jueves, 7 de julio de 2016
miércoles, 30 de marzo de 2016
“ Sólo… verdes racimos de Proserpina, para que
ella exprima su vino mortal y lo entregue a los muertos” (Ch. Swimburne)
(A Saint John Perse,
también enterrado en el ‘cementerio marino’
de Hyères)
Tú me abres vastos atrios
donde otros racimos minerales
promulgan lo incisivo de tu
palabra sacra.
Tú yaces acallado en el justo
reposo
que acuna su geológica
marea
bajo este
cementerio, allí donde cantabas
con un aria solemne la eternidad del mar,
donde termina rauda la gloria de
los reyes,
donde el destierro habita un
agreste paisaje
de arenal y rastrojo, agotadas
las lágrimas,
inútil ya aquel dios
ensangrentado
que nos dijeron próximo,
desatados los vientos
sobre todas las cosas de este
mundo,
llegada ya la hora de la
liberación
de todos los pájaros lóbregos
como lanzas
como agudos venablos y azagayas
alzadas
con las lámparas llameantes de la
tierra,
posados en el inmenso árbol de la
tristeza,
o veloces levantando el
vuelo sobre los helechos
primeros de la infancia, como el
báculo
herrumbroso y espiral de la
muerte,
como la blanca ebullición sagrada
de la espuma.
Su final en silencio de piedras
lapidarias
sumidas en la hierba, ante la
inmensa piel
azul como el más largo sueño que
refleja
un cielo negro de infinitas y
exiguas
lejanísimas luces. Todo ese vasto
atrio
que me abres bajo la tierra
donde yaces mecido para siempre
de otro oscuro oleaje ante el templo del mar;
el mar, ante el mar, ante lo
eterno.
domingo, 26 de julio de 2015
Y cada vez que vuelvo,
ellos siguen allí
en el silencio gris y en el
aire salobre
y penetrante del mar,
ebrios de soledad,
su merodeo sobre el légamo portuario,
sobre los muelles, acechando un destello
bruñido bajo la superficie,
su altísimo trayecto
sacral hacia otro sueño
inalcanzable;
su plateada imagen, centro del arco inmenso
funeral y metálico del tiempo.
Su quietud suspendida en el espacio,
desplegada la envergadura blanca de sus alas,
pájaros infinitos, transfigurados, fríos,
aves marinas, eternos libres pájaros.
Sobre la arena dejan el rastro de sus huellas
y acaso me sorprende lo agudo de su grito,
guardianes de los altos cantiles donde acaba
la vida abruptamente, en el contorno exacto
donde comienza la eternidad del mar;
eternos ángeles de desabrido llanto, vigilantes
de todos los cementerios marinos.
Cuando claudican todos los otros pájaros
del mundo, gritan
soberbios, hímnicos
y audaces al espacio, a la noche y
la muerte,
como si fueran los testigos perennes
de la libertad, como en un
mundo extraño
más bello y más profundo,
ajeno a la nostalgia,
sin memoria, sin palabras, más allá de lo opaco
y lejano de la tierra, Indemnes a sus oscuros nombres,
volando eternamente en la línea imprecisa
donde se unen el mar y el universo.
sábado, 4 de abril de 2015
CEMENTERIO
MARINO (A Paul Valery)
“Y tú, alma grande,
esperas un sueño
que no tenga el
color de la mentira
que exhibe ante los
ojos de la carne el oro de las ondas?”
(El
Cementerio Marino. Paul Valery)
I.-
Extraños dioses
crueles con nombre oscurecido
usuparon tu calma, sumidos en la tierra
leve de tu atalaya,
acaso encaramados
al blanco
acantilado óseo de tu acrópolis.
La muerte te
rondaba con prisa impertinente
en su intento
frustrado, errada en su deshora.
Volvía a cimbrearse tu cuerpo en el silencio
más solitario y
alto, cuajado como un junco
del alma de la
arena y su mar gris.
Tu cuerpo como un
junco que el crepúsculo mece;
en su altura de
viento solo hay vuelo de pájaros
y en tu nombre de
estirpe ancestral y marina,
se oye como un
rumor de arenas,
un minucioso ruido
de dunas y de vientos
investigando cardos
y plantas desoladas
en pos de los
aromas de la sal y del yodo;
un universo de
algas habitado de seres
translúcidos, ajenos
a su propio minúsculo tumulto.
Allí, sobre la
tenue ladera que cada tarde besan
con tristeza las
olas y en la noche cerrada
donde gravita el
mármol un abrupto trayecto
de cruces
derrotadas se abre,
una entreabierta
lápida deja pasar un ápice
de luz y en la
arena fría y última de su fondo
nacen en el
silencio tenues flores violetas.
