(Justo
Jorge Padrón)
Llamada pura, convocatoria repetida y tierna
tu pecho poderoso,
desbordado, excedido.
Porque en los
labios es aun inocente
tu discurso de
niña, la ingenuidad
que sabe del efecto
letal de su belleza.
Fiebre ancestral de
la especie biológica
haciendo presa de
los ojos, las manos,
de este doble
fervor enamorado
que no tiene elección y transita gozoso
de una cumbre a
otra cumbre
y desciende feliz
por sus laderas
y baja hasta la
cálida penumbra de su valle.
No tu pecho, tus
pechos; bellísimos, excelsos;
tus pechos como
pájaros, irrumpiendo
en el aire en que
describen un raudo vuelo curvo
y regresan al nido
que los sostiene en alto,
apenas encubiertos en
el ánfora negra
donde el vino más
cálido rebosa, en el balcón
de un palacio de
sombra que proclama
más alta y más
perfecta su blancura;
planetas
majestuosos orbitando tu orgullo
estelar de estricta
hembra inequívoca;
par de bestias
salvajes que devoran el corazón
de súbito,
entregado con gozo al sacrificio
de su éxtasis alzado.
No dijeron los antiguos escritos que son un atributo
de los ángeles, que
anhelan sobre ellos
las caricias y los
besos del que guardan
debajo de sus alas
y ciegan las preguntas
desoladas, el
enigma que hace brotar el líquido
lamento solitario
vertido en el vacío.
Ellos solos redimen
la existencia
convocando incansables;
conduciéndome
hacia el camino
oscuro de iniciación
en el significado verdadero
del mundo,
al húmedo silencio donde
mi blanca lágrima,
vencida su tristeza,
se derrama
y mis manos y mi
piel y mi cuerpo
son fiebre con su
fiebre, son sueño
con su sueño, son
carne con su carne.
6 Ago 14
1 comentario:
Espléndido.
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