El mar donde la muerte.
“… y será el mar tal vez donde la muerte”. (Jose A. Gomez Coronado)
Desde la oscuridad, mas allá del difuso
contorno del océano, este silencio
este ligero andar sobre el aire del mundo
me arrastra con un temblor de viento,
como un sueño veloz sobre la tierra
que taja con sus proas minerales
el airado oleaje de la noche.
Tránsito hacia el final, huída hacia el azul;
si el viento es solo otro sueño de luz
que acaricia la piel y la siembra de sal
y de infinito; transparencia del tiempo,
si la horas son horizonte difuso,
deriva necesaria hacia el último puerto,
incierto aún más allá su pálido misterio.
Solo un rumor de oleaje de canto indescifrable
o un fragor de arrecife todavía no escrito;
otro nuevo combate de olas contra la proa
de esta ligera nave, oscura, extraviada,
de esta precaria nave, breve y definitivo
otro batir de espuma herida de un fulgor último,
azul hondo e ilimitado, extraño y centelleante,
otro tránsito azul absurdo y absoluto,
otro mar improbable.
He violado las líneas que separan
las horas y los mapas
y el bronce de la tarde en Salamina
se ha llenado de siluetas de naves
a contraluz inmersas en la bruma
como si aquella batalla legendaria
fuese hoy y otra vez estuviera
en juego el destino del mundo,
y todos estos barcos navegasen
con el dolor del tiempo izado entre la jarcia.
Pero mi espíritu de marino terrestre
de marinero en tierra, boga en tu nave
con la nostalgia eterna del regreso
sobre el azul oscuro de las olas.
Y esta sed! , esta sed perenne que destruye
y abrasa la lengua y la memoria;
y el sol sobre la piel, la eterna incertidumbre
del mar y su destino habitado de súbito
de estos seres metálicos, de hambre voraz
que acosan mis orillas, esta ficticia sombra,
que cubre inexorable todo lo que me atañe,
y contumaz empapa con su insistente lluvia
mi último arrecife ...
Ella me vuelve el rostro y una leve sorpresa
se posa en su mirada cuando llego
la viveza del canto en sus pupilas,
la tenue desnudez de su suicidio…
Y se muestra eternamente espléndida
como una hoguera azul que arde enlas estrías
de sus labios de agua.
Ella acoge en la playa la derrota
de este perenne náufrago
y me ofrece su sueño de blancura,
Allí donde los días no terminan jamás;
al que renuncia mi desdén de oleaje
mi empecinada senda de naufragios,
mi herida travesía de lluvia hacia ninguna parte.
Y sus ojos se velan de tristeza ante mi marcha,
de languidez que ha apagado su canto
como un sueño eterno y pálido de mármol
que se posa en sus labios de agua,
cerrados ya, desnudos, suicidados.
Hela aquí desolada, oculta en el olvido
del océano que bate airado los restos de la piedra
acantilada, con la pasión sombría de la muerte.
Aquí está, al fín hallada, tangible como un sueño.
Hela aquí , revelada, nacida desde el caos,
estas son ahora sus costas y sus playas,
el verde de su altura y sus laderas,
su mar, su mar abierto.
Perfilada de azul y de violeta sobre la piel del mar,
la piel azul del mar transida de crepúsculo,
el tesoro escondido de un ancestral pasado,
embriaguez del abismo del mar como un caballo
preñado de saqueo, su salobre esplendor…
ya firme bajo el paso que la huella,
destino finalmente, ya solidez del mundo!
Pero se que no existe. Ah! si hubiésemos
recordado los nombres, hollado cada playa
perdida en el recuerdo; si pudiésemos
retornar a la infancia, recuperar los sueños
juveniles, aquellos que la vida relega
y guarda perfilados de azul, y atados al olvido,
el mar que ha sepultado los días transcurridos.
Porque ellos son, lejanos y escondidos
las orillas de la única patria.
Más allá solo otro mar aguarda
y la ceguera azul sombría e inequívoca
del tiempo y la memoria, el vacío absoluto,
el definitivo hallazgo del silencio
más allá del contorno del mar,
allí, donde la muerte.
