muerte, llena de angustias.” Hamlet. , W. Shakespeare.)


¿Recuerdas a Ofelia en su lecho acuático,
en Tánatos perdida, vulnerable y pálida?
¿Recuerdas su imagen, nevada de flores,
inmersa en la humedad de su sarcófago?
¿Recuerdas su alma, de óleo guarnecida,
ante nuestros ojos inquietantemente enamorados?

Frente a su muerte enmarcada en oro,
etérea linde de lo efímero,
supe que amar era sólo amarte
sin percibir que contemplaba, estática,
la imagen de mi futuro incierto:
la quietud del aire sobre su rostro,
la ingravidez bajo el agua de su cuerpo,
una volátil amapola…
su boca entreabierta,
incitando a un quimérico beso,
el rigor de sus manos suplicantes,
resignadas a una voluntad ajena y cobarde,
su soledad y su mirada interrogante…
Abandonada en el rincón perfecto para la muerte,
teñido de la sombra tenue del bosque umbrío,
con la luz exacta que exhala el declive de la tarde
e implorando, emergente, la razón de su destino.

Laura Gómez Recas




Dónde crecía el sauce que reflejaba pálidas
sus hojas como lágrimas y que quebró de pronto
su rama bajo el peso fatal de tu tristeza?
Cuándo escuchaste el coro de las ondas
que acompañaron lúgubres
la funeral deriva de tu cántico acuático?
De dónde nació el frío y el desdén y el silencio?
En qué horas amargas se produjo el hastío
mientras sonaban débiles, sin que los percibiéramos,
sus turbios estertores bajo el ruido estridente de los días?
Bajo la piel quedaron, soterrados y ocultos,
secando sus raíces y cuarteando lentos su tersura.

En qué oculto momento desabrochaste el cierre
de las doradas cruces que lastraban tus lóbulos,
de los pesados dijes que impedían el giro de tu cuello
para mudarlos en livianos pétalos?
Qué ponzoña de olvido bebiste lentamente
que invadiese tus vísceras clausurando las sendas
de tu pasión y anegando tus ojos
de gris oscuridad de agua de río?

En el silencio de las noches de lágrimas
de soledad vencida por el sueño;
entre los intersticios de aquellos sobresaltos
de venganza y de rabia que quebraba el reposo
y sembró tu demencia
y en la mudez que cubre finalmente mi rostro
palidecido, al constatar el daño irreversible
que ha impregnado tus días
y flota lentamente como tu cuerpo inerte.

Como el pesado vuelo de tu hábito
empapado y hundido que te arrastra al abismo
y tus labios abiertos que aun musitan
fragmentos olvidados de canciones antiguas
y tu lívido rostro que arrastra la corriente
entreabiertos los párpados sobre el agua del rio
que quisiste adornada de las flores de Abril,
aquella primavera.


Alfredo Piquer  2006

domingo, 22 de enero de 2012


































Gustav Moreau "L'apparitión" 1874


Salomé.-

(A Gustave Moreau, Gustav Klimt, Stephan Mallarmé y Oscar Wilde)

Te bautiza mi amor que redime tu culpa
y te acuso de todo tu desamor perenne
que los escribas nunca transcribieron al libro
que dejaron sin nombre

Qué buscabas en mí salvo el silencio
Oh Salomé asesina! de párpados oscuros
como gris de tormenta.
El metal asimétrico de tu espalda orogénica
que cierra su cadena de eslabones de apófisis
y muestra su amenaza de cuchillas de escápula
cae ya sobre mi cuello y ejecuta
el súbito relámpago de su impía venganza
y tus dedos crispados asen ya mi cabeza
que pende de los largos enredados cabellos.

Salomé. Leon Herbo. 1889

Oh Salomé tatuada de sollozos!
Marcada para siempre de la indeleble tinta
de mis labios azules,
dibujado tu pubis de surcos que han labrado
sobre tu piel erráticas mis lágrimas.
Los entrabiertos pétalos de un gigantesco loto
que brota de tu vientre ensombrecido
han cubierto las flores de tu pecho.

