Cecilia .- De sus ojos, comoquiera ella los mueva,
surgen espíritus inflamados de amor,
que hieren los ojos de quien entonces la mira,
y tanto lo traspasan que al corazón llegan:
vos la veréis Amor pintado en el rostro,(5)
allí donde nadie puede mirarla fijo .
(Dante Aliguieri. Vita Nuova XIX)
(Cecilia te pregunto no porque yo pretenda
agotar tu alabanza sino para acercarme
quizá hasta tu misterio. “Empéñate si quieres”
en ser franca con hombre de otro siglo futuro
y responde sincera pues no es gente villana)
Cecilia tu podrías asegurar sin duda
que fueron sus pinceles los que te dibujaron
con sutil línea de óleo sosegada y precisa
sin alterar un ápice tu gesto detenido
en el lienzo, el tenue movimiento de tus ojos.
Se que nada seguro se perfilaba aún
en el tiempo lejano de luces y penumbras
donde el paisaje abría apenas su latido
bajo el oro estofado de las tablas.
Cecilia, que secreta caricia dedicabas
para el blanco animal enamorado
que acunaban tus brazos
como un ritual de pájaros danzando
sobre el marfil ajado de las teclas de un clave.
Y una máquina extraña de engranajes y vigas
y alas desplegadas de ficticio murciélago
ascendía al espacio que señalaba alzado
el dedo de San Juan, y el enigma en el gesto
de Lissa Gerardini vivía por los siglos.
Cecilia todavía permaneces posando
delante de ese viejo caballete
y tu mano exquisita retiene el blanco armiño,
oh dama gentilísima! Oh tú, princesa pura
en esta fría estancia! Y son aun sus pinceles
con sutil línea de óleo los que te representan
sobre el oscuro fondo donde habita furtivo
y oculto el infinito en el preciso instante
en que has vuelto tus ojos de pronto hacia lo eterno.
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