CEMENTERIO
MARINO (A Paul Valery)
“Y tú, alma grande,
esperas un sueño
que no tenga el
color de la mentira
que exhibe ante los
ojos de la carne el oro de las ondas?”
(El
Cementerio Marino. Paul Valery)
I.-
Extraños dioses
crueles con nombre oscurecido
usuparon tu calma, sumidos en la tierra
leve de tu atalaya,
acaso encaramados
al blanco
acantilado óseo de tu acrópolis.
La muerte te
rondaba con prisa impertinente
en su intento
frustrado, errada en su deshora.
Volvía a cimbrearse tu cuerpo en el silencio
más solitario y
alto, cuajado como un junco
del alma de la
arena y su mar gris.
Tu cuerpo como un
junco que el crepúsculo mece;
en su altura de
viento solo hay vuelo de pájaros
y en tu nombre de
estirpe ancestral y marina,
se oye como un
rumor de arenas,
un minucioso ruido
de dunas y de vientos
investigando cardos
y plantas desoladas
en pos de los
aromas de la sal y del yodo;
un universo de
algas habitado de seres
translúcidos, ajenos
a su propio minúsculo tumulto.
Allí, sobre la
tenue ladera que cada tarde besan
con tristeza las
olas y en la noche cerrada
donde gravita el
mármol un abrupto trayecto
de cruces
derrotadas se abre,
una entreabierta
lápida deja pasar un ápice
de luz y en la
arena fría y última de su fondo
nacen en el
silencio tenues flores violetas.
II.-
Todos esos caminos
ya prohibidos acaso,
ese añil horizonte,
esa playa desierta
donde murmura el
mar dulce de tu palabra,
esa atalaya altiva,
ese tiempo distinto
desde donde me
miras, esta eterna ladera
de piedras
alisadas, donde cimbrea el viento
tu delgadez de
junco, donde el silencio límpido
de la altura te
nombra, y expande la luz fría
de altas,
lejanísimas sendas estelares,
quizá de una
galerna que te asalta
lentamente los
ojos, todos esos caminos..
Esas leves colinas,
plateadas, ponientes
a las que hubiese
vuelto apenas sin pensarlo,
a su reverso de
soledad sombría y anunciada
a su imposible
tránsito, a su segura pérdida
y a su herida
profunda de tiempo transcurrido
y a su
hemorragia crepuscular y azul.
Todos esos caminos
, borrados, destruidos,
donde una blanca
especie subterránea
bebió insistente la
arcilla de los días ,
todo el tiempo
perdido al que ya no se vuelve
como si fuesen las
oscuras palabras
trazadas sobre la
arena húmeda en la marea baja.
III.-
Tu nombre
oscurecido, degradado y corrupto,
la podredumbre que ha comenzado lenta
a invadir su
murmullo desde el día primero
en que anegaste
nuestro tiempo de olvido,
de un fulgor de
penumbra cercenado en tu pelo,
apagado en tu piel
transparente, en tus ojos heridos,
en tus oscuros
humedecidos párpados,
donde antes tu
pecho derrotado de sombras
jugaba con el fuego
y en tus labios la sangre
se rendía a mis
besos; de aquellos días cómplices
de convulsión
extraña en que tu gloria efímera
de emperatriz
antigua inhumada en un oculto túmulo
horadado de vermes
se redujo a un hatajo
de huesos
hacinados.
Y hoy que todo ha
vuelto ya bajo la tierra
donde se
pudren lentos los recuerdos,
y el alma de la
vida late ahora en las flores
ya no me hiere su oro envejecido;
evoco solamente sus
mañanas espléndidas
y el brillo de la
hierba ante la inmensa calma
azul centelleante
y su extensión de carne
dorada y líquida,
sus olas en la orilla
como un vuelo de
deslumbradas páginas
y esta
ansiedad que late en la memoria
bajo la sórdida
traición de tus viejas palabras;
el mar, tan solo el
mar, el mar ante las tumbas,
ante este
cementerio silencioso
que recorrió
sola mi adolescencia,
que me mira
impasible aun hoy, que eterno espera
como la eterna
calma de los dioses
ante el tiempo y la
muerte, el mar techo tranquilo
el mar en el
silencio empezando por siempre.
a.p. Marzo 2015