En nombre de qué bárbaro pueblo
te adentraste en mis tiendas a expoliar mi estandarte
a derribar por tierra mi nobleza
y segar mi cabeza tantas veces?

Oh Salomé cautiva de un conjuro
de altivez y soberbia, adornada por siempre
de los rubíes de mis besos de sangre!
Florecido tu pubis del fruto desolado
de mi súplica antigua;
el brillo de granates y amatistas que exhalan mis heridas
se expande sobre el frío de tus ingles de plata
embriagadas de piedras.

Solo mis rasgos pálidos te acusan al final de tu crimen;
los párpados cerrados de mi faz cercenada
que se eleva despacio sobre ti y te deslumbra
de todos los agravios que ahora evocas
y detienen el rito inamovible de tu obsesiva danza

Oh Salomé asesina! de párpados oscuros
como gris de tormenta.
Oh Salomé ramera, hija de la gran puta!
Te bautiza mi sangre en nombre del hastío
del tedio y la tristeza mi desdén y mi huída
que empapará las páginas intactas
donde jamás los antiguos escribas
trazarán algún signo de nuestra vieja historia
en el libro cerrado que nunca tendrá nombre.

2006

sábado, 3 de diciembre de 2011

                                                                                                Bahía de Vathi, Itaca (Grecia). Agosto 2011
El mar donde la muerte.

“… y será el mar tal vez donde la muerte”. (Jose A. Gomez Coronado)


Desde la oscuridad, mas allá del difuso
contorno del océano, este silencio
este ligero andar sobre el aire del mundo
me arrastra con un temblor de viento,
como un sueño veloz sobre la tierra
que taja con sus proas minerales
el airado oleaje de la noche.

Tránsito hacia el final, huída hacia el azul;
si el viento es solo otro sueño de luz
que acaricia la piel y la siembra de sal
y de infinito; transparencia del tiempo,
si la horas son horizonte difuso,
deriva necesaria hacia el último puerto,
incierto aún más allá su pálido misterio.
Solo un rumor de oleaje de canto indescifrable
o un fragor de arrecife todavía no escrito;
otro nuevo combate de olas contra la proa
de esta ligera nave, oscura, extraviada,
de esta precaria nave, breve y definitivo
otro batir de espuma herida de un fulgor último,
azul hondo e ilimitado, extraño y centelleante,
otro tránsito azul absurdo y absoluto,
otro mar improbable.

He violado las líneas que separan
las horas y los mapas
y el bronce de la tarde en Salamina
se ha llenado de siluetas de naves
a contraluz inmersas en la bruma
como si aquella batalla legendaria
fuese hoy y otra vez estuviera
en juego el destino del mundo,
y todos estos barcos navegasen
con el dolor del tiempo izado entre la jarcia.
Pero mi espíritu de marino terrestre
de marinero en tierra, boga en tu nave
con la nostalgia eterna del regreso
sobre el azul oscuro de las olas.

Y esta sed! , esta sed perenne que destruye
y abrasa la lengua y la memoria;
y el sol sobre la piel, la eterna incertidumbre
del mar y su destino habitado de súbito
de estos seres metálicos, de hambre voraz
que acosan mis orillas, esta ficticia sombra,
que cubre inexorable todo lo que me atañe,
y contumaz empapa con su insistente lluvia
mi último arrecife ...

Ella me vuelve el rostro y una leve sorpresa
se posa en su mirada cuando llego
la viveza del canto en sus pupilas,
la tenue desnudez de su suicidio…
Y se muestra eternamente espléndida
como una hoguera azul que arde enlas estrías
de sus labios de agua.
Ella acoge en la playa  la derrota
de este perenne náufrago
y me ofrece su sueño de blancura,
Allí donde los días no terminan jamás;
al que renuncia mi desdén de oleaje
mi empecinada senda de naufragios,
mi herida travesía de lluvia hacia ninguna parte.
Y sus ojos se velan de tristeza ante mi marcha,
de languidez que ha apagado su canto
como un sueño eterno y pálido de mármol
que se posa en sus labios de agua,
cerrados ya, desnudos, suicidados.

