Se dicen los poemas que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados, piden ser, piden ritmo, piden ley para aquello que sienten excesivo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día,como el aire que exigimos trece veces por minuto, para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden. Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
No es una poesía gota a gota pensada. No es un bello producto. No es un fruto perfecto. Es algo como el aire que todos respiramos y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado. Son lo más necesario: lo que no tiene nombre. Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.

(Gabriel Celaya)
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Instrucciones de uso.

La plantilla de este blog, como creo que no sería seguramente necesario explicar, tiene dos columnas independientes. La de la Izquierda, más ancha, con entradas, textos e imagenes, propias. Y la de la derecha, más estrecha, asimismo independiente aunque textos e imágenes de una y otra puedan coincidir a la misma altura en la pantalla.
Por lo demás se use y ojalá se abuse en el mejor sentido. Se admiten todos los comentarios y críticas. Significará que los poemas, textos o imágenes habrán podido sugerir algo positivo al visitante o lector.
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lunes, 23 de enero de 2012

Detalle de Ophelia. John Everett Millais. 1851-52


Ofelia.-

(“…donde hallareis un sauce que crece a las orillas de este arroyo, repitiendo en sus ondas cristalinas la imagen de sus hojas pálidas. Allí se encaminó ridículamente coronada de ranúnculos, ortigas margaritas y luengas flores púrpuras, que entre los sencillos labradores se conocen bajo una denominación grosera y las modestas doncellas llaman dedos de muerto. Llegada que fue se quitó la guirnalda y queriendo subir a suspenderla de los pendientes ramos, se troncha un vástago envidioso y caen al torrente fatal ella y todos sus adornos rústicos. Las ropas huecas y extendidas la llevaron un rato sobre las aguas, semejante a una sirena, y en tanto iba cantando pedazos de tonadas antiguas, como ignorante de su desgracia o como criada y nacida en aquel elemento. Pero no era posible que así durase por mucho espacio…las vestiduras, pesadas ya con el agua que absorbían, la arrebataron a la infeliz, interrumpiendo su canto dulcísimo la muerte, llena de angustias.” Hamlet. , W. Shakespeare.)


¿Recuerdas a Ofelia en su lecho acuático,
en Tánatos perdida, vulnerable y pálida?
¿Recuerdas su imagen, nevada de flores,
inmersa en la humedad de su sarcófago?
¿Recuerdas su alma, de óleo guarnecida,
ante nuestros ojos inquietantemente enamorados?

Frente a su muerte enmarcada en oro,
etérea linde de lo efímero,
supe que amar era sólo amarte
sin percibir que contemplaba, estática,
la imagen de mi futuro incierto:
la quietud del aire sobre su rostro,
la ingravidez bajo el agua de su cuerpo,
una volátil amapola…
su boca entreabierta,
incitando a un quimérico beso,
el rigor de sus manos suplicantes,
resignadas a una voluntad ajena y cobarde,
su soledad y su mirada interrogante…
Abandonada en el rincón perfecto para la muerte,
teñido de la sombra tenue del bosque umbrío,
con la luz exacta que exhala el declive de la tarde
e implorando, emergente, la razón de su destino.

Laura Gómez Recas




Dónde crecía el sauce que reflejaba pálidas
sus hojas como lágrimas y que quebró de pronto
su rama bajo el peso fatal de tu tristeza?
Cuándo escuchaste el coro de las ondas
que acompañaron lúgubres
la funeral deriva de tu cántico acuático?
De dónde nació el frío y el desdén y el silencio?
En qué horas amargas se produjo el hastío
mientras sonaban débiles, sin que los percibiéramos,
sus turbios estertores bajo el ruido estridente de los días?
Bajo la piel quedaron, soterrados y ocultos,
secando sus raíces y cuarteando lentos su tersura.

En qué oculto momento desabrochaste el cierre
de las doradas cruces que lastraban tus lóbulos,
de los pesados dijes que impedían el giro de tu cuello
para mudarlos en livianos pétalos?
Qué ponzoña de olvido bebiste lentamente
que invadiese tus vísceras clausurando las sendas
de tu pasión y anegando tus ojos
de gris oscuridad de agua de río?

En el silencio de las noches de lágrimas
de soledad vencida por el sueño;
entre los intersticios de aquellos sobresaltos
de venganza y de rabia que quebraba el reposo
y sembró tu demencia
y en la mudez que cubre finalmente mi rostro
palidecido, al constatar el daño irreversible
que ha impregnado tus días
y flota lentamente como tu cuerpo inerte.

Como el pesado vuelo de tu hábito
empapado y hundido que te arrastra al abismo
y tus labios abiertos que aun musitan
fragmentos olvidados de canciones antiguas
y tu lívido rostro que arrastra la corriente
entreabiertos los párpados sobre el agua del rio
que quisiste adornada de las flores de Abril,
aquella primavera.


Alfredo Piquer  2006

4 comentarios:

Laura Gómez Recas dijo...

Impactante, Alfredo, siempre lo es reflexionar sobre este óleo. Me gusta que hayas acercado su rostro, impacta aún más.
En otoño del 2004, este cuadro visitó Madrid y yo le visité a él. Te dejo la impronta de esa visita aquí: http://poetasdehoy.blogspot.com/2009/02/ofelia-suplicante.html

Tu poema me ha succionado, como el lienzo.

Un beso
Laura

Miguel Ángel Yusta. dijo...

Impresionante poema. Bellísimo de fondo y forma. Esto sí que es poesía de verdad. Un abrazo.

Miguel Ángel Yusta. dijo...

...y esa Ofelia siempre está en el desván de mis ensueños...

Laura Gómez Recas dijo...

¡Gracias!

Mis versos, antiguos y lejanos, no lo merecen. Pero hay un encanto especial en el compartir el sentimiento sobre ese óleo.

Gracias, de nuevo.
Laura