Nombre.-
Yo
antes sabía pronunciar las palabras
y
decía tu nombre con el énfasis justo
de
la emoción, con el tajo preciso
y
bello de todos sus rincones.
Mi
lengua entraba entre sus consonantes
y
besaba cada uno de sus resquicios
y
acariciaba lenta sus comisuras;
se
explayaba mi boca en el espacio amplio
de
sus claras vocales para llegar más tarde
a
su final como un horizonte, como una luna llena,
una
perla, una playa desierta que sumase
los
sueños como olas en la orilla.
Me
invadió poco a poco el balbuceo
del
tiempo, el bostezo del tedio y el estupor
helado
del silencio; se entorpeció la lengua
se
cayeron mis dientes y se quedaron mondas
mis
encías como silabas átonas
y
otros nombres oscuros me inundaron la boca
de
sonidos confusos y se adensó enturbiada
la
suave sinalefa de salina saliva
que
fundía a la tuya cada beso que entonces
me
escribían tus labios
Y
ya no se decirlo, ya no puedo
reproducir
tu nombre, recorrer el sonido
diáfano
de sus sílabas, viajar en su distancia.
Y
sé que mi llamada es ya ininteligible,
se
me enreda la voz y se me encalla
en
la escarpa del tiempo que transcurre
implacable
entre sus consonantes,
en
el largo bajío de todas sus vocales
donde
habita tu olvido, espeso, impronunciable.
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