Hela aquí desolada, oculta en el olvido
del océano que bate airado los restos de la piedra
acantilada, con la pasión sombría de la muerte.
Aquí está, al fín hallada, tangible como un sueño.
Hela aquí , revelada, nacida desde el caos,
estas son ahora sus costas y sus playas,
el verde de su altura y sus laderas,
su mar, su mar abierto.
Perfilada de azul y de violeta sobre la piel del mar,
la piel azul del mar transida de crepúsculo,
el tesoro escondido de un ancestral pasado,
embriaguez del abismo del mar como un caballo
preñado de saqueo, su salobre esplendor…
ya firme bajo el paso que la huella,
destino finalmente, ya solidez del mundo!

Pero se que no existe. Ah! si hubiésemos
recordado los nombres, hollado cada playa
perdida en el recuerdo; si pudiésemos
retornar a la infancia, recuperar los sueños
juveniles, aquellos que la vida relega
y guarda perfilados de azul, y atados al olvido,
el mar que ha sepultado los días transcurridos.
Porque ellos son, lejanos y escondidos
las orillas de la única patria.

Más allá solo otro mar aguarda
y la ceguera azul sombría e inequívoca
del tiempo y la memoria, el vacío absoluto,
el definitivo hallazgo del silencio
más allá del contorno del mar,
allí, donde la muerte.


Alfredo Piquer          Sept -Nov.2011

domingo, 16 de octubre de 2011


















Pecio.-

Tenía un ritmo oscuro de escondido oleaje,
el que balanceaba mis restos sumergidos
con el tenue vaivén de su caricia
salobre y submarina;
y cabalgaba blanca y arrebatada
como una ola erguida sobre mi sexo
inmerso en el misterio líquido de su entraña.
Y era su aura de sombra ancestral y marítima
la que mecía el pecio hondo y azul
de mi naufragio como algas que danzasen
con canto de mareas al fondo de su océano.

Yo recordaba Itaca y sus costas abruptas
y el desabrido suelo de su lar desolado
inerte al inclemente viento de su némesis.
Yo anhelaba la patria mientras cruzaba el mar
y llegaba a su costa terrestre y áspera,
sólida y calcinada de la desesperanza
que retuerce los troncos de los viejos olivos.
Y entonces empezaba este otro destierro
de añoranza del mar y su terrible herida
submarina y salobre y su oleaje
blanco y arrebatado, perdido para siempre,
que ahora mece al fondo de su océano
con su lenta caricia otro naufragio.

xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

martes, 20 de septiembre de 2011











Penélope.- (II)

Penélope me mira con sus ojos corinto
y hay un dolor oscuro en su telar
y una densa tristeza entre la sangre
con que tiñe sus labios de palabras ocultas,
y una luz que se filtra por el angosto paso
que cierran tormentosas las piedras de su escarpa.
Y aun se oye la vibración difusa de su lira
estrellada bajo la roca Leucade.
Pero aun vive, yo he visto el brillo de la hoja
afilada que esconde en su denso oleaje
la luz que ha cercenado tantas y tantas noches
mi amor de pretendiente; Una luz como un sueño
perdido dentro de un laberinto.
Penélope agita los largos rizos negros
y acecha sin descanso volando en torno al mástil
de mi nave y ronda ante su proa y se posa en su jarcia
y vigila mi boga y canta con su canto irresistible,
alado, dispuesta a devorarme hasta los huesos.
En sus manos un gesto solemne y afilado
ha dividido el mar de un solo tajo.
Penélope sostiene con sus manos serpientes
que muerden su ponzoña nocturna de amargura.
Yo me ato a su sangre, la que tiñe sus labios
de tristeza, y su telar oscuro donde teje y desteje,
con hilos desolados como el que lleva al centro
del mismo laberinto, la tormenta que estrella
mi nave entre sus rocas, al sueño estremecido
donde destella el filo de la hoja que cercena
mi amor de pretendiente. El vuelo de los hilos
rojizos de su telar oscuro, la extraña luz
oculta y afilada de sus ojos Corinto.


