miércoles, 2 de marzo de 2011
Prometeo
Fue en un tiempo de dioses y titanes
cuando no había nada entre el cielo y la tierra
y el fuego del espíritu aún ardía lejano
Era el tiempo apilado y oscuro de la génesis
de helechos y de bestias y de huellas impresas
en los lentos estratos de la piedra,
los días en que el mar anegaba la ira
del mundo y batía la escarpa desolada
de los montes sagrados.
Cuando te hallé aterida cercada de silencios
quizá anhelante entonces sin saberlo
de palabras y gozos nunca dichos.
Sobre el mundo giraban como figuras negras
los dioses y los hombres, las clámides de engobe
al fondo de los kilyx anegados de vino,
fieles a su destino de fragmentos quebrados
al fin bajo la tierra.
Y no fue un dios el que me ató a esta roca
donde es cierto que apenas sobrevivo
y me amarga esta hiel, la que derraman
noche a noche las vísceras que muerdes implacable
como águila que roe con su pico de bronce
el alimento agrio de su rapaz venganza,
el que rompió también mi corazón titánico.
Porque cerraste los ojos al asombro
y te negaste al fuego, el fuego, la solemne
palabra para ti arrebatada …
La palabra sagrada del amor,el rescoldo
del dios que aun brillaba en mis ojos
cercenado de golpe en el silencio.
Y ahora solo el mar rompe contra la escarpa
del monte del oráculo sombrío y arruinado
y anega la ira oculta que me ata a esta roca
donde es cierto que apenas sobrevivo,
apagada la chispa del amor para siempre.
Alfredo Piquer
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