Alfredo Piquer Sept -Nov.2011
“… y será el mar tal vez donde la muerte”. (Jose A. Gomez Coronado)
Desde la oscuridad, mas allá del difuso
contorno del océano, este silencio
este ligero andar sobre el aire del mundo
me arrastra con un temblor de viento,
como un sueño veloz sobre la tierra
que taja con sus proas minerales
el airado oleaje de la noche.
Tránsito hacia el final, huída hacia el azul;
si el viento es solo otro sueño de luz
que acaricia la piel y la siembra de sal
y de infinito; transparencia del tiempo,
si la horas son horizonte difuso,
deriva necesaria hacia el último puerto,
incierto aún más allá su pálido misterio.
Solo un rumor de oleaje de canto indescifrable
o un fragor de arrecife todavía no escrito;
otro nuevo combate de olas contra la proa
de esta ligera nave, oscura, extraviada,
de esta precaria nave, breve y definitivo
otro batir de espuma herida de un fulgor último,
azul hondo e ilimitado, extraño y centelleante,
otro tránsito azul absurdo y absoluto,
otro mar improbable.
He violado las líneas que separan
las horas y los mapas
y el bronce de la tarde en Salamina
se ha llenado de siluetas de naves
a contraluz inmersas en la bruma
como si aquella batalla legendaria
fuese hoy y otra vez estuviera
en juego el destino del mundo,
y todos estos barcos navegasen
con el dolor del tiempo izado entre la jarcia.
Pero mi espíritu de marino terrestre
de marinero en tierra, boga en tu nave
con la nostalgia eterna del regreso
sobre el azul oscuro de las olas.
Y esta sed! , esta sed perenne que destruye
y abrasa la lengua y la memoria;
y el sol sobre la piel, la eterna incertidumbre
del mar y su destino habitado de súbito
de estos seres metálicos, de hambre voraz
que acosan mis orillas, esta ficticia sombra,
que cubre inexorable todo lo que me atañe,
y contumaz empapa con su insistente lluvia
mi último arrecife ...
Ella me vuelve el rostro y una leve sorpresa
se posa en su mirada cuando llego
la viveza del canto en sus pupilas,
la tenue desnudez de su suicidio…
Y se muestra eternamente espléndida
como una hoguera azul que arde enlas estrías
de sus labios de agua.
Ella acoge en la playa la derrota
de este perenne náufrago
y me ofrece su sueño de blancura,
Allí donde los días no terminan jamás;
al que renuncia mi desdén de oleaje
mi empecinada senda de naufragios,
mi herida travesía de lluvia hacia ninguna parte.
Y sus ojos se velan de tristeza ante mi marcha,
de languidez que ha apagado su canto
como un sueño eterno y pálido de mármol
que se posa en sus labios de agua,
cerrados ya, desnudos, suicidados.
Hela aquí desolada, oculta en el olvido
del océano que bate airado los restos de la piedra
acantilada, con la pasión sombría de la muerte.
Aquí está, al fín hallada, tangible como un sueño.
Hela aquí , revelada, nacida desde el caos,
estas son ahora sus costas y sus playas,
el verde de su altura y sus laderas,
su mar, su mar abierto.
Perfilada de azul y de violeta sobre la piel del mar,
la piel azul del mar transida de crepúsculo,
el tesoro escondido de un ancestral pasado,
embriaguez del abismo del mar como un caballo
preñado de saqueo, su salobre esplendor…
ya firme bajo el paso que la huella,
destino finalmente, ya solidez del mundo!
Pero se que no existe. Ah! si hubiésemos
recordado los nombres, hollado cada playa
perdida en el recuerdo; si pudiésemos
retornar a la infancia, recuperar los sueños
juveniles, aquellos que la vida relega
y guarda perfilados de azul, y atados al olvido,
el mar que ha sepultado los días transcurridos.
Porque ellos son, lejanos y escondidos
las orillas de la única patria.
Más allá solo otro mar aguarda
y la ceguera azul sombría e inequívoca
del tiempo y la memoria, el vacío absoluto,
el definitivo hallazgo del silencio
más allá del contorno del mar,
allí, donde la muerte.
Alfredo Piquer Sept -Nov.2011
1 comentario:
Bellísimo poema Alfredo.
Más allá, donde la muerte, posiblemente esté la nada.
Un beso.
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