lunes, 12 de septiembre de 2011
Blanquedad.
Muestras el color claro de tu parco vestido
cuando todo es pretexto que convoca
mi ascensión hacia ti como una trampa;
recurres al misterio dorado en que envuelves tu piel
de luz en el silencio y el eco de la niebla.
Y vuelve hacia el pasado la línea de tu cuello
que fuga al infinito y tu pelo se vierte
de pronto hasta un abismo de sueño y de penumbra
y el tiempo sobrevuela este árido desierto
cuarteado y reseco donde atisbas
yo no se qué horizontes.
Diría que me miras desde la exacta altura
en que encumbras tu sexo sobre el mundo,
tras el brillo escarlata que descubre
el alarde crepuscular de tu deseo
porque solo contemplas tu imagen reflejada
en un cristal convexo que prolonga en la noche
tu vacia promesa.
Un ser alado exhibe la audacia de su vuelo
cada vez que tu paso golpea acompasado
el suelo que charola vertiginoso y ebrio
tu talón implacable. Y otros ángeles cubren
con sus alas vencidas el estigma que deja
en tu epidermis, violáceo, el silencio.
Pero no sabes nada, tan ajena a la sombra
sientes que todavía los días son aliados
que jamás harán presa sobre tu piel de pétalo;
ya no eres sino espejismo en la distancia inmensa
de un espacio desierto.
Solo tu canto queda como un eco perdido
excitando otros viajes australes, imposibles,
avivando la herida de un hado ineluctable,
la fatal trayectoria que lleva a las rompientes
de un seguro naufragio.
Mas tu pecho, tus pechos planetarios , magnéticos,
tus pechos orbitales, convexos y solemnes;
tus pechos navegantes, fluidos, oceánicos;
tus pechos acreedores de oleaje infinito
esquivos como dunas, ya solo minerales.
Oh tus rizados labios!, erguidos, submarinos,
tus labios predadores de fondos abisales,
superpuestos y ocultos como una aurora oscura,
tus labios torrenciales de lluvia entre la fronda
arcaicos como fósiles.
Oh tú, tú incansablemente!
Inacabablemente tú que desciendes pausada
tu desnudez abstracta por la escala del mundo
para llegar indemne hasta el lugar de olvido
donde postro ya fría y habitada de líquenes
perenne mi derrota
Solo una lluvia tenue empapa la memoria,
y su dorado líquido desciende cada noche
hacia los intrincados intersticios del sueño
y su helada caricia adormece la herida
interna que no cierra.
Porque ya no hay respuesta para este sueño estéril
gélido y geométrico, axial, cristalizado;
solo una playa inmensa blanquecina y tendida
sin viento ni mareas, solo un sol que no gira
cenital y perpetuo .
A qué buscar lo oscuro de tu lejano origen
el ascendiente torpe que derivó la infancia
hacia otras latitudes si pasados los años
no encontramos la senda.
Quebrada la esperanza luminosa del arte
cuando el humo continuo de las exiguas velas
ennegrecía los iconos antiguos y la clave del mar,
la destellante palabra de la espuma
pugnaba su llanto acumulado contra el rugido
metálico del tiempo.
Ni las aves que súbitas se espantan en la noche
ni un rumor oceánico en mis ojos
nos llevaron de nuevo a aquella arista blanca
donde fulge la luz en los muros de cal
y las azules cúpulas, en donde las campanas
convocan a las olas.
Qué infierno cada noche!
qué amenaza de llanto cada ausencia,
qué airada podredumbre de los días
sumidos en la sombra!
Oscurecidos ángeles huían impotentes
bajo nimbos inmensos como veloces pájaros
de trayecto imparable.
Qué baldíos los ángeles que fuimos,
qué proscritos!
Sobre estas vastedades, que brillan cristalinas
en el labrado borde de los inmensos cálices
de la mar silenciada donde tu hiel se vierte,
nada me orienta ya, me guía, me introduce
en el furtivo espacio de destello salino
donde tus manos líquidas amanecen desiertas,
donde tu altar secreto extinguió su rescoldo
donde mis manos tristes derraman al vacío
la solitaria lágrima blanca del desengaño.
Así el amor, amor, el que dijiste tuyo;
tal el amor, el que te dije mio;
convertido en la nada, blanquedad
de la muerte, mucho antes de la muerte.
A. Piquer
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2 comentarios:
Que hermoso Alfredo.
El amor que con tanta intensidad nos abraza, se marcha con la fuerza del buque que se hunde sin apagar las luces.
Un beso.
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