Esfinge
Entreabres los labios como un estallido
de sangre para el beso
y tu piel es el eterno viaje, la excitante promesa
que desciende hacia el paisaje de tu pecho
bajo los leves lienzos de tu blusa.
Tu pecho la llamada hacia el sudor
en el umbral secreto donde lates.
La sombra de tus párpados
y el negro amanecer oblicuo en tus pestañas
me llaman por el camino fascinante
de tus ojos bellísimos, tus ojos infinitos
como piedras que miran
desde tu cola verdiazul desplegada de pronto.
Sobre las piedras arruinadas de estos días
brota el veneno rojo con que tiñes tus labios;
sobre las ruinas te levantas alada
mientras huyen los pájaros y se ocultan los ángeles
y las flores de oro exhalan los aromas
de su tóxica atmósfera y cantan ensalzando
tus pasos moteados de guepardo.
Tu eres la esfinge, tu, la que me pregunta
cual sea el animal que extrañamente anda
con cuatro y dos y tres extremidades,
que a menudo tropieza en los mismos obstáculos
y yerra eternamente…
Tu eres quien me amenaza, perversa, con la muerte,
quien exige implacable la blanquecida lágrima
viril de mi tristeza
Tu eres la soledad, la estéril lejanía,
la hembra del agravio y del olvido;
mi destino es errar eternamente la repuesta,
derramar una vez y otra vez
este desasosiego, este instinto salvaje
ante el enigma de tu belleza mortal
e inextinguible.
Febrero 2012
1 comentario:
Uno de los poemas más bellos que he leído, Alfredo.
Enhorabuena por él, querido amigo.
Un beso.
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