Y porque aquellos días me arrastraban
con el acre sabor de su aventuray seguí su dictado fúlgido y fascinante
de horizontes azules de mar y de pasado,
como una huida rauda de afilado navío
sobre el aire salobre de la noche oceánica.
Y el mar era el camino y el eco y la memoria
del ancestral poema y su eterno oleaje;
el mar y su silencio cenital, su tristeza
de tiempo fugitivo, su conciencia callada,
su inconfesada historia de naufragios.
El mar era el cobalto y el fragor y el sonido
de libertad y espuma besándome en la proa;
como un dios apiadado que redimía mis lágrimas
y era de jade y clara promesa de esmeralda
que ofrecía más allá de las sombras del mundo.
Desde entonces habito como exhausto
olvidado y desnudo sobre las largas playas
secretas y amansadas.
Y ha exigido un tributo a cambio de su beso,
un pago a su caricia que enjugaba las lágrimas
y a su palabra fría y azul, un tributo
de soledad perenne aferrada a mis días
fiel a su soledad de viejo mar absoluto y eterno .
(De "Memoria de Naufragios")
1 comentario:
Siempre me impresiona entrar en tu blog, Alfredo. Es como penetrar en el Sancta santórum solo apto para elegidos. Me impresiona la belleza de los versos, la cultura que hay tras las palabras… Gracias por abrir la puerta de ishtar.
Un abrazo.
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