A. Piquer

martes, 13 de septiembre de 2011

Te espero.


En el punto exacto
donde está ausente el amor,
descansa mi corazón rendido,
herido de tanto duelo,
te espero.

No tengas prisa por venir
aún no ha llegado el tiempo.
La esperanza está tendida,
el desafío trazado,
las coordenadas en órden,
la silueta del faro,
la ilusión a resguardo.

Y mientras todo duerme dentro de ti,
la vida seguirá tejiendo,
con sus hilos infinitos,
la infinita red que cubre
tu espacio y mi tiempo,
tu tiempo y mi espacio.

En el punto exacto
donde habita el olvido,
se despereza la vida
y huyen las soledades,
te espero.

No tengas prisa por venir,
aún no ha llegado el tiempo.
Tengo que atar los temores,
trazar los sueños,
borrar las huellas,
buscar un rincón sereno
ausente de luchas lejanas.

Y mientras todo duerme dentro de ti,
la gravedad del universo
habrá conspirado para unir
tu espacio y mi tiempo,
tu tiempo y mi espacio.                                         

María Torres.

""""""""""""""""

lunes, 12 de septiembre de 2011























Blanquedad.

Muestras el color claro de tu parco vestido
cuando todo es pretexto que convoca
mi ascensión hacia ti como una trampa;
recurres al misterio dorado en que envuelves tu piel
de luz en el silencio y el eco de la niebla.

Y vuelve hacia el pasado la línea de tu cuello
que fuga al infinito y tu pelo se vierte
de pronto hasta un abismo de sueño y de penumbra
y el tiempo sobrevuela este árido desierto
cuarteado y reseco donde atisbas
yo no se qué horizontes.

Diría que me miras desde la exacta altura
en que encumbras tu sexo sobre el mundo,
tras el brillo escarlata  que descubre
el alarde crepuscular de tu deseo
porque solo contemplas tu imagen reflejada
en un cristal convexo que prolonga en la noche
tu vacia promesa.

Un ser alado exhibe la audacia de su vuelo
cada vez que tu paso golpea acompasado
el suelo que charola vertiginoso y ebrio
tu talón implacable. Y otros ángeles cubren
con sus alas vencidas el estigma que deja
en tu epidermis, violáceo, el silencio.

Pero no sabes nada, tan ajena a la sombra
sientes que todavía los días son aliados
que jamás harán presa sobre tu piel de pétalo;
ya no eres sino espejismo en la distancia inmensa
de un espacio desierto.

Solo tu canto queda como un eco perdido
excitando otros viajes australes, imposibles,
avivando la herida de un hado ineluctable,
la fatal trayectoria que lleva a las rompientes
de un seguro naufragio.

Mas tu pecho, tus pechos planetarios , magnéticos,
tus pechos orbitales, convexos y solemnes;
tus pechos navegantes, fluidos, oceánicos;
tus pechos acreedores de oleaje infinito
esquivos como dunas, ya solo minerales.

Oh tus rizados labios!, erguidos, submarinos,
tus labios predadores de fondos abisales,
superpuestos y ocultos como una aurora oscura,
tus labios torrenciales de lluvia entre la fronda
arcaicos como fósiles.

Oh tú, tú incansablemente!
Inacabablemente tú que desciendes pausada
tu desnudez abstracta por la escala del mundo
para llegar indemne hasta el lugar de olvido
donde postro ya fría y habitada de líquenes
perenne mi derrota

Solo una lluvia tenue empapa la memoria,
y su dorado líquido desciende cada noche
hacia los intrincados intersticios del sueño
y su helada caricia adormece la herida
interna que no cierra.

