(A T. Mann, G. Mahler y L. Visconti)
Soy él, como un fantasma, fallido
el corazón entre la arena. Tiempo
de la desolación, agobio del espacio vacío
como un sueño de prolongado espanto
dando paso taimado a las ausencias,
al silencio transido de lo oscuro.
¡La peste! La peste proyectando en el espacio
de un Adriático interno y oriental
su frialdad veraz, sobrecogida,
impregnando las piedras desoladas.
La peste como el tiempo; como la veta negra
de una ciudad de mármol acunada en estacas,
sobre un lecho de barro; marea de silencio
de la plaza inundada, de la invernal basílica;
arrullo de laguna invadiendo el espacio
inexorablemente sumergido;
como el frío de un estación perenne
irreversible y última; la peste como el llanto
donde el tiempo se ensaña en el fulgor
efímero del arte, en el lado espantado
de las piedras, en el espacio absurdo
que sucede a las lápidas.
Soy él, y soy yo mismo, invadido de lodos
y de légamos, muy lejos de la helada basílica,
de la ciudad de mármol; sobre el lecho real
en el que estoy tendido, donde constato
la misma soledad, el mismo llanto,
la misma frialdad espantada en las piedras,
el mismo tiempo absurdo e inundado,
la misma cercanía de las lápidas.
1 comentario:
A todos aquellos creadores que buscaron y buscan la Belleza más allá de sí mismos.
Y a las palabras que lo recuerdan...
Espléndido.
Un abrazo.
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