Roshanak.-
El
ocaso ha sesgado sus oblicuos rayos
En
las gradas sombrías de Persépolis.
Los
guardias aqueménidas remontan todavía
sus
rotos escalones, en procesión ritual
de
piedras milenarias.
El
joven general macedonio
conquistó
en breve tiempo todo este vasto mundo;
como
un dios conducía victorioso su ejército
siempre
más al oriente. Pero hubo en sus ojos
otra
mirada ajena al campo de batalla:
las
pupilas profundas de Roshanak,
los
asiáticos labios de Roshanak,
la
viva, alta marea de su pecho,
la
exacta encrucijada de su oscura ternura.
Por
el rojo crepúsculo de su encendida escala
el
general asciende hasta la húmeda gloria
de
otro imperio distinto como el hondo misterio
del
amor.
(Urden
celos ajenos con perenne ira fría
un insidioso crimen).A.P. Julio 2014
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