Porque ya no hay respuesta para este sueño estéril
gélido y geométrico, axial, cristalizado;
solo una playa inmensa blanquecina y tendida
sin viento ni mareas, solo un sol que no gira
cenital y perpetuo .

A qué buscar lo oscuro de tu lejano origen
el ascendiente torpe que derivó la infancia
hacia otras latitudes si pasados los años
no encontramos la senda.

Quebrada la esperanza luminosa del arte
cuando el humo continuo de las exiguas velas
ennegrecía los iconos antiguos y la clave del mar,
la destellante palabra de la espuma
pugnaba su llanto acumulado contra el rugido
metálico del tiempo.

Ni las aves que súbitas se espantan en la noche
ni un rumor oceánico en mis ojos
nos llevaron de nuevo a aquella arista blanca
donde fulge la luz en los muros de cal
y las azules cúpulas, en donde las campanas
convocan a las olas.

Qué infierno cada noche!
qué amenaza de llanto cada ausencia, 
qué airada podredumbre de los días
sumidos en la sombra!
Oscurecidos ángeles huían impotentes
bajo nimbos inmensos como veloces pájaros
de trayecto imparable.
Qué baldíos los ángeles que fuimos,
qué proscritos!

Sobre estas vastedades, que brillan cristalinas
en el labrado borde de los inmensos cálices
de la mar silenciada donde tu hiel se vierte,
nada me orienta ya, me guía, me introduce
en el furtivo espacio de destello salino
donde tus manos líquidas amanecen desiertas,
donde tu altar secreto extinguió su rescoldo
donde mis manos tristes derraman al vacío
la solitaria lágrima blanca del desengaño.

Así el amor, amor, el que dijiste tuyo;
tal el amor, el que te dije mio;
convertido en la nada, blanquedad
de la muerte, mucho antes de la muerte.

A. Piquer

viernes, 29 de julio de 2011



Ave.

Como la oscuridad que ha habitado
tus ojos, que ha cubierto tus párpados
íntimos y ensombrecidos;
como las ondas expandiendo su círculo
en el agua profunda callando tu jadeo,
tu palabra final, que me cobija
en el remanso umbrío que brota de tu sexo
cuando abres -de par en par- el beso de su herida;
como las alas que han cubierto de sombra
las flores de tu pecho desbocado y altísimo;
nave de apaciguado vuelo que regresa hacia el sueño;
infinitud extraña sobre el agua…

Igual mi oscuridad atado a ti, oculta ya mi voz,
mi última palabra  que habita el universo
sagrado de tu entraña anochecida y cálida
eternamente fúlgida y envuelta en el silencio
que me une, que me transforma en ti,
en ti, la hembra negra y alada de la muerte.

Alfredo Piquer

miércoles, 27 de julio de 2011

John William Waterhouse. Ulises y las Sirenas.


Penélope (II).-

Penélope me mira con sus ojos corinto
y hay un dolor oscuro en su telar
y una densa tristeza entre la sangre
con que tiñe sus labios de palabras ocultas,
y una luz que se filtra por el angosto paso
que cierran tormentosas las piedras de su escarpa.
Y aun se oye la vibración difusa de su lira
estrellada bajo la roca Leucade.
Pero aun vive, yo he visto el brillo de la hoja
afilada que esconde en su denso oleaje
la luz que ha cercenado tantas y tantas noches
mi amor de pretendiente; Una luz como un sueño
perdido dentro de un laberinto.
Penelope agita los largos rizos negros
y acecha sin descanso volando en torno al mástil
de mi nave y ronda ante su proa y se posa en su jarcia
y vigila mi boga y canta con su canto irresistible,
alado, dispuesta a devorarme hasta los huesos.
En sus manos un gesto solemne y afilado
ha dividido el mar de un solo tajo.
Penelope sostiene con sus manos serpientes
que muerden su ponzoña nocturna de amargura.
Yo me ato a su sangre, la que tiñe sus labios
de tristeza, y su telar oscuro donde teje y desteje,
con hilos desolados como el que lleva al centro
del mismo laberinto, la tormenta que estrella
mi nave entre sus rocas, al sueño estremecido
donde destella el filo de la hoja que cercena
mi amor de pretendiente. El vuelo de los hilos
rojizos de su telar oscuro, la extraña luz
oculta y afilada de sus ojos Corinto.