II.-
Todos esos caminos
ya prohibidos acaso,
ese añil horizonte,
esa playa desierta
donde murmura el
mar dulce de tu palabra,
esa atalaya altiva,
ese tiempo distinto
desde donde me
miras, esta eterna ladera
de piedras
alisadas, donde cimbrea el viento
tu delgadez de
junco, donde el silencio límpido
de la altura te
nombra, y expande la luz fría
de altas,
lejanísimas sendas estelares,
quizá de una
galerna que te asalta
lentamente los
ojos, todos esos caminos..
Esas leves colinas,
plateadas, ponientes
a las que hubiese
vuelto apenas sin pensarlo,
a su reverso de
soledad sombría y anunciada
a su imposible
tránsito, a su segura pérdida
y a su herida
profunda de tiempo transcurrido
y a su
hemorragia crepuscular y azul.
Todos esos caminos
, borrados, destruidos,
donde una blanca
especie subterránea
bebió insistente la
arcilla de los días ,
todo el tiempo
perdido al que ya no se vuelve
como si fuesen las
oscuras palabras
trazadas sobre la
arena húmeda en la marea baja.
III.-
Tu nombre
oscurecido, degradado y corrupto,
la podredumbre que ha comenzado lenta
a invadir su
murmullo desde el día primero
en que anegaste
nuestro tiempo de olvido,
de un fulgor de
penumbra cercenado en tu pelo,
apagado en tu piel
transparente, en tus ojos heridos,
en tus oscuros
humedecidos párpados,
donde antes tu
pecho derrotado de sombras
jugaba con el fuego
y en tus labios la sangre
se rendía a mis
besos; de aquellos días cómplices
de convulsión
extraña en que tu gloria efímera
de emperatriz
antigua inhumada en un oculto túmulo
horadado de vermes
se redujo a un hatajo
de huesos
hacinados.
Y hoy que todo ha
vuelto ya bajo la tierra
donde se
pudren lentos los recuerdos,
y el alma de la
vida late ahora en las flores
ya no me hiere su oro envejecido;
evoco solamente sus
mañanas espléndidas
y el brillo de la
hierba ante la inmensa calma
azul centelleante
y su extensión de carne
dorada y líquida,
sus olas en la orilla
como un vuelo de
deslumbradas páginas
y esta
ansiedad que late en la memoria
bajo la sórdida
traición de tus viejas palabras;
el mar, tan solo el
mar, el mar ante las tumbas,
ante este
cementerio silencioso
que recorrió
sola mi adolescencia,
que me mira
impasible aun hoy, que eterno espera
como la eterna
calma de los dioses
ante el tiempo y la
muerte, el mar techo tranquilo
el mar en el
silencio empezando por siempre.
a.p. Marzo 2015
“¿Qué negras vírgenes sangrantes van por las violentas playas
bordeando la desaparición de las
cosas?”
“Indecible, oh promesa! Hacia ti la fiebre y
el tormento!”
(Mares. Saint John Perse)
Hubiese
perecido a su letal y roja mordedura,
me
hubiese detenido, paralizado y rígido
solo
por su mirada, inmóvil, fascinado
ante
sus ojos transparentes y líquidos, entregado
a
lo hipnótico de su boca roja, llenándome
de
la inmensa ternura de sus besos de sangre,
de
la pasión hambrienta de su carne en mi carne,
preso
de la belleza de su pecho prohibido,
del
hechizo y el vértigo de su cálido abismo,
su
tibieza de fosa donde enterrar los ojos
y los besos;
desposeído
de alma, víctima voluntaria
de
este ángel de sombra, rendido amante
entregado
al supremo placer venenoso y salvaje
de
su mortal amor, oculto entre la noche de sus alas,
digerido
despacio por su ardor, su beso, sus caricia,
la
succión incansable de su abismo en mi proa,
estallando
su espuma una vez y otra vez,
mil
veces derramado sucumbiendo
al
rojo irresistible y sagrado de sus labios,
amapolas
de carne, lasciva fresa y su sangrante herida,
rojo
su insaciable latido, bermellón absoluto
del
amor en el umbral irreversible de lo oscuro.
domingo, 18 de enero de 2015
viernes, 16 de enero de 2015
viernes, 19 de septiembre de 2014
Haber estado allí, en la mítica
isla,
en la ciudad vieja como la
historia.
En Mitilene,en la isla de Lesbos.
Haber estado allí, naciendo el
mundo
frente a las costas de Asia, bajo
su aurora
de rosados dedos, su ofrenda
fascinante.
A la que puso nombre la mismísima
amante de Poseidón, donde
habitaron
los hijos de Orestes y los héroes
de Troya.
