Sibila.
Sentada sobre el trípode, sobre la alta tesis
en que acumula el bronce su memoria,
en la roja penumbra de silenciosa furia
de la noche, un velo entristecido de púrpura
ha cubierto tu semblante de sombra.
Cierras los ojos, sueñas un sueño extraño
y tus rasgos se afilan como quien ve el futuro
ya secos los sollozos del pasado.
Alrededor de ti, como dormida, cierne
su anillo enorme la serpiente del tiempo.
Son las grietas amargas de los días
las que emanan su enajenante hedor
de pequeña cotidiana tristeza,
su humareda, su pestilente efluvio
asfixiante de tedio y de rutina.
Porque asciendo de nuevo el abrupto camino
al pie de las Fedriadas y todavía sueño,
quizá ingenuo, la altura de un Parnaso
como si hubiera en él , una vez alcanzado,
alguna gloria. Pero te se real, presente,
ebrio tu entendimiento de un vapor dulce,
porque el amor es siempre el que nos nubla
la visión del tiempo venidero.
Y estás aquí, erguida en la penumbra
ardiente que rodea el ombligo del mundo
donde se cruza el vuelo finalmente
de dos aves nacidas en el tiempo lejano
de los dioses. Y en un árbol oscuro
se enrosca el alargado reptil que nos advierte
de la ácida consciencia de las cosas
y el fruto inmarcesible de la ciencia.
Déjame que me acerque , y que antes
purifique mi culpa en la Castalia,
déjame que deshaga la enrevesada trama
de las horas para llegar desnudo ante tu oráculo,
ante tu soledad serena de sibila callada
en las tardes amargas del otoño,
para escuchar la exégesis que dicte
a mi alma sacerdotal tu escondida palabra.
Cuando el temblor imperceptible de la piel
anuncie todavía la presencia
de un dios envejecido que canta ante la muerte,
y el pájaro de sombra que se posa
sobre el fulgor efímero del arte
y la promesa inútil de un porvenir perdido
no lleguen nunca más hasta tu templo.
Se apagará la lenta furia de la noche
y el velo entristecido que cubre tu mirada
caerá a tus pies y se abrirán tus ojos,
consciente ya, despierta en el presente,
estrechado este lazo que me ata a tu oráculo,
vencidos la amargura y el silencio,
cumplido ya el designio que ha fundido
desde siempre mi tiempo con tu tiempo.
1 comentario:
"Porque el amor es siempre el que nos nubla la visión del tiempo venidero" ¡Me encanta, Alfredo!
He estado paseando por tu blog mientras divagaba entre mis sueños.
Un abrazo.
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