Alfredo Piquer Julio 2011

viernes, 22 de julio de 2011

Cecilia .-                                                                                De sus ojos, comoquiera ella los mueva,
surgen espíritus inflamados de amor,
que hieren los ojos de quien entonces la mira,
y tanto lo traspasan que al corazón llegan:
vos la veréis Amor pintado en el rostro,(5)
allí donde nadie puede mirarla fijo .
(Dante Aliguieri. Vita Nuova XIX)

(Cecilia te pregunto no porque yo pretenda
agotar tu alabanza sino para acercarme
quizá hasta tu misterio. “Empéñate si quieres”
en ser franca con hombre de otro siglo futuro
y responde sincera pues no es gente villana)

Cecilia tu podrías asegurar sin duda
que fueron sus pinceles los que te dibujaron
con sutil línea de óleo sosegada y precisa
sin alterar un ápice tu gesto detenido
en el lienzo, el tenue movimiento de tus ojos.
Se que nada seguro se perfilaba aún
en el tiempo lejano de luces y penumbras
donde el paisaje abría apenas su latido
bajo el oro estofado de las tablas.
Cecilia, que secreta caricia dedicabas
para el blanco animal enamorado
que acunaban tus brazos
como un ritual de pájaros danzando
sobre el marfil ajado de las teclas de un clave.
Y una máquina extraña de engranajes y vigas
y alas desplegadas de ficticio murciélago
ascendía al espacio que señalaba alzado
el dedo de San Juan, y el enigma en el gesto
de Lissa Gerardini vivía por los siglos.

Cecilia todavía permaneces posando
delante de ese viejo caballete
y tu mano exquisita retiene el blanco armiño,
oh dama gentilísima! Oh tú, princesa pura
en esta fría estancia! Y son aun sus pinceles
con sutil línea de óleo los que te representan
sobre el oscuro fondo donde habita  furtivo
y oculto el infinito   en el preciso instante
en que has vuelto tus ojos de pronto hacia lo eterno.


martes, 12 de julio de 2011

De Hilario Martinez Nebreda



A mi amigo Alfredo que al nacer
creyeron ser un Nibelungo
y, por su Karma, era un fragmento
del esperma de Homero.


Arúspice que en pecios desentrañas
el alma, despabila geometrías,
sueños, amores perdidos en Troya.
¡A Gelidonya... Alfredo, de la mano!

Tronara mi garganta y con Homero
de maestro aprendiera a decir: "¡ánimo!,
déjate llevar del viento que baja
del mastil a la proa", cual Patroclo,

Paris y Agamenón, Hector y Aquiles.
¡Ánimo, buceador de esponjas!. Rocas,
algas azules en un mar de cobre,

en Uluburun. Sal. Rumor de dóciles
manos, que al excavar en las aguas
se salvan de la arena y el naufragio.


Hilario Martinez. Nebreda. Julio 2011

domingo, 10 de julio de 2011

David Torres.  "EL MAR EN RUINAS"

