La imagen nueva, sí. Sí, la imagen original, personal, el verso, el poema potente, plástico, surreal si se quiere, en la medida en que hallazgo, disfrute, sugerencia contínua del lenguaje, incluso enigmática, asociación nueva e impensada de conceptos e ideas...
Pero no porque sí, no como mero juego incoherente y arbitrario, falso e ininteligible, porque el rey va desnudo y el poema no puede ser estafa, mero ejercicio de escritura elitista y hueca, sino verdadera y honradamente mensaje, sinceramiento, desgarro, intento de ahondar en la conciencia profunda y común de lo humano.
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