Tal vez las negras naves
recalaron aquí
antes o después de aquella
larga guerra;
por donde transitaron los santos,
aún la impronta de su huella milenaria,
los antiguos iconos de un imperio
vencido.
Ante el mar esencial, el mar como
una cuna,
el mar como una patria, el mar
Egeo.
Donde ella nació, donde trazó su
cálamo
sobre las pieles alisadas de
Pérgamo
los versos más sutiles, allí ante
el mismo mar
acallada su lira en otro
acantilado,
para afrontar el beso de la espuma.
Haber estado allí y haber sentido
el mar
igual que ella, y haber puesto
los ojos como ella
en su profundo azul, nombre
oscuro del mar,
su nombre oscurecido, su sombra
sumergida,
el mar y su silencio, sus olas como besos
como una lejanía, promesa del
amor
¿qué otra promesa? Su destino
final,
¿qué otro destino?A.P. 9/2014
La isla de Lesbos desde Assos en la costa turca. Puerto de Mitilene. Lesbos, Grecia.
“ Y envueltos en
secos ramajes los amantes de un día Devuelven su deseo a
través de las bóvedas”
(Oscuro oficio de los muertos. Manuel Alvarez Ortega)
(Oscuro oficio de los muertos. Manuel Alvarez Ortega)
Pero ella era real, vivió y era mujer
y amó y fue amada; su nombre oscuro
vuelve a habitar la tierra bajo la tierra,
circundada de esfinges y cariátides,
cercenadas su frentes, su mirada, sus labios,
mutilado su pecho como el susurro negro
del viento que sopla en los recónditos
resquicios de los siglos. Y este túmulo inmenso
y sus ciegos pasillos soterrados
dan fe de su existencia.
Allí, en el norte, dentro del ignorado círculo
que escondía su calma y su memoria ,
jamás borrada de los sueños su exótica
belleza oriental y desértica.
Aquí está bajo esta triste bóveda,
su nombre ya corpóreo en la tumba,
el vago eco de la antigua leyenda
convertido en palabra de carne,
solo polvo en el tiempo despiadado
del olvido, que sin embargo fue, mujer,
Roxana asesinada presente en
esta oculta
sepultura en que vuelve
a través de sus arcos derrumbados
lo oscuro de su nombre.
A.P. 9/2014
martes, 2 de septiembre de 2014
Septiembre
“Volver a
empezar todo, volver a decir todo. Tras haber llevado la guadaña de la mirada
sobre todo! (Saint John Perse)
Y de nuevo Septiembre,
este tiempo abrasado donde todo regresa
puntual al insomnio;
como un desierto árido que abre ante mis pasos,
su promesa inequívoca de otra sed insufrible,
de otro nuevo silencio de arena y polvareda.
Porque el mar fue quimera de olas amansadas
que brillaron tan solo un instante en la playa
y la noche infinita como un oscuro océano
fue espejismo de espuma y de salitre
que consteló los labios de estelares cristales
y agrietó su ternura.
Y de nuevo Septiembre,
esta extensión ingente de llanto y de ceniza
ante mis pasos lentos que quizá ya no pueden
volver a atravesarla proscritos y expulsados
al límite del mundo.
Volver a empezar todo, sin más expectativa
que los muros de roca y el frío de la noche
que se alzan descarnados al final del camino.
Y Septiembre de nuevo, su yermo , su vacío…
el viento de Septiembre, su soledad esteril,
el tiempo desolado
en que el fulgor se apaga,
donde la arena es muda y el sueño ya no vuelve.A.P. 2010
lunes, 11 de agosto de 2014
“…el agua libre,
El agua agreste, centelleante,
indómita”
(J.J. Padrón)
“El
agua bendecida por la luz
En
un vuelo nupcial
Que
desposara el aire con la tierra”
(J.J.Padrón)
Tú allí, cerca del
mar, lejana,
contando los caminos
de la luz sobre el agua,
escribiendo tus
huellas remotas en la arena
como un ángel de
mar que plegase en la orilla
unas alas de espuma
y yo aquí sujetando
con una brida
oscura mi corazón de tierra,
sepultando su
invisible latido
con sórdidas razones, su juventud perdida
entre las
sombras. Y tú sobre la brisa
y yo desde el
olvido. Y tú desnuda
pero yo derramado
en medio de esta
ciega incertidumbre,
sin saber si tú
intuyes esta ambición de aire,
este deseo de alas,
la mirada secreta
que viola la
frontera de todos los horizontes,
para seguir tu
senda de pájaro marino
arriesgando otro
vuelo, otro trayecto
de agua
centelleante, indómita
de otro distante
mar, lanzados a su altura
absoluta y azul,
desplegadas las alas
de espuma, heridas
de la luz
y el agua
enamoradas.
A.P. Julio 2014
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