El peor criminal tiene derecho a un juicio y a un juicio justo que determine de manera objetiva las penas que le deben ser aplicadas, si hubiese lugar, de acuerdo al derecho y la ley establecidos de antemano, incluso con un margen que tenga en cuenta la piedad, aunque él no hubiese tenido ninguna, porque ese derecho se lo concede la ética que él mismo ha conculcado y desde la que se censura su conducta. No se puede deplorar el crimen de unos y celebrar el crimen de otros.
viernes, 13 de mayo de 2011
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