“…Entre las nieblas del amanecer, los islotes de arena blanca surgieron uno a uno, un archipiélago de mármol brotando del mar como gotas petrificadas de una eyaculación divina. Odiseo divisó a una jovencita jugando en la arena de la playa y decidió acercarse para preguntarle el rumbo y recoger algo de fruta para el viaje. La niña hizo visera con la mano y le saludó desde lejos. Durante unos momentos, el pelo rubio, los ojos claros, las caderas infantiles y los finísimos tobillos bascularon al viento. Para cuando la quilla tocó fondo, tu padre ya estaba rumiando la forma de seducir a aquella belleza inverosímil que parecía recién nacida de las aguas. Le preguntó el rumbo a Ítaca y ella señaló hacia levante. Casi se quedó sin aliento al descubrir, al final del brazo extendido, la axila sin sombra, limpia y fresca como el nácar. Sintió un deseo loco de agacharse y posar su oído en aquella caracola para saber si podía oírse el mar. Entonces bajó los ojos y vió los pechos apenas esbozados, despuntados en dos rosas tiernas, el vientre suave y sin ombligo, el pubis sin el menor vestigio de vello, los muslos devanándose en miel viva. Cuando le preguntó si podía darle algo de fruta, seguía enredado en los pequeños dedos de los pies, entrelazados en el último estertor de una ola.
-Qué clase de fruta?- , respondió ella, y él no supo qué responder al enfrentarse a sus ojos, escritos con todos los verdes del mar. De golpe supo que ella era algo más que una niña o una mujer: era un país, una tierra, una raza. Y comprendió que podía navegar en ese rostro durante el resto de sus días, tomando como norte los soles rubios de su pelo, sin cansarse jamás de contemplar el alba en sus mejillas, la tierna noche de su boca o los escarpados arrecifes del iris. Cayó de rodillas, al compás de una ola que rompía contra aquellos pies minúsculos, y se agarró a su cintura mínima y perfecta no como si se encontrara en medio de una tormenta y ella fuese un navío, sino más bien como si él fuese un navío roto y desmadejado, y ella la tormenta.”

(Ed Destino, Barcelona. 2005)

domingo, 26 de junio de 2011

De Laureano Albán:


N É M E S I S

Para Alfredo Piquer,
compartiendo la "culpa"
de la poesía.


Yo no tengo la culpa
porque he estado naciendo,
y el poema tampoco
porque es deuda de Dios,
ni los otros que pasan,
caravanas del mar…
                                                                                                                                          Laureano Albán
¿Pero quién cometió
este crimen sin término,
de dejar la poesía agonizando así?

Ni se muere, ni vive,
ni se apaga, ni canta…

Es la reina de todo
porque todo la busca.
Es la sangre de todo,
porque todo lo mancha
con su adiós…

¿Quién cometió este crimen
que en las manos me tiembla,
que en mis ojos no duerme,
que en mis sueños despierta,
y no le huye al dolor?

¿Quién fue... Acaso todos,
o nadie, o el silencio?

¿O este herido poema
es la daga de Dios?

Yo sé bien que los hombres
cometemos ausencias,
como comete el mar
sus incendios de cielo.
Y yo sé que los días
parecen que se fueran,
pero sólo se van
nuestros pasos de niebla.

Todos somos culpables
de olvido y nacimiento:
Nuestra sombra es tan nuestra
que trata de volar.

Al final -dice el tiempo-
recibimos la paga
como vida en las vidas.

Todo queda concluso...
Todo cabe en su sombra...
Todo llora en su noche...
Todo ríe en su mar...

No hay huella que no marque
sus improntas de cielo.
No hay noche que no empape
los cuerpos del azar.
No hay alba que no tenga
pactos con el azul.

Somos culpables, sí,
porque somos heridas
intentando volar...

***

Laureano Albán
13 de junio del 2011

sábado, 11 de junio de 2011

Odisseas Elytis

Oda a Santorini (Thera.Isla volcánica del archipiélago de Las Cícladas)


(Fragmento)

Brotaste de las entrañas de un trueno,
estremeciéndote en las nubes contritas,
roca amarga, sufrida, orgullosa,
buscaste el sol como primer testigo
para enfrentaros juntos al temerario fulgor
para desplegaros en el piélago como un eco.

Despertada por el mar, altiva,
erguiste un pecho de roca,
salpicada por la inspiración del viento sudeste,
para que allí grabara sus entrañas la esperanza,
para que allí esculpiera sus entrañas el dolor.
Con fuego, con lava, con humo,
con palabras que predican el infinito,
diste a luz la voz del día.


