"Olympia" Edouard Manet 1863 |
Olympia
¡Amante, amante era el destino de la luz!
(Vicente
Aleixandre. Sombra del Paraíso)
He sabido
tu nombre de hembra de carne y hueso
detrás de
ese otro nombre de piedra blanca que convoca a los dioses, de urbe grandiosa y sacra
tornada en llamarada de luz pintada al óleo.
Ayer te contemplaba en el almuerzo
sobre la
hierba cálida y volvías tus ojos con calma indiferente . Parece que estuvieras
siempre desnuda como una flor nacida
en la blanca primavera del mundo
solamente esperando la sucesión de tus amantes
y la mano que cubre tu sexo último
reservase su gozo más glorioso
al futuro susurro mineral de la noche.
Con ojos
asombrados te descubre,
su contrapunto
de oscura tez, felina ocultamente y te ha traído a ti, menguante luna despejada y traslúcida,
envueltas en papel como en un oleaje
las flores en el agua que llegasen
hasta la arena blanca de tu piel como una playa.
Y he sabido tu nombre mademoiselle Victorine,
la gargantilla negra rodeando tu cuello,
la línea que separa la discreción serena
en la voz y los labios y la pasión desmedida
de tu piel, la convulsión del instinto y de la sangre,
del sexo desatado como un río, helado manantial
en el fragor silencioso de lo oscuro,
blanquísima tu piel sobre el blanco del lienzo,
sagrada meretriz, inmarcesible hembra,
isla casi infantil habituada al golpe de las olas,
símbolo taoísta, naciente sol, alma tan solo!
Solamente la larga travesía de una nave pretérita
naufragada de óxidos llegaría hasta ti sobre el océano
del tiempo ineluctable donde flotan los icebergs.
No me importa. Quien pudiera haber dicho:
“con ella hice el amor, la Olympia de Manet,
en su boudoir francés verdoso y pardo,
sobre el frío lejano de un continente blanco,
sobre su lecho blanco de remetidas sábanas,
sobre el mantón bordado de dorados flecos;
que recogí su orquídea y la puse otra vez
en su pelo castaño ya mitigado su jadeo y su éxtasis.
Que fue allí tropical crepúsculo encendido
como una sombra de alas violeta,
como la soledad de una herida en el cielo,
como el dolor de su luz agonizante.
El tiempo
es el amante que rechazas
y al que niegas
tu sexo. Ya no puede tocarloporque en su clara hondura de gozo insuperable
late el misterio del arte y de la historia
que cantan para siempre la única pasión,
la fiebre de la especie, el sagrado placer
de la perfecta unión entre los cuerpos.
¡Hembra blanca y desnuda ofrecida por siempre
como única razón ante la muerte!
A.Piquer 28 Julio 3013
2 comentarios:
Perfecta esta Olimpia, Alfredo. Bellísimo e incitante lienzo, ella ahí, seductora inmortal más allá de la muerte, amante de los ojos que la contemplan y admiran. El arte en e óleo y tu palabra.
felicidades.
Excelente este poema en que la hembra, la seductora meretriz sagrada ya sobrepuja el tiempo. Recuerdo los versos de un poema mio, perdón la inmodestia:
"Amante de la muerte el tiempo resucita/sus ojos parecidos al dolor más oscuro/ y también ejercita su angustia más contrita/trazándole en los labios su placer inseguro..."
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