Alfredo Piquer 2006














Reata de mulas en Thera (Santorini, Grecia. Verano 2006)

Thera.-

En aquel mar antiguo de guerras y regresos
Hay una isla herida de alto acantilado;
una explosión inmensa de volcán milenario
de corazón en cólera destruyó sus jardines.

Oh isla de la tarde, corazón escondido
crepúsculo preñado de lluvia como llanto


He bajado despacio hasta este curvo infierno
de caldera de océano como a lomos de bestia
que siguiese arbitraria el trayecto tedioso
de un destino implacable.
Desde las casas blancas de cúpulas azules
que se asoman al borde del cráter extinguido
hasta el exiguo puerto, hasta la estrecha playa
de abrasada ceniza que guarda la memoria
de mi vida arrasada con voz de maremoto.

Oh isla del silencio, corazón desgarrado,
alma del mar oscuro colmada de mi llanto.

He bajado despacio bordeando el abismo
de este viaje en penumbra en que arriesgo la tarde
en una baza absurda perdida de antemano.

Hay en este camino un hedor insufrible
de muladar y estiércol que ha cubierto las piedras
de espantado silencio de puerto abandonado
y la tristeza oscura de un averno de sombra
y el terror de un camino extraño y sin retorno
que ha impregnado mis días de fetidez de heces
y ha quebrado mis sueños como esta isla rota
de volcán anegado que cae cortada a plomo
a un océano en calma quieto como la muerte.

Oh isla del olvido, corazón devastado
sueño de adolescencia inundado de llanto!

Alfredo Piquer  2006

lunes, 30 de mayo de 2011

"La poesía no quiere adeptos, quiere amantes"    (Federico García Lorca)

..........................

"La mejor definición de la poesía es la palabra incorruptible"   (Gerardo Diego)

sábado, 14 de mayo de 2011







                                                                                                                                    Selene y Endimión. Jerome Martin Langlois 1822
















Endymión. George Frederick Watts. 1872

















El sueño de Endimión . Louis Girodet  1791

Endimión.-                                                                                                                                                             "...allí donde no puede la belleza
conservar su irresistible brillo ni el amor
serle fiel más allá de la aurora."
( John Keats)

Y no se si regresas en las horas del sueño
cuando tu alba luz muestra su esplendidez
de plata circular en medio de la noche.
Porque he vuelto a la fronda espesa
e inextricable de los horas, invadido
de la ira del mundo como un dios destronado
y criminal amante de la luna.
Y me has dejado solo, desterrado, lejos
del círculo de tumbas donde yacen los reyes
traspasada la puerta que guardan los leones;
y me has dejado solo para afrontar el llanto
perenne de tu ausencia;  pero contemplo absorto
los círculos de plata que dibujan
las lunas de tu cielo, su fulgor fascinante
donde palpitas tú y te llamo en silencio
cuando me vence el sueño.
 Puede ser que algún día, derrotado tal vez
este mutismo, se encuentre con mis ojos
tu pálida pureza y volvamos a amarnos
fuera ya de estos muros de leones y tumbas,
aunque sea un instante fugaz antes del miedo,
antes de este castigo de soledad insomne
cuando abiertos los ojos las horas acumulan
poco a poco su siembra de decepción y olvido,
triste preso del tiempo si acaso me despierto;
amante criminal de la luna
cada vez que me duermo para tener tu amor;
tu amor, que solo ha sido un sueño.



viernes, 13 de mayo de 2011

El peor criminal tiene derecho a un juicio y a un juicio justo que determine de manera objetiva  las penas  que le deben ser aplicadas,  si hubiese lugar,  de acuerdo al  derecho y la ley  establecidos de antemano,  incluso con un margen que tenga en cuenta la piedad, aunque él no hubiese tenido ninguna, porque ese derecho se lo concede la ética que él mismo ha conculcado y desde la que se censura su conducta.  No se puede deplorar el crimen de unos y celebrar el crimen de otros.